Cada día estoy más desencantado de la modernidad.
Que nadie me mal entienda, no suspiro por una vuelta al antiguo
régimen, sino que reivindico ciertas verdades que encuentro mancilladas en esta
era de los discursos y la libre circulación de las mercancías.
Son las mismas verdades que nos prometió muy oronda la
Revolución Francesa: Libertad, fraternidad, igualdad. Compadre, la única "libertad-fraternidad-igualdad" que yo conozco es la de la cesta de la compra.
En nuestras modernas sociedades liberales todo está
supeditado al sacro principio del máximo beneficio, la ganancia. Incluso la
dignidad humana. Y también el derecho a la vida, y la libertad de la conciencia,
y la libertad de expresión, y la libertad religiosa.
El último campo de batalla será la religión ¡Nos la tienen
jurada! Cuando la prohíban, lo tengo clarísimo, la deshumanización y el control
sobre lo que pensamos será completo. Pero yo, y unos cuantos, somos la
resistencia.
La fe cristiana es un reducto de libertad y conciencia en
medio de un mundo cada vez más controlado, en su pensamiento, por una élite
dominante.
Ser cristiano es ser de la disidencia.
No soy posmo, pero sufro la crisis de una razón que se me ha
vuelto sofisma. La única racionalidad que impera es la del mercado y los índices
de audiencia.
Una tragedia aparece en las pantallas de nuestro televisor:
el Mediterráneo encharcado de sangre de emigrantes, gentes desesperadas que
huyen de la guerra y los conflictos, que huyen del hambre y la miseria. Son los
mismos que suben como hormigas por el mapa de Francia y se arremolinan en el Eurotúnel
de Calais.
¿Quién es el guapo que los detiene?
Europa mía, primermundiana de mi corazón, ¿qué vas a hacer
con África que se infiltra por las rendijas porosas de tus fronteras? ¿Los vas
a matar a todos de una puta vez?
Ellos con sus barcazas cochambrosas te está venciendo a ti, tan
tecnológica y tan nice, su anti-estética pobreza de negro, negrito, con la
bemba coloraá, afea tu paisaje. Ni tus murallas, ni tus rejas con alambres
de púa, ni tus policías, ni tus leyes, ni tus escudos, ni tus escuadras, ni tus
flotas, parecen funcionar.
El desarrolladísimo David Cameron está atragantado, Hollande
envía más policías, y pide colaboración, por favor, colaboración; la Merkel,
divina de la muerte, mira para otro lado.
Tocará construir murallas más altas, verdaderas fortalezas
medievales, y eliminar el espacio Schengen ese. Y convertir a África, y a todos
los países pobres, en los campos de concentración del siglo XXI ¡Qué consuman
nuestros productos, pero que se queden encerraditos en sus chabolas!
Europa, Europa mía, me parece que esta batalla la tienes
perdida, mamita.
Entretanto, en Barcelona celebran un macro festival gay. Tíos
cachas prometen una juerga infinita. Se calculan unos 150 millones de euros de
ganancia. De paso, una marihuana artificial, sintetizada en China, vuelve loca
a la juventud.
No nos agobiemos, pues, ¡seamos felices bebiendo Coca-Cola! Además,
estamos de vacaciones, la gasolina es 3 euros más barata que el año pasado, y llueven
las ofertas de playita con pensión completa, y selfie incluido.
“Piensa positivo y lo lograrás. Todo está en tu mente”, dice
una viñeta del Facebook.
Somos unos cínicos. Bien decía el angustiado Dostoievski: ¡todos somos culpables!
Mi desencanto crece, y no se me cura ni con Nietzsche ni con
Voltaire. Nadie se extrañe, pues, si cada día me reafirmo más en m opción por
el Nazareno, el Dios del pan y del madero, el humanísimo Jesús. Alguien qué venga, caramba, y me convenza de lo contrario.
Por lo pronto, en este tinglado, a mi me ha tocado ser
profesor de Religión, hubiera preferido ser monje trapense, pero ya puestos me
toca fastidiar y dar la tabarra.
@elblogdemarcelo
¡Querido Marcelo! Paz y Bien.
ResponderEliminarEstupendo vídeo, estupenda canción y estupenda tu reflexión... Coincido contigo. Ya somos dos los desencantados... Nos encontraremos en la disidencia resistente, desde el amor de Cristo.
Un abrazo fraterno.
José Manuel