En medio del debate que suscita la Clase de Religión, oigo a veces comentarios que insisten en
calificar la enseñanza religiosa escolar como un sucedáneo de la catequesis,
razón por la cual, se afirma, tal asignatura, por su carácter doctrinario, no
debe formar parte de los conocimientos académicos que debe ofrecer la escuela.
Así lo he escuchado a gentes venidas de ambientes
universitarios, a periodistas, políticos,
profesores,… todo un coro de “expertos” que no se cortan un pelo en repetir la
misma tesis, a veces sin el más mínimo recato delante del que esto escribe, que
se dedica, por cierto, a la enseñanza de la religión.
Es como si te dijeran a bocajarro: “Mira lo que tú enseñas
no es ciencia, y, claro, tu lugar no es la academia, aquí nos dedicamos a cosas
serias,… por lo menos deberías enseñar valores,… y tal, y tal”. Alucinante.
Y aunque muchas veces opto por guardar silencio, embebido
como estoy en el fragor de la jornada, el asunto no es de poca monta y merece
una respuesta de nuestra parte, razón por la cual quiero afirmar que el estudio de la Religión, y de la fe
cristiana, es una ciencia, y en cuanto tal, su presencia en la academia es
completamente legitima.
Intentaré explicarme.
Según los entendidos para que un área del conocimiento sea
considerada ciencia debe cumplir ciertos requisitos: Tener un objeto bien
definido de estudio, un método propio de investigación, que responda a las
características de su objeto, y un corpus
teórico que le sirva de fundamento.
El conocimiento científico debe ser, además, objetivo,
verificable, sistemático, universal, crítico, etc. Unas características que,
por cierto, se cumplen de manera distinta, en grado y en forma, en las ciencias
naturales que en las ciencias sociales y en las humanidades.
Lastimosamente por la influencia del positivismo que hizo de
la física el paradigma de la ciencia, tendemos
a reducir la noción de lo científico al modelo de las ciencias naturales. Sin
embargo, las ciencias sociales, y las humanidades, también son ciencia en la
medida en que el conocimiento que de ellas se deriva responde a criterios
internos de objetividad, rigor, sistematicidad, etc. Nos referimos, por
ejemplo, a las ciencias políticas, la historia, el derecho, la sociología, la
economía, los estudios literarios, etc.
Y, por supuesto, también la religión.
El objeto de estudio de la asignatura de religión es claro y
está bien definido, se trata del hecho religioso en general, y del hecho
cristiano en particular. Sus contenidos se nutren, fundamentalmente, de la
teología, una ciencia que investiga e interpreta los datos de la tradición cristiana,
en base al estudio de las fuentes de la revelación: La Biblia, la Tradición y
el Magisterio eclesial. Así mismo, otra fuente importante de sus enseñanzas es el
estudio especializado del fenómeno religioso, tal y como es abordado, por ejemplo,
por la sociología y la antropología cultural.
Tanto la teología como el estudio de las religiones son disciplinas
de rango universitario y pertenecen al concierto de las ciencias sociales y
humanísticas, no se trata, pues, de un conocimiento que se imparte en privado, sino que forman parte de la
oferta pública de los sistemas de educación superior.
El conocimiento que imparte la asignatura de religión se
genera a través de los mismos métodos que el resto de las ciencias sociales y
humanísticas: la metodología histórico-crítica, la exegesis de los textos, la
investigación cultural, etc. En nuestra ciencia tiene particular importancia la
hermenéutica, es decir, la interpretación de la revelación, tanto en su
contexto histórico, como en nuestro hoy situado, denotando la intencionalidad
ética-liberadora que le es propia.
Teología cristiana, ciencias de la religión, historia y sociología
de las religiones, antropología cultural, ética,… de todas estas ciencias se
nutre la Clase de Religión. Basta revisar
con detenimiento la programación didáctica de la asignatura, para darse cuenta
del carácter científico de las enseñanzas que se propone impartir.
La asignatura de religión no expone una doctrina encerrada
en sí misma, ni ofrece un conocimiento que no esté sustentado en las ciencias
auxiliares que nutren su corpus
teórico. Su talante es abierto, dialogal, tanto con el resto de las ciencias
presentes en la escuela, como con los problemas y las necesidades del hombre y de la cultura de nuestro tiempo.
E insisto, el conocimiento que se imparte es objetivo,
sistemático, crítico-reflexivo, universal, equiparable en todo al que ofrece el
resto de ciencias sociales y humanísticas.
Algunos piensan que el problema radica en el carácter
confesional de la asignatura, sin embargo aquí nos tropezamos con el problema
de la neutralidad científica, un
viejo mito que hemos heredamos del ya nombrado positivismo comtiano. Todo
conocimiento está cargado de intenciones, valoraciones, creencias,… ¡y ello
incluye, por supuesto, a la religión! ¿Se puede ofrecer enseñanzas sobre religión como si fuéramos seres químicamente neutros? Desde la perspectiva de la teoría crítica del conocimiento es imposible.
Por lo demás, la religión cristiana ha marcado toda la
cosmovisión de occidente. Conocerla en profundidad nos permite comprender el
pensamiento y la cultura de nuestro entorno, sus raíces, su desarrollo
histórico, etc. Es un asunto, claro está, de opciones. Lo cierto es que si
queremos estudiar a fondo el cristianismo, que en la mayoría de los casos
coincide con nuestra propia religión, el mejor camino es a través de alguien
que profese el credo cristiano, y que lo conozca bien desde adentro.
Aquí lo dejo. Espero seguir profundizando en este tema en lo
sucesivo, pues lo planteado es apenas un
esbozo y seguro que quedan aristas por
afilar.
Concluyo pensando en la necesidad de que los que nos
dedicamos a la enseñanza de la religión estemos, como dice el apóstol Pedro, “…siempre
dispuestos a dar respuesta a todo el que os pida razón de vuestra esperanza”
(1Pe 3,15)
Saludos nuevamente,
ResponderEliminarEs interesante lo que mencionas porque me pone a pensar sobre los cursos de literatura o lenguas. Ellos hacen exactamente lo mismo que se hace en la religión. Yo soy Geólogo y Meteorólogo, y veo la ciencia desde ese punto de vista. Y no veo la necesidad de separar ciencia de la religion, pues mucho más allá de utilizar el método científico, es ver a Dios en todo.
http://devocionnatural.blogspot.com
Conocer sobre el hecho religioso en general y sobre la fe que confesamos, explicarla a otros, profundizar en los textos santos del Antiguo y Nuevo Testamento, con el auxilio de las ciencias humanas, así como las bases de la ética del cristianismo, nos ayuda a comprender nuestra propia cultura, valorarla y promueve valores como la tolerancia, el respeto, la convivencia, la solidaridad, etc. Si, además, somos creyentes, esa formación contribuye a nuestro crecimiento en la fe y en la amistad con el Señor Jesucristo. Un abrazo fraterno desde aquí
EliminarMarcelo