Cuando observo lo que sucede a mi alrededor, aquí mismo por estos predios de Europa, mi corazón de creyente tiembla y piensa en la historia del pueblo de Dios, la que nos cuenta la Biblia, la que arranca con Abraham y termina con el Bautista, y que forma una unidad revelatoria/salvífica con el acontecimiento definitivo de Jesucristo, Señor Nuestro.
Es que uno de los descubrimientos que hice, en mis años de formación teológica, fue que el proyecto de Dios sobre Israel es paradigmático del plan de Dios, del querer de Dios, para la humanidad entera.
Dios elige a unos pobres esclavos que viven oprimidos bajo el yugo de un pueblo poderoso, los últimos de la sociedad, gente baja y sin papeles, y los libera, llamándoles a liberarse, les guía por un enorme desierto, hace un pacto de amor con ellos, y les entrega el don precioso de la tierra, que es tanto como decir su dignidad de hombres libres.
Con ellos Dios crea una nueva sociedad, una sociedad contraste, donde no existen las desigualdades de siempre, fundada en la justicia y el derecho, sin cortes ni ejercitos que mantener, sin la violencia de unos dioses de piedra que oprimen al hombre. Por lo contrario, la preocupación de este Dios único, invisible y liberador, Yahvé, es el asunto del huérfano y de la viuda, el problema del pobre, del débil, del extranjero.
Y cuando Israel se aparta de la alianza, y se convierte en una nación violenta como las demás, que oprime, que cobra tributos, que sostiene a reyes y a guerreros, y dejan de ser esa sociedad igualitaria fundada en la propiedad común de la tierra, surgen los profetas, hombres ungidos por el Altísimo, llamando a la defensa de los derechos de los oprimidos, a una vuelta al plan primigenio de Dios para con su gente.
La historia de Israel nos testimonia así ese celo, esa pasión que Dios experimenta por la dignidad de los seres humanos, sus amados hijos e hijas, aplastados tantas veces por la rapacidad de una clase ociosa e idolatra, para quienes sus intereses económicos están por encima del bien de sus hermanos y hermanas.
Y hoy, igual que ayer, Dios sigue eligiendo y llamando a quienes se sienten aplastados y esclavizados por los poderes idolátricos de este mundo, y los invita a asumir responsablemente su dignidad, a liberarse, a construir esa utopía del Reino, donde se viva la justicia y la fraternidad, y que él sigue soñando para toda la humanidad.
Por eso este libro, Historia de Israel vista desde los pobres, escrita por Jorge Pixley, conocido teólogo bautista nicaragüense, me parece tan actual, pues en el marco de la crisis económica, la prioridad de los poderes políticos, y sobre todo económicos, y financieros, no ha sido la defensa de la dignidad humana, ni de los derechos sociales de los ciudadanos, sino la salvaguarda a cualquier precio de sus intereses y ganancias, de allí las medidas bestiales y atentatorias contra la vida, a que están sometiendo a pueblos hermanos como el de Grecia, Portugal, Irlanda,…
Nos quieren vender, y convencer, que no hay otra manera de hacer las cosas. Mentira. Sí que la hay, sí que es posible un reparto más equitativo y justo de los costes generados por la crisis, esta debacle provocada, sobre todo, por la avaricia de los poderes financieros, los que de verdad gobiernan, en connivencia con el poder político, lacayo obediente, perrito faldero de los bancos y del mercado.
Esta Europa que pide más impuestos, que recorta beneficios sociales, que rebaja los sueldos y constriñe la inversión, la que no arriesga ni un Euro por el bien de las personas, la que exige privatizaciones y quiere desmontar los costes del estado de bienestar, fiel servidora de los intereses del mercado, es un verdadero anti-reino, una bofetada al querer de Dios sobre la historia, la pretensión de una sociedad anti-Dios, basada en la injusticia y la desigualdad, entre los países y las personas.
Aquí mismo, en España, los poderosos de siempre, no han perdido ni una sola de sus prebendas, mientras crecen los desahucios, el desempleo, la pobreza, y se desmejora la calidad de vida de los españoles, ellos siguen disfrutando de sus pingües ingresos y beneficios. Basta conocer, por ejemplo, los sueldos de algunos directivos de la banca española, una verdadera inmoralidad frente a quienes están padeciendo los estragos de la crisis.
Desde las realidades de esta Europa que nos toca vivir, volvamos a la Palabra de Dios. Volvamos a la Biblia. En ella encontraremos los criterios de discernimiento de lo que sucede en la historia, en ella escucharemos la voz que nos invita a no dejarnos arrebatar nuestra dignidad como hijos e hijas de Dios, a actuar siempre a favor de aquello que el Señor más ama: la justicia y la fraternidad entre todos los seres humanos. Amén.
Es que uno de los descubrimientos que hice, en mis años de formación teológica, fue que el proyecto de Dios sobre Israel es paradigmático del plan de Dios, del querer de Dios, para la humanidad entera.
Dios elige a unos pobres esclavos que viven oprimidos bajo el yugo de un pueblo poderoso, los últimos de la sociedad, gente baja y sin papeles, y los libera, llamándoles a liberarse, les guía por un enorme desierto, hace un pacto de amor con ellos, y les entrega el don precioso de la tierra, que es tanto como decir su dignidad de hombres libres.
Con ellos Dios crea una nueva sociedad, una sociedad contraste, donde no existen las desigualdades de siempre, fundada en la justicia y el derecho, sin cortes ni ejercitos que mantener, sin la violencia de unos dioses de piedra que oprimen al hombre. Por lo contrario, la preocupación de este Dios único, invisible y liberador, Yahvé, es el asunto del huérfano y de la viuda, el problema del pobre, del débil, del extranjero.
