domingo, 2 de agosto de 2015

"Quirpa": llanos de Venezuela, corazón y territorio





Para los venezolanos la llanura no es un simple emplazamiento geográfico, es, sobre todo, un espacio espiritual, un locus en el alma.

No en balde la canción que más nos identifica, después del himno nacional, sea, precisamente, el Alma llanera.

Nuestros escritores y pensadores del siglo XIX, terminada la contienda independentista, cuando quisieron indagar sobre las raíces de nuestra idiosincrasia pusieron sus ojos en el llanero, y lo convirtieron en el prototipo de la nacionalidad venezolana.

Rómulo Gallegos recibió en herencia esta tradición e hizo de ella la metáfora de un país. En Doña Bárbara, que viene a ser nuestro "Quijote", se dibuja el enfrentamiento histórico entre la civilización y la barbarie; entre la racionalidad moderna y la pulsión atávica, ancestral, primitiva, que circula por nuestra sangre mestiza. El escenario no podía ser otro que la llanura venezolana.

Gallegos escribe su obra en 1929, cuando agonizaba, lentamente, la dictadura gomecista. Merced a los cambios políticos y a la nueva riqueza petrolera se avizoraba un futuro de esperanza, de superación de las viejas estructuras mentales, de nuestras desigualdades endémicas; el triunfo, en definitiva, de la ley y la razón.

Hoy, casi un siglo más tarde, se siguen enfrentando esas mismas fuerzas en el alma venezolana, exacerbadas hasta lo indecible por el malevo discurso chavista: barbarie y civilización. 

Cada pueblo tiene sus propios demonios que conjurar. 

Colombia comparte con nosotros la geografía y las tradiciones del llano, sin embargo cuando viví en Bogotá me di cuenta que en el vecino país, surcado por tres cordilleras, domina, básicamente, la cultura andina. 

¿Influye el paisaje en el carácter nacional de los pueblos? Definitivamente. Ese horizonte sin límites de la llanura, esa sabana infinita, esa soledad abierta, sin caminos, está impresa en la mirada del venezolano. 

Viviendo en Canarias, encerrado entre montañas y riscos, con el azul del mar siempre omnipresente, he sentido los efectos psicológicos que tiene la geografía insular sobre el estado de ánimo, sobre la noción del espacio y la distancia.

Los venezolanos caminamos por los espacios públicos como si todo el territorio nos perteneciera, somos, por así decirlo, expansivos. Es un modo característico que nos viene de nuestro imaginario, del mapa que tenemos en nuestras cabecitas acerca del espacio que pisamos.

Los mapas, aunque sean sólo un dibujo, tienen sus efectos en la personalidad básica de los pueblos, en cómo perciben el territorio que ocupan.

Descubro que, aunque lleve más de diez años viviendo en Tenerife, lo llanero me habita de raíz.


@elblogdemarcelo

3 comentarios:

  1. Así estemos muy lejos de nuestra tierra, jamás nos olvidamos de ella. Es triste ver como se ha desunido nuestro pueblo,producto de las malas políticas llevado a cabo. Suerte Marcelo.

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    1. Muchas gracias, esa tierra nos habita, la llevamos con nosotros. Si, a mi me rompe el corazón todo lo que rompe nuestra unidad de destino, lo que hiere la convivencia de los que habitamos la tierra. Nuestra oración, en esperanza, para que se "cure" el alma venezolana.

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  2. Qué maravilla, Marcelo. Cómo me ilustran tus horizontes abiertos. Muchas gracias

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