jueves, 30 de julio de 2015

Encuentros y desencuentros con el marxismo I: Vida universitaria


Mi primer encuentro con el marxismo ocurrió el primer año de mi vida universitaria y no fue muy afortunado. Se me enseñó en clase un arsenal de conceptos de corte manualesco, recuerdo en particular un libro: “Conceptos elementales del materialismo histórico” de Marta Harnecker, que había que repetir todo el tiempo de una manera más o menos literal.

A pesar de que el marxismo se presentaba a sí mismo como una propuesta “anti-dogmática” de análisis de lo real, lo cierto es que todo su planteamiento me pareció desde el principio bastante rígido, una especie de credo que había que abrazar con una fe cuasi religiosa.

Cualquier insinuación de desacuerdo era interpretada como una concesión a la ciencia social “burguesa”, justificadora de las desigualdades de la sociedad capitalista. Un verdadero atentado contra la ortodoxia oficial de la facultad.

En clase todo el mundo se expresaba con la terminología típica del marxismo.

No sé cómo se sienten los estudiantes universitarios cuando son sometidos a una imposición ideológica de esta naturaleza, pero en lo personal me sentía intelectualmente vacío y decepcionado. Lamentablemente este es el ambiente que aún hoy día se respira en muchas universidades.

Una vez me atreví a discutir con un profesor que impartía una asignatura llamada “Teorías del subdesarrollo”, la cual se redujo, por cierto, a leer y comentar durante un semestre la obra de Lenin: “El imperialismo como fase superior del capitalismo”.

El impase se suscitó cuando el docente nos exponía en clase que la historia del mundo se dividía no en “antes” y “después” de Cristo, la fórmula tradicional de occidente, sino que el elemento central era la revolución bolchevique de 1917. En ese momento, impulsivamente, levanté mi mano y le expresé que me parecía arbitrario y desproporcionado comparar los cambios culturales que el cristianismo introdujo en el mundo, con el surgimiento del Estado comunista.

Su respuesta fue bastante violenta. Me habló de mi “falsa conciencia”, de mi falta de estatura intelectual para cuestionar sus planteamientos, de que iba a necesitar años y años de lecturas para poder rebatir sus ideas. En una palabra, como se dice en el argot venezolano, me tragó vivo.

A nadie le extrañará que superé la evaluación de esa materia con un aprobado justito. Y eso que permanecí calladito el resto del curso.

Desde el punto de vista del pensamiento marxista, por lo menos del que yo conocí en esos años, no cabía el libre debate de las ideas, ni la confrontación de planteamientos. Sencillamente, aquel que no pensara igual a lo mandado se convertía en enemigo del pueblo y de la revolución. Y punto.

Siempre me he preguntado por qué una filosofía con un talante tan liberador y humanista como el  marxismo, tan sensible a valores como la justicia social y la igualdad, deviene en un sistema tan poco creativo, tan opresor de la libertad y de la conciencia.

Observo que lo revolucionario, cuando se establece como pensamiento dominante, se convierte en un sistema intelectual rígido, cosificado y conservador, enemigo de la disidencia.

En una dictadura del pensamiento único.

Gracias a los jesuitas de la parroquia universitaria, a quienes debo muchísimo en mi formación, mi segundo encuentro con el marxismo fue mucho más positivo y enriquecedor. Recuerdo especialmente la cátedra libre “Monseñor Romero” y el debate que se suscitó en el cristianismo latinoamericano en torno a la teología de la liberación, que tenía como telón de fondo, precisamente, el marxismo.

En este contexto mi visión de la filosofía de Marx cambió totalmente, quizás porque lo estudiaba en un ambiente de libertad y diálogo, de búsqueda y confrontación, de respeto a la razón. En una palabra, ¡podía respirar!

De todo esto espero comentarles en una próxima entrega. 

@elblogdemarcelo

2 comentarios:

  1. Espero tu próxima entrega, Marcelo, me gusta como escribes. El primer capítulo me ha gustado. Tu enfoque americano (y lo digo reivindicando un patronímico que no ha de ser sólo de unos cuantos) siempre me muestra otra cara del prisma interesante. Abrazo

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    1. Muchas gracias, Balbina, por tu hermoso comentario. Somos el fruto de un contexto, de un conjunto de circunstancias que confluyen en nosotros, y que nos van moldeando. Me he pasado media vida dialogando con el marxismo, voy a intentar comentar las historias de ese diálogo. Un abrazo

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