Y cuando Israel se aparta de la alianza, y se convierte en una nación violenta como las demás, que oprime, que cobra tributos, que sostiene a reyes y a guerreros, y dejan de ser esa sociedad igualitaria fundada en la propiedad común de la tierra, surgen los profetas, hombres ungidos por el Altísimo, llamando a la defensa de los derechos de los oprimidos, a una vuelta al plan primigenio de Dios para con su gente.
La historia de Israel nos testimonia así ese celo, esa pasión que Dios experimenta por la dignidad de los seres humanos, sus amados hijos e hijas, aplastados tantas veces por la rapacidad de una clase ociosa e idolatra, para quienes sus intereses económicos están por encima del bien de sus hermanos y hermanas.
Y hoy, igual que ayer, Dios sigue eligiendo y llamando a quienes se sienten aplastados y esclavizados por los poderes idolátricos de este mundo, y los invita a asumir responsablemente su dignidad, a liberarse, a construir esa utopía del Reino, donde se viva la justicia y la fraternidad, y que él sigue soñando para toda la humanidad.
Nos quieren vender, y convencer, que no hay otra manera de hacer las cosas. Mentira. Sí que la hay, sí que es posible un reparto más equitativo y justo de los costes generados por la crisis, esta debacle provocada, sobre todo, por la avaricia de los poderes financieros, los que de verdad gobiernan, en connivencia con el poder político, lacayo obediente, perrito faldero de los bancos y del mercado.
Esta Europa que pide más impuestos, que recorta beneficios sociales, que rebaja los sueldos y constriñe la inversión, la que no arriesga ni un Euro por el bien de las personas, la que exige privatizaciones y quiere desmontar los costes del estado de bienestar, fiel servidora de los intereses del mercado, es un verdadero anti-reino, una bofetada al querer de Dios sobre la historia, la pretensión de una sociedad anti-Dios, basada en la injusticia y la desigualdad, entre los países y las personas.
Aquí mismo, en España, los poderosos de siempre, no han perdido ni una sola de sus prebendas, mientras crecen los desahucios, el desempleo, la pobreza, y se desmejora la calidad de vida de los españoles, ellos siguen disfrutando de sus pingües ingresos y beneficios. Basta conocer, por ejemplo, los sueldos de algunos directivos de la banca española, una verdadera inmoralidad frente a quienes están padeciendo los estragos de la crisis.
Desde las realidades de esta Europa que nos toca vivir, volvamos a la Palabra de Dios. Volvamos a la Biblia. En ella encontraremos los criterios de discernimiento de lo que sucede en la historia, en ella escucharemos la voz que nos invita a no dejarnos arrebatar nuestra dignidad como hijos e hijas de Dios, a actuar siempre a favor de aquello que el Señor más ama: la justicia y la fraternidad entre todos los seres humanos. Amén.
Hola Marcelo, que buena explicación detallada sobre el comienzo de una vida igualitaria en la Tierra prometida por Dios, y la reflexión y análisis sobre la España actual en comparación a los tiempos antiguos,y sabes ... los poderosos jamás perderán sus prebendas, cada día sus arcas llegan a ser mas grandes, eso para mi nunca va a cambiar bien sea allí o aquí, es muy difícil controlar a quienes controlan el aparato productivo y econòmico. Muchos saludos y recuerdos desde Venezuela, hasta la próxima ... Que el Dios Todopoderoso te Bendiga !!!
ResponderEliminarIrene: ¡¡Gracias por tus palabras!!,...Es así, tuve un profe en Bogotá que me enseñó a amar el AT, y a releer la historia de Israel desde nuestra propia historia, y aunque pareciera como dices tú, que siempre prevalece la injusticia, sin embargo, hay avances cuando nos dejamos guiar por Dios e intentamos, poco a poco, vivir el mandamiento nuevo del amor. Saludos a mi querida Venezuela,...y gracias por tus bendiciones
ResponderEliminarhace un dia que lei este libro y si ve desde los ojos humanos surge una pregunta si para ser el pueblo elegido de DIos se tiene que sufrir todo lo que le pueblo de Israel sufrió entonces no vale la pena serlo? ante esto el profesor de pentateuco me dice: Israel no era nada, no tenia nada, era pobre... DIos se vale de este pueblo para engrandecerlo... pero bueno después de un largo trabajo que presente hacia un paralelo por todo lo que ha tenido que pasar latinoamerica desde que llegaron los famoso conquistadores... no utilizo el termino que suelo utilizar... pero realmente la historia del pueblo de israel es parececida a nuestra historia... pero tambien a la vida de cada uno de nosotros...
ResponderEliminarAmigo mío, superinteresante tu comentario, y, en efecto, la historia de Israel es una analogía de lo que Dios quiere hacer con nosotros: darnos la tierra, que conquistemos la libertad, que vivamos de una manera digna. Recuerdo que cuando estudie está asignatura vivía en Bogotá, y por eso te comprendo esa lectura "latinoamericana" de la realidad histórica de Israel. Es cierto, nuestros pueblos han vivido también procesos de cautiverio y momentos de liberación, y creo que desde la Palabra y desde la opción de Dios por los más pobres se ilumina la dura realidad de nuestro continente.
EliminarLa realidad de sufrimiento forma parte de las "bendiciones" del pueblo elegido, es así como nos configuramos en siervos, y nos identificamos con Cristo, el Siervo de Yahvé. Sólo desde el amor y la entrega, el sufrimiento parece tener sentido.
Un saludo y gracias por tu comentario
Marcelo