" Será como un árbol plantado al borde de la acequia, da fruto en su sazón y no se marchitan sus hojas; y cuanto emprende tiene buen fin" (Salm. 1, 3)
El salmo 1 comienza como las bienaventuranzas de Cristo: "Dichoso...". ¿Quién es llamado así?. El que no sigue el consejo de los impíos, es decir, de aquellos que permiten que las preocupaciones del mundo, la seducción de las riquezas y las demás concupiscencias les invadan y ahoguen la semilla de la Palabra que ha sido sembrada en ellos.
Ni entran tampoco por la senda de los pecadores, cuya puerta es siempre ancha: vivir con una mentalidad mundana, vivir como enemigos de la cruz de Cristo, escándalo para los judíos y necedad para los griegos, pero para los creyentes fuerza de Dios y sabiduría de Dios.
Ni se sientan en la reunión de los cínicos, o de los burladores, los que ponen su confianza en sus propias riquezas, y se burlan de las penas del justo, porque como no creen que exista un juicio, se figuran que su culpa no será descubierta ni aborrecida.
Todos alguna vez hemos estado en esta comparsa de impíos, pecadores y cínicos: cuando nos dejamos atrapar por la concupiscencia de los ojos, por la soberbia de la vida y por la vanidad de las riquezas. El que esté libre de pecado que tire la primera piedra.
Este es el camino de la no felicidad. (Los que lo hemos transitado damos fe de cuán amargo puede ser)
En contraposición a todos estos, este salmo nos ofrece otro sendero para ser felices: la Palabra.
Meditarla, susurrarla, rumiarla, repetirla, paladearla, celebrarla, orarla, obedecerla, con los labios, con el corazón, con la vida. La Palabra. Ella transforma nuestra mente, nos da la mente de Cristo, para que sepamos discernir lo que es la voluntad de Dios, lo bueno, lo que a Él le agrada, lo perfecto.
Por la Palabra somos re-engendrados a la vida nueva, ella es lampara para nuestros pasos, consuelo en la aflicción, sanación para nuestras heridas.
La Palabra nos corrige y exhorta, nos alienta en el combate, nos da la sabiduría que puede conducirnos a la salvación mediante la fe en Cristo Jesús.
Entremos por ella, es camino estrecho pero su yugo es suave y su carga es ligera, daremos frutos abundantes, ha sido sembrada en nosotros y es capaz de salvarnos porque la gracia nos ha sido dada en Jesucristo, Señor Nuestro.
Hermano, hermana, lleva tu vida, tus problemas, tus necesidades, a la Palabra. En ella están las respuestas a tus anhelos, consulta a la Palabra.
Los cristianos creemos que la Palabra es Cristo mismo, el Hijo de Dios, el que nació de María Virgen por obra del Espíritu Santo que la cubrió con su sombra.
Este es, sin duda, el camino verdadero que conduce a la felicidad y a la vida.
Gloria al Padre, y al Hijo y al Espíritu Santo. Amén.
No hay comentarios:
Publicar un comentario