Estos días me he estado preguntando sobre cómo deberíamos educar, creyentes y no creyentes, a nuestros adolescentes frente a la realidad ineludible de la muerte.
Si no somos creyentes inculcándoles algunos valores básicos sobre la dignidad de la vida, sobre la necesidad de vivir acordes a nuestra conciencia, de enfrentar el fin de la existencia con entereza, respeto, testimoniando el amor, el mejor legado que podemos dejar a los que se quedan aquí.
Sí somos creyentes, además de todo lo anterior, ofreciendo un horizonte de esperanza que apunta a la resurrección y a la vida eterna, con el consuelo y la fortaleza que nos ofrece la fe en el amor de Dios, y que compartimos con nuestros hermanos y hermanas.
Deberíamos educar emocionalmente a los chicos para que asuman con inteligencia esta realidad que nos concierne a todos.
Inmersos en la cultura de la inmanencia que lo invade todo, actuamos como si no existiera la muerte. Esto es lo que vivimos muchos adultos, creyentes o no, y lo que observan los jóvenes, por más discursos que hagamos de cara a la galería.
Celebraciones como el Halloween, con su parafernalia de brujas, espectros y calaveras, convierten la realidad de la muerte en un juego de disfraces macabros, en un divertimiento que trivializa el significado del fin de la existencia, y lo asocia a emociones como el miedo, el terror y el mundo de lo oculto
¿Qué mensaje sobre la muerte transmitimos a los chicos cuando les organizamos una fiesta de Halloween? Dejo sin comentar lo que pensé al ver ayer en las noticias a un grupo de maestros con disfraces terroríficos asustando a sus alumnos de infantil y primaria,.... ¡Manda narices!
Del tema de Halloween ya hemos hablado en este blog: Halloween,... ¿qué hacemos? y Halloween,..¿una celebración inofensiva?,
Yo, por mi parte, frente a la realidad de la muerte y el más allá, no me canso de afirmar: ¡creo en el cielo!, creo con todo mi corazón que en la resurrección de Jesús la muerte ha sido vencida. Creo que ese es mi destino último: la vida eterna con Cristo Resucitado
Estoy convencido que si realmente creyéramos en el cielo, nuestra concepción de la vida y de la muerte serían distintas.
La fe en el cielo, y en la vida eterna, trastoca por completo nuestra visión de la existencia. ¿Se nota en tu vida que crees en el cielo? Esa es la pregunta.
Venimos del amor que nos ha creado a través de nuestros padres; volvemos al amor que desde siempre y para siempre nos ha amado.
He encontrado un vídeo que lo expresa de una manera admirable: el nacimiento de un bebe en paralelo al fallecimiento de una abuela. El ciclo de la vida en ese amor que se prolonga más allá de los límites del tiempo y la vida física.
Nos unimos hoy a toda la Iglesia en su plegaria por el descanso eterno de nuestros hermanos difuntos.
@elblogdemarcelo
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