jueves, 5 de diciembre de 2013

¿Hablamos? 6 claves para resolver conflictos a través del diálogo


El día a día de las aulas está marcado por numerosos encuentros y desencuentros. Hay roces, rivalidades, antipatías, enfrentamientos, conflictos de todo tipo, de los alumnos entre sí, de los profesores con los alumnos, de los padres con los profesores, de los padres entre ellos. Las combinaciones son infinitas.

Frente a una situación de conflicto los adolescentes tienden a responder en forma reactiva, y algunas veces violenta: “Yo no soy tonto. Tú me la haces, yo te la hago, ¡pum!”

Se supone que cuando se presenta un conflicto los docentes debemos procurar  su resolución a través del diálogo y el consenso.

En la práctica constatamos que los chicos carecen de un modelo dialogal de resolución de conflictos, por lo que nuestra primera tarea es ofrecerles pautas concretas para que aprendan a resolver sus problemas de convivencia no con los puños sino dialogando, e incrementen así su competencia social.

La tarea no es fácil, pero vale la pena intentarlo.

Destacamos a continuación 6 claves importantes para que el diálogo logre su objetivo y contribuya a mantener y restituir el clima de convivencia:

1. Verificar que ambas personas están dispuestas a establecer un diálogo. Si una de las partes está cerrada a dialogar, o mantiene una actitud hostil, lo mejor es  aplazar el encuentro o buscar otras vías de solución según la normativa del centro.

2. Escuchar con atención, sin interrumpir, la exposición que haga la otra persona del caso, aunque no coincida con la versión propia. La meta es escuchar con empatía, es decir, poniéndose en el lugar del otro, e intentar comprenderle.



3. Evitar los juicios de valor sobre el modo de ser de las personas, sus características personales, o sus intenciones ocultas. Podemos, eso sí, valorar las acciones puntuales que hayan generado la incidencia. Mientras más específicos seamos en relación a los hechos, mejor.

4. Comunicar los sentimientos/emociones que nos ha producido la situación. Frente a esto no puede haber discusión, puede ser que lo que siento no se corresponda con las intenciones de la otra persona, pero mi sentimiento de enfado, humillación, injusticia, etc., es real. Paralelamente, he de aceptar los sentimientos/emociones que me comunica la otra persona en relación a la incidencia en cuestión.

5. Saber reconocer los errores cometidos y pedir disculpas si se ha causado daño a otros, o se la ha herido emocionalmente. Este punto suele ser el más difícil para ciertos adolescentes acostumbrados a no reparar el daño que cometen, y que afecta a terceros. Saber reconocer los errores es signo de seguridad en uno mismo, y un indicador de inteligencia emocional.

6. Todo diálogo debería concluir con algunos acuerdos que favorezcan la restitución del clima de convivencia. Por supuesto la amistad no se decreta, y si existe, por ejemplo, una corriente de antipatía entre las personas, es muy difícil que desaparezca por una simple conversación. Sin embargo, hay un nivel mínimo  exigible a todos: el trato respetuoso y amable que debe caracterizar las relaciones entre compañeros. El acuerdo debería incluir que se evite en lo sucesivo la acción que causó la incidencia y el establecimiento de una actitud de respeto y aceptación mutua.

Importante: el diálogo nunca debe sustituir la sanción que establezcan las normas del centro ante el problema de convivencia que se ha presentado. Los alumnos deben aprender que sus acciones tienen consecuencias y que deben responder por aquellos actos que cometen y que contravienen la normativa de la escuela.

Hasta aquí mi propuesta sobre las posibles claves a tomar en cuenta para establecer un diálogo fructífero en un contexto conflictivo. Estoy abierto a los aportes y opiniones que puedan enriquecer la reflexión.


@MarceloMartín

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