Un hermoso canto del compositor latinoamericano Luis Enrique Mejía dedicado a las mujeres del pueblo, fuentes de vida, apoyo y sostén de tantos proyectos de solidaridad, de entrega a los demás, que tienen la fantasía, y el coraje, para seguir luchando, más allá de los cansancios, venciendo la desesperanza y el escepticismo, a veces en contextos de injusticia y de violencia, dando la cara, sonriendo, ...y esperando, esperando siempre.
Yo lo he dedicado a María, la madre de Jesús, porque más allá de las prerrogativas de nuestra Señora, que la elevan por encima del común de los mortales, me gusta contemplarla como una mujer de carne y hueso, que vivió su fe y su amor a Cristo, en el claroscuro de la vida cotidiana, entre los quehaceres de la casa, identificada con los pobres de la tierra, como se trasluce en el canto profético del Magnificat, donde ensalza a ese Dios: " ...que derriba del trono a los poderosos, y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos" (Lc. 1, 52-53).
Yo lo he dedicado a María, la madre de Jesús, porque más allá de las prerrogativas de nuestra Señora, que la elevan por encima del común de los mortales, me gusta contemplarla como una mujer de carne y hueso, que vivió su fe y su amor a Cristo, en el claroscuro de la vida cotidiana, entre los quehaceres de la casa, identificada con los pobres de la tierra, como se trasluce en el canto profético del Magnificat, donde ensalza a ese Dios: " ...que derriba del trono a los poderosos, y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos" (Lc. 1, 52-53).
Santa María, mujer de carne y hueso, Señora del trajín de cada día, ayúdanos a vivir en obsequio de Jesucristo y de nuestros hermanos. Amén.
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