sábado, 22 de agosto de 2015

"On the road" de kerouac: la búsqueda de una generación,... ¿tiene sentido el camino?



Siendo un estudiante universitario leí la novela de Jack Kerouac, "En el camino", la historia de un joven de Nueva York que emprende un viaje a través de Estados Unidos, transportándose casi siempre a dedo, hasta alcanzar la ciudad de San Francisco ("Frisco" en el argot juvenil del momento), el epicentro del movimiento hippie de los sesenta. Entreverado con la historia, aparecen los amigos del protagonista, unos personajes underground, inadaptados, que lo acompañan en su travesía, y que comparten su búsqueda del sentido y del significado del camino.

Los temas se suceden en la novela con verdadero vértigo: el amor libre, las drogas, el jazz, el budismo, la experiencia mística, Nietzsche, Dios, la amistad, la libertad, el sentido y la experiencia de vivir. De fondo, la metáfora del camino, que en sí mismo ya es parte del destino de cada caminante.

"Ponerse en camino", traduce una actitud de ruptura frente a las verdades cómodas, el espejismo de nuestras seguridades y convencionalismos, nuestros viejos valores y creencias que, sinceramente, aburren, y ni nos mueven ni nos ilusionan.

Hay una frase mágica que se repite en varios lugares del relato, to be excited with the life, "estar entusiasmado con la vida", lo que significa estar "flipado" con la experiencia alucinante de estar vivo y de respirar. Para mí, sin duda, el mejor testimonio de Dios mismo, pues ¿qué mayor revelación de lo divino que sentirse vivo y palpitando?

Jack Kerouac fue el autor emblemático de la llamada generation beat, la cual no es sólo un modo de concebir la literatura, ligada al automatismo del lenguaje y a la escritura como búsqueda espiritual. Los escritores “beat” representaron, además, la experiencia de toda una generación que quiso rebelarse frente a las ataduras de una sociedad de consumo, estereotipada, que idiotiza a sus nuevas generaciones con sus mensajes/masajes que disfrazan sus injusticias e incoherencias.

Fue, básicamente, en los sesenta cuando los valores tradicionales, entre ellos también los religiosos, se resquebrajaron. El reclamo fue un modo de vida alternativo, en ruptura con lo establecido: el amor libre, la experiencia con las drogas, el rock, la libertad frente a todo autoritarismo, la vuelta a la naturaleza, la comuna, la búsqueda de lo espiritual en las religiones orientales.

En medio de este reclamo por volver a la libertad primera del hombre "natural", ¡qué anhelo tan acuciante por hallar un sentido, por encontrar una raíz espiritual que centre la vida!

El movimiento juvenil de los hippies fue devorado, y domesticado, por la voracidad del mercado capitalista, que convierte todo en mercancía y fetiche de intercambio. Pasan las décadas, muchos de nuestros jóvenes del siglo XXI, despolitizados, hipnotizados por la cultura instantánea del ordenador y el móvil, atrapados en un hedonismo narcisista, entre los libros de autoayuda y los reality shows, dan la impresión de estar bien "adaptados" bajo el régimen de sus mayores.

Cuando, por fin, bajan al planeta tierra, y dejan de soñar en convertirse en "famosos" o en estrellas de fútbol, su anhelo más humilde es llegar a conseguir un empleo que les permita vivir, o sobrevivir, decentemente. De rebeldía, la mayoría, nada de nada.

En mis estudios de teología, un "saber" sobre Dios en "diálogo" con los hombres, tuve como interlocutor a Jack Kerouac y su historia. De hecho, en mi trabajo final sobre el tema de la revelación, inserté un párrafo de la novela donde se habla de la certeza de Dios, por la contemplación del misterio mismo de la existencia, aunque su demostración racional nos resulte a algunos oscura o problemática.

Yo, que también vivo On the road, estoy encontrando el sentido de mi viaje existencial en el profeta Jesús de Nazaret, en quien he ido descubriendo al Hijo del Dios vivo, aquel que buscaban sin saberlo los colgados de la novela.

El Dios de Jesús, un Padre bueno que ama la vida y que nos convoca a “desinstalarnos”, a ponernos en camino hacia el San Francisco del cielo, viviendo, a trancas y barrancas, el santo Evangelio e intentando practicar, en lo prosaico de cada día, el mandamiento nuevo del amor fraterno.

Y es que, por distintas sendas, todos caminamos a San Francisco, con flores en nuestra cabeza.

@elblogdemarcelo


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