En las vacaciones de 1988, es decir, hace 23 años, justo la mitad de los años que tengo ahora, estuve unas semanas trabajando como misionero, junto con otros hermanos carmelitas descalzos, al norte de la Península de Paria, en el extremo oriental de Venezuela, uno de los enclaves más sugestivos de la geografía venezolana, famoso ya desde los tiempos de Cristóbal Colón, quien bordea esta costa en su cuarto viaje (1498), bautizando aquella zona, donde el verde de la selva y el azul del mar Caribe se encuentran, como Tierra de Gracia, según se lee en una célebre carta del almirante a Isabel La Católica.
Tengo que reconocer que al encontrar este vídeo, con música del Quinteto Contrapunto, y realizado por Antolín Martínez, me he emocionado un montón. Al contemplarlo, sin proponérmelo, vinieron a mi mente los momentos de aquella misión, convocada por el obispo de Cumaná, a la que acudimos jóvenes cristianos de todo el país, seminaristas, formandos religiosos, movimientos de apostolado seglar, catequistas, etc., distribuidos como equipos misioneros por los poblados de pescadores de aquella zona, teniendo como centro de operaciones a San Juan de las Galdonas, que era el pueblo más grande, y cabeza del municipio.
San Juan de Las Galdonas |
A mí me tocó el último pueblo donde terminaba la carretera: San Juan de Unare, más o menos a 30 minutos de San Juan de las Galdonas. Nunca olvidaré la tarde de nuestra llegada. La capilla, medio derruida, con una imagen bastante tosca de la Virgen, transmitía una sensación de soledad y abandono.
De hecho, San Juan de Unare era un pueblo que carecía de atención pastoral. Toda la presencia de la Iglesia se reducía a dos señoras mayores que preparaban cada cierto tiempo a los niños y niñas para la primera comunión, y a una visita que hacía el señor párroco de Río Caribe, unas dos veces al año.
Calle de San Juan de Unare |
La jornada misionera de cada día, era más o menos, así: levantarnos, oración, desayuno, salida para las visitas a las casas, por grupos de dos, luego el almuerzo, el descanso, y en la tarde-noche las charlas de la misión, que al principio se hacían en la escuela, y luego, cuando conseguimos acondicionarla y colocar unas bombillas, en la capilla.
La experiencia concluyó con una visita del obispo, quien fue clausurando la misión en cada uno de los pueblos con una misa, de sabor popular latinoamericano, tan en boga por aquellos años, constituyendo ello un motivo de fiesta y de alegría para toda la comunidad.
La misión no fue nada fácil, mi participación en la misma me hizo despertar de cierta visión romántica del trabajo evangelizador. Me di cuenta de las dificultades de anunciar la Buena Noticia, especialmente cuando las necesidades básicas no están atendidas, y los innumerables problemas que asolan a la gente sencilla de nuestros pueblos ponen a prueba nuestra esperanza: la pobreza, el abandono, la carencia de recursos, la falta de servicios básicos,...
Playa de San Juan de Las Galdonas |
Con todo, me doy cuenta ahora que lo escribo, ¡qué feliz me sentí entre aquellas gentes!, compartiendo su vida sencilla, intentando adaptar mis palabras a su imaginario, tan apegado a la tierra y al mar, a las faenas de la pesca, a ese ir y venir por la playa, en medio de sus dolores y de sus esperanzas, con esa alegría y ese buen humor tan característicos de la gente del oriente de Venezuela.
Comparto con ustedes todas estas cosas, pidiendo al Señor que se avive en mi, y en todos, aquel fuego de la misión, el deseo de salir al encuentro de nuestras gentes más sencillas, entre quienes vivió su vida el Señor Jesucristo, de vivir la vocación misionera que es común a todo cristiano, y que nos empuja a ir más allá de nuestras fronteras, a ser servidores de los demás, dando testimonio de fraternidad, construyendo la justicia, viviendo el mandamiento nuevo del amor mutuo.
Ahora que lo pienso, creo que las vacaciones de aquel verano de 1988 fueron una de las más felices de mi vida.
@MarceloMartín
Que buen video y escrito de una parte de mi pais, gracias por compartir con mis paisanos la palabra de Dios. En esos pueblos tan olvidados por los gobernantes pero son tan felices con su diario vivir, con todas sus carencias,pero muy unidos entre todos. Te confieso q también me emocionaste amigo, muchas gracias...
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