Hoy me propongo eludir la trama viral de las redes sociales, este thriller de palabras que consumen mi tiempo y mis ganas. Lo confieso, me siento acogotado del laberinto de enlaces, etiquetas, opiniones, comentarios y avatares, en que me he visto envuelto últimamente. Tal parece que en ello me estuviera jugando la honra de mi abolengo, y la caridad de mis maneras ¡Basta ya!
Me propongo por unos días recuperar el silencio de la tarde, acallar este excesivo parloteo de mis horas veraniegas, y sumergirme simplemente en la molicie del día, ensayando la vieja facultad antropológica de escuchar y de escucharme.
Claro que comprendo, y tanto, la utilidad de las redes sociales. Pero este querer, por Dios, poner en la mirilla los insulsos acontecimientos de la vida cotidiana, las opiniones fluctuantes de lo que acontece, minuto tras minuto, y comentarlo, y volverlo a recomentar, y pinchar el dedito facebookero del “me gusta”, retwitearlo, subirlo al Tuenti, o al novísimo Google +,… informando a media humanidad de mi pobre existencia es, sencillamente, demasiado.
A veces me parece, no sé qué opinan ustedes, que todo esto raya en un cierto narcisismo, una especie de exhibicionismo de lo que hacemos y pensamos, lo que a la postre consigue, así de simple, aburrirnos.
Una cosa que no deberíamos olvidar es que las redes sociales son siempre una realidad virtual, es decir, simulada, un espejo del mundo de verdad donde los seres humanos, la gente real, comparten tiempos, espacios y palabras. No son la realidad misma ni la sustituyen; lo más que pueden, que no es poco, es acortar el tiempo y facilitar la comunicación; favoreciendo, con suerte, el encuentro de las personas, y una especie de democratización de la información que va rodando por la Red.
Qué quede claro entonces: las redes sociales son, básicamente, maravillosas.
Pero tienen sus propias perversiones, y pueden convertirse en una suerte de alienación muy adictiva: sustituir la carne y la sangre de la realidad verdadera; convertir en efímero lo que sucede, banalizándolo con el correr de las horas; y, lo más grave, embotar los sentidos interiores, donde reside la capacidad humana de estar consigo y de meditar sobre la experiencia, dando sentido y contenido al indefinible misterio del vivir.
Y por si fuera poco, las redes sociales son insaciables consumiendo el bien más precioso que tenemos todos: el tiempo.
He dicho.
A mí me está pasando lo mismo. Al final haremos lo que en su momento hicimos con el Messenger: desconectar. Al fin y al cabo, los amigos online no siempre son los verdaderos.
ResponderEliminarjaajjajajajjajaaj excelente es verdad yo también un dias de estos diga BASTA YA!!!! jajajajajaj sencillamente magistral
ResponderEliminarUn Abrazo
¡Estimado Marcelo! Paz y Bien.
ResponderEliminarPones, una vez más, "el dedo en la llaga" con los peligros de las redes sociales. Yo lo veo cada vez más en nuestros alumnos: enganchados al tuenti, compitiendo en una carrera por tener más fotos, les queda menos tiempo para estudiar y para conocerse a sí mismos, confundiendo la amistad con un chat en una pantalla. Las nuevas tecnologías pueden ser un poderoso aliado en recursos para el aula, pero también pueden convertirse en un poderoso obstáculo para transmitir valores y conocimientos. Habrá que saber utilizarlas para conseguir el deseado equilibrio entre educación y esparcimiento, que también es necesario.
Me encantan tus reflexiones. Se ve claramente que tienes una sensibilidad especial para poner en palabras lo que son sentimientos compartidos.
Un abrazo fraterno desde Madrid.
Amigos ¡¡Gracias !! por los comentarios, sí, veo que no estoy en solo en mi cruzada por una mayor sobriedad en el uso de las redes. Casualmente en el tranvía esta noche me puse a hablar con una señora sobre este tema, y me comentaba su preocupación por su hijo que se la pasado todo el mes enganchado al bendito Tuenti, es decir, compañeros, el tema está en la calle, osea que deberíamos crear espacios para que los chicos compartan en la vida real y llenen ese "hueco" con amistades verdaderas. Un saludo desde mi noche tinerfeña
ResponderEliminar¡Genial, Marcelo! Justamente en estos días me pasaba por la mente el mismo tema. Todavía no he escrito nada; tengo que reflexionar más. Pero se ve, el tema está en el aire. Como anécdota, te cuento que, hace unos años, asistí a un fin de semana de la pastoral familiar, para gente que vive sola. Una mujer estaba muy triste porque su novio acababa de morir. En la conversación salió que el tal "novio" era un novio por chat. Y una participante le dijo a la cara: ¡"es que tú necesitas a alguien que te toque, y te diga que estás fría, sudada, hedionda"! Más claro no canta un gallo. Bueno, por algo Dios se hizo hombre, para estar con nosotros, "en vivo y directo".
ResponderEliminarUn abrazo, Beda
Gracias P. Beda por compartir tus sentir, y coincidimos en esta percepción de que necesitamos experimentar vidas verdaderas y no existencias "virtuales". Claro, que tiene ver con el misterio de la Encarnación, la humanidad de Jesús es camino para entender que necesitamos el calor de una amistad verdadera para crecer seres humanos. De todas maneras, hacernos presentes a través de las redes o el blog, es una forma de sembrar palabras de vida y de luz, en medio de toda esta cantidad de "ruido" que fluye a través del Internet. Un saludo a la comunidad.
ResponderEliminarBlogueros con el Papa: Gracias por la invitación, voy a enterarme bien, y cuenten conmigo para promocionar el evento. Gracias por la visita a estas páginas. Un saludo desde Tenerife
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