Hay personas que viven encerradas en sí mismas: sus metas, sus sueños, sus preocupaciones, sus problemas, su mundo,... su vida.
No hay espacio, ni tiempo, para nadie más. Los otros pasan, hacen ruido, distraen un rato,... y a otra cosa, mariposa.
Conectar con otros, salir de la muralla de nuestros miedos y decepciones, significa abrir bien los ojos, escuchar con empatía, reconocer que los otros también existen. Como María en Caná de Galilea: "Anda, por Dios, ¡qué no tienen vino!".
Esto también es Adviento.
Levantar los alambres de púa que hay entre nosotros, acercarnos, tomar la iniciativa.
Porque no se trata de regalar cualquier cosa, aunque sea cara, es dar al otro lo que necesita de verdad, sea un abrazo, un gesto de atención o un par de zapatos.
Pero para ello necesitamos estar atentos, y "darnos cuenta" de la existencia de los otros.
Oír la voz que nos llama:
"Por tanto, todo cuanto desearían que hagan los demás con ustedes, háganlo también a ellos; porque ésta es la Ley y los Profetas" (Mateo 7, 12)
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