En mis vueltas
por la Red he encontrado este interesante texto de un político socialista
francés, parlamentario y fundador del periódico L´Humanité: Jean Jaurès (1859-1914). Se trata de una carta
que dirige a su hijo en respuesta a su solicitud de que lo eximiera de cursar
la asignatura de Religión. El chico se jactaba de ser laico hasta la médula, en
coherencia con el ateísmo confeso de su progenitor.
He estado revisando
la veracidad de la fuente, y a todas luces la carta parece auténtica e incluso,
según informa la Web de Javier, fue citada
en el parlamento español por Pildain en la Cortes
Constituyentes de la II República española (Diario de Sesiones, 1 de marzo de
1933).
Jaurès |
Sorprende
la contundencia de la respuesta de Jaurès: “Este
justificante, querido hijo, no te lo envío ni te la enviaré jamás” Sorprende
además la solidez de su argumentación, tanto más valiosa cuanto que se trata de
una persona que no profesa creencias religiosas en su vida personal.
Con
lucidez el padre expone cómo el conocimiento del hecho religioso, específicamente
del cristianismo, se hace necesario para comprender la cultura, el pensamiento
y la historia de Europa y el mundo, por lo que su estudio debe formar parte de la
educación integral del ciudadano. Además, afirma, nos ayuda a ser tolerantes y a
comprender los sentimientos religiosos de los conciudadanos. Magistral.
Con
agudeza sostiene que sólo pueden gloriarse de no ser cristianos aquellos que
conocen el cristianismo, pues en caso contrario se puede deducir que su
ignorancia los ha conducido a la irreligión.
Monumento a Jaurès en Carmaux |
No he
podido evitar acordarme de muchas confrontaciones que he tenido por estos
mundos de la enseñanza con aquellos que tienen una visión pintoresca y sesgada
de la fe cristiana. Combaten lo que creen saber, ignorantes de su propia
ignorancia. Es tremendo.
La
carta tiene ya casi los cien años, sin embargo no ha perdido actualidad, pues en
nuestro propio entorno ciertos grupos sigue discutiendo hoy día, amparados en
un laicismo radical, la legitimidad de la enseñanza de la Religión en el ámbito
escolar.
Es
interesante que nosotros mismos, profesores de Religión, estemos claros de los
alcances de la asignatura que impartimos, y de su singular importancia en la educación
integral de los futuros ciudadanos.
Dado
su interés, transcribo a continuación la carta de Jaurès en su totalidad:
"Querido
hijo, me pides un justificante que te exima de cursar la religión, un poco por
tener la gloria de proceder de distinta manera que la mayor parte de los
condiscípulos, y temo que también un poco para parecer digno hijo de un hombre
que no tiene convicciones religiosas. Este
justificante, querido hijo, no te lo envío ni te la enviaré jamás.
No
es porque desee que seas clerical, a pesar de que no hay en esto ningún
peligro, ni lo hay tampoco en que profeses las creencias que te expondrá el
profesor. Cuando tengas la edad suficiente para juzgar, serás completamente
libre; pero, tengo empeño decidido en
que tu instrucción y tu educación sean completas, no lo serían sin un estudio
serio de la religión.
Te
parecerá extraño este lenguaje después de haber oído tan bellas declaraciones
sobre esta cuestión; son hijo mío, declaraciones buenas para arrastrar a
algunos, pero que están en pugna con el más elemental buen sentido. ¿Cómo sería
completa tu instrucción sin un conocimiento suficiente de las cuestiones
religiosas sobre las cuales todo el mundo discute? ¿Quisieras tú, por
ignorancia voluntaria, no poder decir una palabra sobre estos asuntos sin
exponerte a soltar un disparate?
Dejemos
a un lado la política y las discusiones, y veamos lo que se refiere a los
conocimientos indispensables que debe tener un hombre de cierta posición.
