Cae la tarde sobre Tenerife, las nubes se rozan con las paredes de los edificios. El sol está allí, en el fondo, siempre vigilante, preside el ir y venir de las cosas, tiñe de luz los rostros de los que suben la cuesta de San Isidro. Todo se acerca a su centro. El día ha vivido su plenitud, y quiere recoger sus brazos, abrazarnos entre la montaña y el mar azul.
Hoy pienso que todas las personas somos como niños entre el oleaje de las horas.
Respiro profundo y reemprendo la marcha, busco la estrella, miro a María, me cobija una oración con sabor a hogar, una de las más antiguas plegarias marianas. En sus manos confío la jornada:
Bajo tu amparo nos acogemos,
Santa Madre de Dios,
no desoigas la oración de tus hijos necesitados,
antes bien líbranos siempre de todo peligro,
¡Oh Virgen, gloriosa y
bendita!
¡¡Ruega por nosotros Santa Madre de Dios, para que seamos dignos de alcanzar las divinas gracias y promesas de Nuestro Señor Jesucristo. Amén!!.
ResponderEliminarDios te bendiga Marcelo.
Gracias, María Emma, lo mismo para ti, te deseo lo mejor, que la Santísima Virgen te guarde y te acompañe siempre, en todos tus caminos.
ResponderEliminarUn saludo desde la isla de Tenerife
Marcelo