Junio es, por lo menos aquí en España, el tiempo de las orlas, una palabra que no sólo hace referencia a la foto conmemorativa del curso, sino a la celebración en sí del acto de graduación: de la ESO al Bachillerato o al Ciclo Formativo; o de esta última etapa de la Secundaria a la Educación Superior.
Para los jóvenes significa un reconocimiento público de la meta académica que han logrado, motivo más que suficiente para festejarlo con sus familiares, profes, y amigos.
Detrás de cada adolescente que obtiene una titulación, hay siempre una historia, a veces escondida, de amor y entrega de los padres, la dedicación de unos profesores que les han guiado durante el camino, y, por supuesto, el esfuerzo por estudiar que han hecho los mismos chicos venciendo muchas veces dificultades que parecían insalvables.
De vez en cuando escucho comentarios que restan importancia a este acto tan significativo, desconociendo su benéfico impacto motivacional, y el subidón de autoestima que suelen experimentar los padres, con justificada razón.
Acompañarles como profesores en este acto, es una forma de decirles: el éxito de ustedes, es nuestro éxito. Sí, claro que sí, ¡vale la pena estudiar!
Como cristiano pienso que la graduación es también un momento privilegiado para agradecer a Dios los dones recibidos, y encomendarle la vida, con todas sus posibilidades y desafíos.
La canción de Vitamin C: Graduation Song, habla sobre los sentimientos y expectativas que se despiertan en los jóvenes al finalizar la Educación Secundaria.
Más allá de los cambios que la vida va imponiendo a cada uno, los lazos de la amistad y del compañerismo, especialmente los vividos en la primera juventud, tienden a permanecer en el afecto y en el recuerdo.
Para todos los que en estos días están de graduación: ¡Felicitaciones! ¡Qué Dios les colme siempre de grandes bendiciones,...y que ruede la alegría!! Amén :)
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