Teresa del Niño Jesús, hoy, víspera del Domingo de Ramos ¿Por qué? Vamos, hombre, me dirá alguno, mejor sería un sesudo tratado de cristología, o quizás un libraco de espiritualidad bíblica, que nos ayuden a “sintonizar” con las celebraciones de la semana mayor.
Sí, tal vez sea cierto, pero quiero empezar esta semana de la mano de la monja carmelita, patrona de las misiones, y su Historia de un Alma
Porque en su libro encuentro un grito verdaderamente profético: seguir a Cristo es abandonarse en el abismo de la misericordia de Dios. Con todos nuestros pecados, con nuestras debilidades y miserias, tal y como somos. Entregarse.
Sólo desde el amor se entiende la locura de la cruz. Y Teresa lo comprendió, ella descubrió que su vocación en el corazón de la Iglesia era el amor.
El mismo amor que movió al Señor Jesús a ofrendar su vida, a entregarse al Padre con una confianza sin cortapisas.
Dios es amor.
Teresa desde las conmovedoras páginas de su autobiografía nos dice a todos y todas: vuelvan al amor, crean en el amor, déjense tocar y sanar por el amor, el amor nos transforma, nos configura con Cristo, nos libera y nos resucita.
Dios es misericordia.
El amor es el poder salvífico de la Semana Santa. El paso de Jesús por la muerte y la resurrección es la revelación de la misericordia en toda su plenitud.
Pidamos a Teresa del Niño Jesús, que toda la Iglesia sea arrastrada en esta semana por la fuerza arrolladora del amor y la misericordia.
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