Escuché por primera vez esta canción en Venezuela, en un programa televisivo muy popular allá por los años 70, y principios de los 80: Sábado Sensacional. Aunque era un niño, recuerdo perfectamente la imagen: una simpática señora, Cony Méndez, sentada sola frente a un micrófono con un cuatro, desgranando con alegría, su sencillo, pero contundente, canto: yo soy venezolana.
Sin cortapisas, la canción afirma con orgullo, y con gracia,
el sentido de pertenencia a una tierra y a una historia. El sentido de
pertenencia, sobre todo, a una ciudad: Caracas.
Eso de ser venezolano, y caraqueño para más inri, es algo muy
complejo, es mucho más que nacer, y crecer, y, con frecuencia, sobrevivir, en
un entorno equis llamado con ese sugestivo nombre de Venezuela. Junto con la tierra, y los genes, heredamos las
ilusiones y las frustraciones de las generaciones que nos precedieron, los
proyectos que no se realizaron, las palabras que se dijeron y no se cumplieron,
los logros y los errores de nuestros dirigentes e intelectuales. Todo está ahí,
en ese magma volcánico que es la
conciencia venezolana.
De ser una relativamente tranquila y poco importante colonia
del imperio español, pasamos a liderar de un golpe la independencia de las hoy
llamadas naciones bolivarianas: Venezuela, Colombia, Ecuador, Perú, Bolivia,
Panamá. Una proeza protagonizada por toda una generación de venezolanos, la de
1810, hecha de hombres gigantes, épicos: Páez, Sucre, Miranda, etc., con Simón
Bolívar a la cabeza de la procesión.
Pero aquí comienzan los problemas, roto el sueño de la Gran
Colombia, un proyecto de país cuya efímera existencia no superó los diez años,
Venezuela pasa a convertirse en una entidad en constante definición de sí misma, dominada por caudillos regionales, por oligarquías de clase y
rango, en constante zozobra política, orgullosa sí de su gesta histórica, pero
incapaz de hacer realidad las revoluciones que ella misma promulga, de
garantizar un nivel mínimo de realización de sus propios sueños como patria.
Se estaba cocinando la frustración histórica de una ingente
masa de ciudadanos y ciudadanas, cuyas reivindicaciones sencillamente fueron postergadas
repetidamente a la largo de la historia, y que en el siglo XX se convertirían
en ese sector mayoritario de venezolanos y venezolanas que conforman las clases
sociales más pauperadas del país
La llegada de la riqueza petrolera, gracias a la cual el
Estado disfrutó de una relativa bonanza económica durante un buen trecho del
siglo XX, aunque hizo posible la modernización del país, y el surgimiento de
una cierta clase media, bajo un sistema de democracia representativa, no se
tradujo, sin embargo, en un cambio significativo de nuestra dinámica social y
económica.
Continuamos siendo un país sometido a los vaivenes del
mercado capitalista internacional, incapaces de gerenciar un proyecto de
diversificación del aparato productivo, y, lo que es peor, sin dar respuesta a
las expectativas históricas de esa inmensa masa de población proletarizada, que
fue ocupando los cinturones de miseria de las grandes ciudades: Caracas,
Maracaibo, Valencia, etc.
Sólo profundizando en las razones históricas de lo
acontecido en las últimas décadas del siglo XX, se puede comprender el
surgimiento del fenómeno del chavismo.
A partir de la crisis de los años 80, la llamada década perdida, Venezuela
quedó literalmente atrapada en la trampa mortal de los grandes poderes
financieros internacionales: FMI, BM, etc.
El intento de los sucesivos gobiernos por poner en práctica
las medidas de ajuste impuestas desde afuera, lejos de mejorar las condiciones
económicas del país, fueron mermando paulatinamente la calidad de vida de
amplios sectores de la población, empobreciendo significativamente a la ya de
por si reducida clase media.
