Hace unos días, mientras me tomaba un café en el instituto, me dio por comentar con otros profesores sobre un debate que pensaba tener con un grupo de 3º ESO, en relación a la existencia más allá de la vida presente, conforme lo confiesan los cristianos, y ello en base, además de las discusiones previas tenidas en el aula, a un interesante documental que habíamos visto sobre experiencias de personas que han estado en el umbral de la muerte. Concluí mi intervención afirmando que mi propósito era razonar con los chicos sobre aquello que transmite la fe en torno a la vida eterna.
Creo que mi frase final les sorprendió, y una de las contertulias, por lo demás excelente compañera, me dijo de pronto:
- Eso es razonar sobre una fábula, mejor sería llamarlo "fabular". – Y dicho esto se desplazó hasta una de las mesitas de la cafetería, y se sentó.
Normalmente no suelo responder a los comentarios sueltos que, con relativa frecuencia, escucho de personas que no comparten mi fe, pero me pareció que esta vez no podía quedarme callado. Me senté junto a ella, y le dije:
- Mira, vamos a ver, la fe cristiana no es una fábula, es una experiencia histórica, acaecida en un tiempo y en un lugar histórico, interpretada y vivida por comunidades históricas como una experiencia de salvación/revelación de Dios, y testimoniada en unos escritos del siglo I que forman el Nuevo Testamento.
Por la expresión de su rostro, creo que no se esperaba mi respuesta. Otro compañero, buen amigo por lo demás, vino en su auxilio e intervino diciendo:
- Marcelo, ¡por favor!, ¡déjate de rollos!, la fe es una creación de los humanos, una genial invención para ayudarnos a vivir, y mantener la esperanza en medio de los sufrimientos de la vida.
Un poco perplejo por el nuevo frente, y sin mucho tiempo para pensar, contesté:
- Vale, es verdad que la religión, en general, es fuente de esperanza y de consuelo para muchas personas, pero eso no significa necesariamente que los hechos que fundan la fe cristiana sean una invención. La novedad judeo-cristiana radica, precisamente, en que tanto Israel como la primitiva Iglesia, vivieron una serie de acontecimientos en su historia que fueron experimentados como revelación/salvación de Dios. Y por lo pronto no he encontrado ninguna razón que justifique que aquello que testimonian las Escrituras no tenga un fundamento histórico. Al contrario, todo apunta a confirmar la realidad histórica de la experiencia que ellos testimonian en sus escritos, y que una comunidad de fe ha transmitido durante dos milenios.
Dicho esto, les miré en silencio por unos segundos, bebí el resto de mi café cortado, y proseguí:
- Además, amigos míos, ser cristiano, y tomárselo en serio, tiene tantas exigencias a nivel ético, que se me hace difícil pensar que sólo sirve para consolarme mientras camino por esta vida. Es consuelo, y también es compromiso con la dignidad y el bien de las personas; da esperanza y alegría, pero demanda el vivir de una manera responsable con uno mismo y con los demás.
Los dos me contemplaban atónitos, porque como dije anteriormente, no suelo explayarme en estas explicaciones delante de mis compañeros, y la mayoría de las veces soporto estoicamente las cosas que dicen. Iba a terminar de hablar, pero quise añadir lo siguiente:
- Y déjenme decirles una cosa, esta fe mía se puede razonar, no son verdades que caen del cielo como meteoritos, y se asumen así sin más, porque Dios lo dice y san se acabó; pues no, hay que pensarlas, considerarlas, reflexionarlas. Yo intento enseñar a los alumnos lo que yo mismo hago: pensar en el fundamento de mis creencias, razonarlas, dialogar con ellas, porque creo que eso es formativo para sus conciencias, y les ayuda a tomar decisiones en libertad, y a madurar en sus opciones ante la vida. Yo, en lo personal, las cosas que creo, las he pensado, no tengo creencias de espaldas a mi razón, y eso me ha ayudado a vivir mi fe conscientemente.
Por cierto, creo que – continúe tras una breve pausa - la enseñanza de la Religión en la escuela tiene sentido en la medida en que se confronta el pensamiento con los contenidos de una tradición religiosa, y se dialoga con la ciencia y con la cultura. La Religión es un espacio para la formación de la conciencia y la libertad. Para que las mentes de nuestros chicos no sean ideologizadas, a veces por concepciones del mundo y de la vida que ni siquiera han pensado, y que las asumen así sin más, sin haberlas razonado y confrontado previamente.
Dicho esto, como suele suceder en estos casos, sonó el timbre. Nos despedimos con la cordialidad que acostumbra reinar entre nosotros. Uno de ellos me dijo al salir:
- Marcelo, interesante lo que hemos hablado, tenemos que continuar la conversación otro día.
Esta pequeña incidencia me dejó pensando el resto de la jornada.
Ya en casa, sobre la pantalla del ordenador, me dije a mi mismo: los cristianos tenemos que hablar, con discreción, con buenas palabras, pero también con valentía, sin complejos. No se trata simplemente de una actitud apologética, es el respeto que merecen nuestras creencias, el respeto a nuestro trabajo como profesores de Religión, el respeto a la libre expresión de nuestras ideas, en un clima de convivencia y pluralidad.
Y ahí lo dejo.
Hola Marcelo:el Padre Beda me ha dado el enlace a tu blog y en esta entrada he querido saludarte, pasaré por aquí de vez en cuando para ir leyendo tus entradas. Gracias por la confianza e incluirme en tu lista de blogs.
ResponderEliminarEn cuanto a esta entrada, de acuerdo contigo sobre el responder con valentía, respeto y ejerciendo nuestra libertad cuando como creyentes somos señalados. Ánimo con tus clases y carga las pilas para el próximo Año Escolar. Un abrazo en Cristo
Gracias María Auxiliadora por tu comentario, y estoy encantado de enlazar tu blog, que tiene un contenido interesante para los que estamos en este camino de evangelización a través de la red. Me alegra muchísimo tu visita, y aquí quedamos hermanados. Un abrazo desde Tenerife
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