Siendo un estudiante universitario leí la novela de Jack Kerouac, "En el camino", la historia de un joven de Nueva York
que emprende un viaje a través de Estados Unidos, transportándose casi siempre
a dedo, hasta alcanzar la ciudad de San Francisco ("Frisco" en el
argot juvenil del momento), el epicentro del movimiento hippie de los sesenta.
Entreverado con la historia, aparecen los amigos del protagonista, unos
personajes underground, inadaptados, que lo acompañan en su travesía, y que
comparten su búsqueda del sentido y del significado del camino.
Los temas se suceden en la novela con verdadero vértigo: el
amor libre, las drogas, el jazz, el budismo, la experiencia mística, Nietzsche,
Dios, la amistad, la libertad, el sentido y la experiencia de vivir. De fondo,
la metáfora del camino, que en sí mismo ya es parte del destino de cada
caminante.
"Ponerse en camino", traduce una actitud de
ruptura frente a las verdades cómodas, el espejismo de nuestras seguridades y
convencionalismos, nuestros viejos valores y creencias que, sinceramente,
aburren, y ni nos mueven ni nos ilusionan.
Hay una frase mágica que se repite en varios lugares del
relato, to be excited with the life, "estar entusiasmado con
la vida", lo que significa estar "flipado" con la experiencia
alucinante de estar vivo y de respirar. Para mí, sin duda, el mejor testimonio
de Dios mismo, pues ¿qué mayor revelación de lo divino que sentirse vivo y
palpitando?
Jack Kerouac fue el autor emblemático de la llamada generation beat, la cual no es sólo un
modo de concebir la literatura, ligada al automatismo del lenguaje y a la escritura
como búsqueda espiritual. Los escritores “beat” representaron, además, la
experiencia de toda una generación que quiso rebelarse frente a las ataduras de
una sociedad de consumo, estereotipada, que idiotiza a sus nuevas generaciones con
sus mensajes/masajes que disfrazan sus injusticias e incoherencias.
Fue, básicamente, en los sesenta cuando los valores
tradicionales, entre ellos también los religiosos, se resquebrajaron. El
reclamo fue un modo de vida alternativo, en ruptura con lo establecido: el amor
libre, la experiencia con las drogas, el rock, la libertad frente a todo
autoritarismo, la vuelta a la naturaleza, la comuna, la búsqueda de lo
espiritual en las religiones orientales.
En medio de este reclamo por volver a la libertad primera
del hombre "natural", ¡qué anhelo tan acuciante por hallar un sentido,
por encontrar una raíz espiritual que centre la vida!
El movimiento juvenil de los hippies fue devorado, y
domesticado, por la voracidad del mercado capitalista, que convierte todo en
mercancía y fetiche de intercambio. Pasan las décadas, muchos de nuestros
jóvenes del siglo XXI, despolitizados, hipnotizados por la cultura instantánea
del ordenador y el móvil, atrapados en un hedonismo narcisista, entre los
libros de autoayuda y los reality shows,
dan la impresión de estar bien "adaptados" bajo el régimen de sus
mayores.
Cuando, por fin, bajan al planeta tierra, y dejan de soñar
en convertirse en "famosos" o en estrellas de fútbol, su anhelo más
humilde es llegar a conseguir un empleo que les permita vivir, o sobrevivir, decentemente.
De rebeldía, la mayoría, nada de nada.
En mis estudios de teología, un "saber" sobre Dios
en "diálogo" con los hombres, tuve como interlocutor a Jack Kerouac y
su historia. De hecho, en mi trabajo final sobre el tema de la revelación,
inserté un párrafo de la novela donde se habla de la certeza de Dios, por la
contemplación del misterio mismo de la existencia, aunque su demostración
racional nos resulte a algunos oscura o problemática.
Yo, que también vivo On
the road, estoy encontrando el sentido de mi viaje existencial en el profeta
Jesús de Nazaret, en quien he ido descubriendo al Hijo del Dios vivo, aquel que
buscaban sin saberlo los colgados de la novela.
El Dios de Jesús, un Padre bueno que ama la vida y que nos
convoca a “desinstalarnos”, a ponernos en camino hacia el San Francisco del
cielo, viviendo, a trancas y barrancas, el santo Evangelio e intentando
practicar, en lo prosaico de cada día, el mandamiento nuevo del amor fraterno.
Y es que, por distintas sendas, todos caminamos a San
Francisco, con flores en nuestra cabeza.
@elblogdemarcelo
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