Hace más de 100 años Nietzsche decretó "la muerte de Dios", y el derrumbe definitivo de los valores de la sociedades cristianas de occidente. Pronosticó el advenimiento del Übermensch, el "superhombre", el hombre que ha superado la moral tradicional, el hombre que se sitúa más allá del bien y del mal.
El proceso de secularización que hemos vivido, tanto en su versión soft, típico de las sociedades liberales burguesas; como en la experiencia terrible, hard, de los totalitarismos de inspiración marxista, pareciera darle la razón al controvertido filosofo alemán, por lo menos por lo que respecta a Europa occidental.
Y sin embargo.
Una mirada a la poesía, a la música, a la pintura, a la narrativa, de los últimos cien años, es decir, a las expresiones más exquisitas del espíritu humano, dará cuenta, para quien sepa ir más allá de los signos, que las viejas preguntas no han cambiado.
El asunto del bien y el mal, la dialéctica entre la libertad y el destino, la búsqueda del sentido, la realidad ineludible de la muerte, el significado del dolor, la soledad, la experiencia de la angustia, las ansias de felicidad, las frustraciones del vivir diario, la impotencia,... de toda esta materia esta hecho el arte de hoy.
En el fondo, detrás del laberinto, para quién quiera oír, para quién quiera ver, está la pregunta primera, la más radical y definitiva, la pregunta de Dios.
Sí, Dios, criticado y matado cien mil veces, ridiculizada la idea misma de su existencia, proscrito su nombre en el parnaso de intelectuales y artistas,... se cuela en nuestra historia en forma de pregunta, emerge en el silencio de nuestras esperas, en la noche misma de nuestras angustias e incertidumbres.
Nos dijeron que podíamos vivir cómodamente sin verdades definitivas, nos invitaron a instalarnos en el relativismo moral, negaron la existencia de un sentido, de un significado del milagro mismo de la vida y de la existencia.
Negaron toda posibilidad de trascendencia.
En definitiva, nos dijeron que para ser modernos e inteligentes teníamos que matar a Dios en nosotros.
¿Matar a Dios?.... La única forma de hacerlo es matando toda el ansía de verdad y de sentido del corazón humano. Des-humanizar el corazón, vaciarlo, negar la legitimidad de las preguntas últimas.
Como decía Agustín, ese gran existencialista cristiano: "Nos hiciste, Señor, para ti, e inquieto estará nuestro corazón hasta que descanse en ti"
@MarceloMartín
Marcelo verdades y profunda reflexión gracias por tu aporte , un abrazo
ResponderEliminarGracias, Beatriz, es interesante observar que todos los totalitarismos siempre han intentado controlar la libertad de la conciencia y la libertad religiosa, por eso es bueno reflexionar sobre lo que significa el laicismo y sus consecuencias para la vida
EliminarMarcelo
Hola Marcelo, me impresiona leer todo lo que dices! http://www.thegodwithinu.com/
ResponderEliminarGracias Vanessa, un pequeño aporte sobre un tema de vital importancia para la convivencia ciudadana
EliminarMarcelo
Totalmente de acuerdo, Marcelo. Recuerdo aquella pintada que decía:
ResponderEliminarDios ha muerto. Firmado Nietzsche.
Nietzsche ha muerto. Firmado Dios.
Cien años nos recuerdan que quizá Nietzsche mató un dios con minúsculas, pero que El Dios vivo del evangelio de Jesús vive en los anhelos de gran parte de la humanidad.
Gracias Sergio, así es, Dios, y la experiencia de Jesús de Nazaret, siguen vigentes en nuestra historia, porque su existencia sigue interpelando el corazón de los hombres, más allá de los decretos de filósofos y pensadores,...Un saludo fraterno
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