Estudias mitología para comprender historia y la civilización de los griegos de
los romanos, y ¿qué comprenderías de la
historia de Europa y del mundo entero después de Jesucristo, sin conocer la
religión, que cambió la faz del mundo y produjo una nueva civilización? En
el arte, ¿qué serán para ti las obras maestras de la Edad Media y de los
tiempos modernos, si no conoces el motivo que las ha inspirado y las ideas
religiosas que ellas contienen? En las letras, ¿puedes dejar de conocer no sólo
a Bossuet, Fenelón, Lacordaire, De Maistre, Veuillot y tantos otros que se
ocuparon exclusivamente en cuestiones religiosas, sino también a Corneille,
Racine, Hugo, en una palabra a todos estos grandes maestros que debieron al
cristianismo sus más bellas inspiraciones? Si se trata de derecho, de filosofía
o de moral, ¿puedes ignorar la expresión más clara del Derecho Natural, la
filosofía más extendida, la moral más sabia y más universal? -éste es el
pensamiento de Juan Jacobo Rousseau-.
Hasta
en las ciencias naturales y matemáticas encontrarás la religión: Pascal y
Newton eran cristianos fervientes; Ampere era piadoso; Pasteur probaba la
existencia de Dios y decía haber recobrado por la ciencia la fe de un bretón;
Flammarion se entrega a fantasías teológicas.
¿Querrás
tú condenarte a saltar páginas en todas tus lecturas y en todos tus
estudios?
Hay que confesarlo: la religión está
íntimamente unida a todas las manifestaciones de la inteligencia humana; es
la base de la civilización y es ponerse fuera del mundo intelectual y
condenarse a una manifiesta inferioridad el no querer conocer una ciencia que
han estudiado y que poseen en nuestros días tantas inteligencias preclaras. Ya
que hablo de educación: ¿para ser un joven bien educado es preciso conocer y
practicar las leyes de la Iglesia? Sólo te diré lo siguiente: nada hay que
reprochar a los que las practican fielmente, y con mucha frecuencia hay que
llorar por los que no las toman en cuenta. No fijándome sino en la cortesía, en
el simple "savoir vivre", hay que convenir en la necesidad de conocer
las convicciones y los sentimientos de las personas religiosas. Si no estamos obligados a imitarlas,
debemos, por lo menos, comprenderlas, para poder guardarles el respeto, las
consideraciones y la tolerancia que les son debidas. Nadie será jamás
delicado, fino, ni siquiera presentable sin nociones religiosas.
Querido
hijo: convéncete de lo que te digo: muchos tienen interés en que los demás
desconozcan la religión; pero todo el mundo desea conocerla. En cuanto a la
libertad de conciencia y otras cosas análogas, eso es vana palabrería que
rechazan de consuno los hechos y el sentido común. Muchos anti-católicos
conocen por lo menos medianamente la religión; otros han recibido educación
religiosa; su conducta prueba que han conservado toda su libertad
Además,
no es preciso ser un genio para comprender que sólo son verdaderamente libres de no ser cristianos los que tienen
facultad para serlo, pues, en caso contrario, la ignorancia les obliga a la
irreligión. La cosa es muy clara: la libertad, exige la facultad de poder obrar
en sentido contrario. Te sorprenderá esta carta, pero precisa, hijo mío, que un
padre diga siempre la verdad a su hijo. Ningún compromiso podría excusarme de
esa obligación."
Jean
Jaurés
PD:
El subrayado es nuestro
r
Genial.
ResponderEliminarExcelente carta. Nos abre los ojos del alma y el corazón... Nos lleva a pensar en aquellos que rechazan las religión sin antes conocerla. Veo en esta carta una muestra de amor, a no juzgar... Algo que todos debemos practicar. Dios te bendiga Marcelo.
ResponderEliminar¡Qué hermosas y sabias palabras!
ResponderEliminarA veces nos cegamos a solo intentar convertir a los ateos, y nunca nos fijamos en cuanto nos pueden enseñar ellos... en cuanto nos pueden fortalecer la fe. Esta carta es prueba de ello.
Excelente material, gracias infinitas por compartirlo.
Gracias amigo por tu comentario, la verdad es que me gustó tanto esta carta que me puse a investigar si era verdadera o no, y, en efecto, tanto el personaje como el escrito son de fiar, lo cual le da más valor. Creo que esa actitud abierta, de "escucha", está en la línea de lo que el Señor nos pide, al estilo de Jesús con los discípulos de Emaús,
EliminarUn abrazo,
Marcelo
Esta carta la tuvo que escribir con el corazón.
ResponderEliminarEs muy bonita
Gracias por compartirlo Marcelo
Gracias Ami por tu comentario, a mi me asombra su sensatez y sentido de la verdad, más allá incluso de sus convicciones religiosas, y, coincido contigo, en que la verdad siempre es noble, y viene del corazón
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