En mis viajes interplanetarios por la Red descubrí al artista estadounidense Michael Birawer (1971), un pintor de ciudades en movimiento, ambientes urbanos giratorios donde no falta la fuerza sugestiva de los colores puros y, sobre todo, la gente, mucha gente, personas que colman el escenario y se mueven al son de la calles. Un feliz hallazgo.
La dinámica del trazo parece evocar el zigzagueo de los graffitis.
Son ciudades optimistas, satisfechas de sí mismas, del frenético ritmo de sus lugares de reunión: el estadio, el centro comercial, los locales de vida nocturna,...A mí me hacen evocar la sociedad que retrató Aldous Huxley en su novela Un mundo feliz (1932), cuyos habitantes son condicionados para producir, consumir y obedecer.
Son cuadros de la vida moderna desde el prisma de un mundo secular y clasemediero, donde hasta los luminosos avisos publicitarios forman parte del paisaje.
Ciudades que retratan el progreso de la modernidad ilustrada, la libertad democrática que no cesó de cantar el poeta Walt Whitman, el mundo de las oportunidades que expende el libre mercado citadino.
Detrás de esta fachada tan seductora, han desaparecido las barriadas pobres, las colas de desempleados, la soledad de los mayores, o la gente que va exhibiendo sus miserias por las calles, sea que duerman en un cajero automático, o pidan una moneda para desayunar.
Los seres que habitan las ciudades de Birawer parecen vivir en confortables apartamentos con calefacción, moverse en coche, beber coca-cola, trabajar en elegantes oficinas, y contar con los recursos necesarios, y el tiempo, para salir a divertirse por las noches.
Es el American Dream, versión XXI.
Cabe preguntarse: ¿Y Dios? ¿Está ausente Dios de la optimista ciudad moderna?
La presencia de Dios en medio de las ciudades, pienso, es paradójica.
Por una parte, Dios ama la vida, el movimiento, la música, la alegría, el color, y apuesta por todo aquello que signifique un verdadero progreso para la vida humana,..la ciencia, la tecnología, el arte,...fruto de esas semillas de bondad y sabiduría que se han sembrado en el corazón de las personas, creadas a imagen y semejanza del Dios vivo.
Las ciudades representan, en muchos sentidos, ese querer de Dios.
Sin embargo, las ciudades contemporáneas, con sus luces de neón y sus grandes edificios de cristal, centradas en una visión productivista y consumista del ser humano, pueden llegar a ser claramente deshumanizantes. Cierta mentalidad relativista, el hedonismo materialista que se alza como estandarte y modo de vida, termina por atentar contra la dignidad humana, y enfermar el corazón.
No se puede vivir dignamente de espaldas a nuestra realidad espiritual.
Necesitamos volver a nuestro corazón, encontrar la senda interior, buscar la presencia de Dios en nosotros y nosotras.
Necesitamos volver a escuchar la buena noticia del Evangelio de Jesucristo. Y anunciarlo en medio de las calles, testimoniando el amor verdadero que hace realmente feliz a la gente.
Viviendo la solidaridad y el amor fraterno. En los cuadros que Dios pinta nunca se esconden los pobres, ni los que sufren.
Para este Amor hemos nacido.
Y los cristianos y las cristianas estamos allí, en medio de la masa, para ser la levadura que la fermenta, la sal que da sabor a las calles del mundo.
Y los cristianos y las cristianas estamos allí, en medio de la masa, para ser la levadura que la fermenta, la sal que da sabor a las calles del mundo.
Y tú, ¿Cómo percibes la presencia de Dios en medio de la ciudad?
Para conocer más sobre Michael Birawer, consulta su página Web: The Art of Michael Birawer
Las imágenes están tomadas de esta fuente.
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