En este contexto de frustración social, de emergencia
económica, surge un liderazgo como el de Hugo
Chávez, que se apropia de los valores, el lenguaje, los sentimientos, de
los sectores populares, con un talante comunicacional agresivo, que apela sin
recato a las emociones más intensas de la conciencia ciudadana, manipulando a
su favor, con buena o mala intención eso no lo sé, todo el sustrato de
antagonismo social acumulado en el inconsciente
colectivo venezolano durante siglos y siglos de desigualdades e injusticias.
Por si fuera poco, asocia a su movimiento el icono más
prestigioso del imaginario nacional: la figura de Simón Bolívar.
Aunque el chavismo
postula un cambio radical en la dinámica social venezolana, el tan pregonado socialismo del siglo XXI, su perfil es
claramente autoritario y populista, una peligrosa vuelta a los caudillismos del
siglo XIX, concentrando en forma abusiva la toma de decisiones y el control del
poder social, y perpetuándose en el ejercicio de la presidencia, merced a
sucesivas reformas constitucionales, durante varios períodos de gobierno, sumando
hasta la fecha 13 largos años al frente del Ejecutivo.
De los resultados del chavismo
no quisiera ni hablar, baste decir que más allá de los logros, escasos en
relación a las expectativas de cambio de sus seguidores, y de las medidas
efectistas del gobierno, todas de un grosero corte populista y casi siempre asistencial,
los grandes problemas del país no sólo
no se han resuelto, sino que en algunos sectores se han agravado notoriamente, como es el caso de la inseguridad ciudadana.
Con todo, quizás lo más venenoso sea el discurso incendiario
del Presidente, una verborrea que se ceba fomentando deliberadamente, y sin
tregua, hoy sí y mañana también, los odios y las divisiones entre los venezolanos
y las venezolanas, demonizando continuamente a quienes tienen el atrevimiento
de pensar distinto. Como si él fuera el depositario de todas las ideas
brillantes y posibles, como si el resto de ciudadanos y ciudadanas padeciéramos
alguna especie de tara que nos convirtiera en subnormales.
Lamentablemente, y perdonen que me extienda en esto, pero el
chavismo no admite ningún tipo de discusión
inteligente, desde su esquema mental e ideológico no existen los matices, por eso se exige una adhesión casi
religiosa a su persona. Triste espectáculo el de sus ministros, una verdadera
corte de acólitos, desempeñando el papel de eternos adolescentes de “lleva-y-trae” los recados del jefe.
No quería hablar del chavismo,
nunca lo había hecho públicamente, pero así me ha salido, y ya que lo he escrito,
no lo voy a cambiar. Es un tema demasiado importante, demasiado doloroso, para permanecer neutral.
Sin negar cuanto de verdad pueda haber en esta imagen, ¡no
nos quedemos prendados de ella! como si se tratase de una cataplasma
de la autoestima colectiva; tampoco asumamos una actitud fatalista como si estuviésemos
predeterminados, por una suerte de hado fatal, a fracasar en la construcción
del sueño de país que hemos ido heredando de generación en generación.
Reafirmemos nuestra identidad, digamos con fe, aunque -como
en mi caso- nos toque vivir lejos de la tierra, yo soy venezolano, sin patrioterismos estériles, asumiendo la
responsabilidad de nuestra historia, con realismo, abiertos al mundo, abiertos
sobre todo a la posibilidad.
Porque Venezuela sigue siendo un país de posibilidades, la
tierra joven que conoció mi padre, emigrante canario, a finales de los
cincuenta del siglo XX
Quizás el mayor reto actual sea escapar de la dictadura del pensamiento único, superar las heridas
que ha causado, y causa, el discurso excluyente, agresivo, enfermizo, del actual
Presidente, recuperar el sentido de país completo, la nación venezolana, de cuyo
significado se ha apropiado abusivamente
el que ocupa la silla de Miraflores.
Que nadie nos impida decir con la cabeza y el corazón, yo soy venezolano, no le discutamos a
Cony Méndez quién es el más criollo, la identidad
nacional no es sólo un regalo, es también una tarea cotidiana, hemos de
vivirla con dignidad, soportando la complejidad
del ser venezolano con esperanza, con inteligencia y, sobre todo, con trabajo, con mucho trabajo.
