domingo, 31 de julio de 2011

EL SILENCIO: Una experiencia de oración

A veces mi oración es sólo silencio.

Yo, que en mi vida diaria puedo llegar a ser un contumaz parlanchín, hay días en que, apartando un momento para estar con el Señor, me quedo mudo, no hallo cómo contarle lo que necesito. Sólo acierto a estar allí.

Y no porque no tenga cosas que decirle, necesidades o problemas que confiarle, o bendiciones que agradecerle. El caso es que no me sale nada, pienso un poco, me distraigo, vuelvo a intentarlo, y así se me va el tiempo.

Me consuela pensar lo que dice Jesús en el Evangelio, que no ande largándole grandes discursos sobre lo que me pasa, que ya el Padre conoce de antemano lo que necesito.

Me viene a la cabeza la respuesta de la Madre Teresa de Calcuta, una vez que le preguntaron cómo era su oración. Ella, seguramente inspirándose en una conocida experiencia de la vida del Santo Cura de Ars, respondió: Él me mira, y yo lo miro, constituye la oración perfecta. A mí nunca se me olvida aquello.

O lo que dice Juan de la Cruz al referirse a este silencio delante de la Presencia: El mirar de Dios es amar, y hacer mercedes.

La oración de silencio es un ejercicio práctico de la virtud teologal de la esperanza.

La oración de silencio es una plegaria de fe desnuda y sin asidero, porque Dios está siempre más allá de lo que entiendo, pienso o siento.

El silencio me ayuda a palpar mi pobreza, delante de Dios y de los hombres.

Es vaciarse de palabras inútiles, que de tanto decirlas sin pensar corren el peligro de perder su significado, y carecer de sentido.

En el silencio Jesús me sana por dentro, soy tocado por la gracia, me purifico.

En el silencio me voy liberando de todo lo que me ata, y vuelvo a lo esencial: Dios, el ser humano, el amor,...

En el silencio me rindo delante de Jesucristo.

No tengamos miedo al silencio cuando se presente en nuestra oración, pues puede significar el paso a una experiencia más profunda del amor de Dios.

Pues hay silencios que están preñados de una gran revelación. Es cuando escuchamos el susurro de la brisa, la misma que sintió Elías en la cueva, que nos dice a cada uno: tú eres mi hijo, tú eres mi hija, y yo te amo mucho. Amén.

4 comentarios:

  1. Creo que lo de "El me mira y yo lo miro" es del santo cura de Ars. El resto de la reflexión está muy bien, pero ese pequeño detalle puedes corregirlo.

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  2. Amigo Antonio gracias por tu visita y tu comentario. Es cierto el origen de la frase es del Santo Cura de Ars, por cierto una anecdota muy bonita. Yo se la escuché a la Madre Teresa en una entrevista que le hicieron en España, y la frase completa sería: "Yo lo miro, y el me mira", constituye la perfecta oración" Me imagino que ella se inspiró en el Cura de Ars. Aquí te pongo unos enlaces:

    http://blogs.periodistadigital.com/infordeus.php/2007/08/25/p112556

    http://www.caminando-con-jesus.org/hagiografia/madreteresa.htm

    Gracias pot tu aporte y feliz Domingo,...

    Marcelo

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  3. Amigo Marcelo yo trato de hablar con el mentalmente,otras con alabanzas,todo mentalmente.
    Creo que mas que pedir,me inspira es el bendecirlo y dar las gracias POR TODO LO QUE ME DA, aunque solo sean mis pensamientos y no mis palabras (que tambien me gustaría,expresarle).

    Cuando algo me preocupa muy fuertemente,si me salen,pero muy poquitas frases...

    Pienso que lo importante es que lo recordemos y asì mantenemos la comuniòn con el.

    Dios te Bendiga !!!

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  4. Irene: ¡Qué bonita experiencia la que compartes! A mi me pasa a veces que si estoy agobiado por algo, la misma tensión hace que me resulte difícil orar, y entonces me alivia un montón darle gracias por aquello que me preocupa, y enseguida me ánimo y pongo mi mirada en Jesús, y pareciera que renace la confianza.

    Una vez leí una frase y la pegué en un pequeño "corcho" que tengo enfrente de mi mesa. La comparto contigo:

    "La mayor fuerza del hombre, estriba en la fuerza de su plegaria".

    Un saludo desde el mar Atlántico

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