Que la Virgen de
Coromoto, que nos ha acompañado desde el comienzo mismo de nuestra
historia, nos ayude en este camino, y bendiga siempre a los hijos e hijas de
nuestra querida Venezuela.
@MarceloMartín
@MarceloMartín
Gracias amigo Marcelo, muchas veces he querido leerte con esta tónica, con tus análisis, sobre nuestro país dolido,maltrecho,maltratado y no amado como se debe...
ResponderEliminarContinúa con tus buenos análisis , del cual cada uno de nosotros tenemos mucha tela que cortar. A veces he querido decir muchas cosas sobre nuestra situación actual, y tal vez algún día lo haga.Saludos.
Un gran abrazo amigo.
Gracias Irene por tus palabras, y te comparto que no siempre es fácil escribir, por eso la tentación es a veces ir bordeando las cosas sin llegar ¡zas! al tema principal,..Pero sea como sea, ese historia, ese pensamiento que está ahí dándonos vuelta siempre sale, por más que le huyamos,...Espero también, como no, escuchar tus propias reflexiones, que vienen a recomponer un pensamiento colectivo de cuantos, lejos o cerca, nos sentimos vinculados a la tierra venezolana.
EliminarUn abrazo grandote,
Marcelo
"(...)los grandes problemas del país no sólo no se han resuelto, sino que en algunos sectores se han agravado notoriamente"
ResponderEliminar¿Y la educación? ¿Los índices de analfabetismo no dicen nada? ¿La pobreza y la desigualdad siguen igual que siempre? Me parece que no estás siendo objetivo para nada. Das muchas cosas por sobreentendidas; los argumentos brillan por su ausencia.
Y encima luego viene:
"(...)el chavismo no admite ningún tipo de discusión inteligente, desde su esquema mental e ideológico no existen los matices, por eso se exige una adhesión casi religiosa a su persona."
Bueno, si vas a prescindir de los argumentos no esperes que del otro lado se 'admita' ningún tipo de discusión inteligente. Sería interesante ver a los críticos del chavismo dar ese primer paso. Pero claro, para eso tienen que empezar por admitir sus posiciones ideológicas, lo cual no les es grato.
Ante todo un saludo, y gracias por compartir tu opinión sobre mi escrito. Comprendo que he manifestado mi opinión sobre un tema muy sensible para los venezolanos, donde tienen cabida toda suerte de visiones sobre una realidad tan compleja como la nuestra, por lo que es muy difícil ser objetivo porque somos actores sociales vivos, nos movemos por valores y creencias que forman parte de nuestra conciencia humana.
EliminarSi lees a fondo el artículo hay un intento por explicar desde la historia el surgimiento del chavismo como fenómeno venezolano. Arrastramos una deuda historia con una inmensa porción de la población que reiteradamente ha visto postergadas sus reivindicaciones sociales, el derecho a una vida digna.
Sigo pensando que la gran transformación del país es tarea pendiente, que el problema de la inseguridad tiene magnitudes desproporcionadas, y que el cariz populista y autoritario de la gestión de gobierno no se corresponde con un modelo de liderazgo moderno y verdaderamente participativo, propio del siglo XXI
Sigo pensando en el tremendo daño que nos ha hecho como pueblo el discurso mesiánico, agresivo, radical, que impide la posibilidad de pensar distinto al jefe. Si alguien se atreve a tener una visión distinta de las cosas es demonizado automáticamente ¡Qué triste que una sola persona tenga el monopolio del pensamiento de todo un país!
Seguramente habrá logros y avances sociales frutos del chavismo, sin embargo en 14 años no se ha producido la transformación social y económica del país. E insisto aunque te parezca poco objetivo, hay problemas que se han agravado.
No quiero entrar en polémica sobre Chávez, no quiero seguir el juego de discusiones infinitas a que nos ha sometido su discurso, dividiendo y sembrando el odio entre compatriotas. No soy objetivo en este tema, no lo pretendo. Comparto con otros libremente mi visión e intento respetar las opiniones de los otros.
¡Dios nos libre del pensamiento único!
Un saludo fraterno,
Marcelo