Comienzo esta reflexión manifestando mi profundo respeto por las opciones que cada quien tenga en relación a su cosmovisión del mundo y de la vida.
Creo en la libertad de la conciencia, creo que cada quien
tiene el derecho, y el deber, de buscar la verdad y de actuar conforme a lo que
entiende es la verdad.
Por supuesto, mi verdad no se la impongo a nadie, ¡sería
absurdo!, pero si puedo compartirla con otros, manifestar públicamente las
razones que me asisten, dialogar,...
Yo soy cristiano católico.
Y aunque confieso sin ambages mi opción de fe, no por eso creo tener el monopolio de la verdad, ¡ni mucho menos!, mi adhesión al cristianismo es la
única respuesta que entiendo coherente con lo que he vivido en mi historia
personal, la única coherente con la voz de mi propia conciencia, el resultado
de mi peregrinar por las noches y los días de la vida.
En el cristianismo, en la persona de Jesús de Nazaret, he encontrado el sentido definitivo de mi
existencia. Y no me lo pienso callar.
En mi interacción con el mundo he compartido en diversos escenarios con seres humanos que tienen cosmovisiones distintas a las mía. La
mayoría de las veces el encuentro ha sido muy enriquecedor, el diálogo me ha ayudado
a comprender mejor a la gente, a crecer en algunos valores como el respeto, la
tolerancia, la convivencia, e incluso me ha librado de caer en la tentación del
fanatismo, una deformación peligrosa de la experiencia religiosa.
Particularmente en la universidad fue muy importante para mí
el diálogo con los no creyentes. Gracias a esa experiencia he podido crecer y
madurar en fe y en humanidad.
Para amar a la gente, dicho sea de paso, no necesito que piensen ni vean el mundo
igual que yo. Me basta el gesto fraterno del amigo, y la coincidencia en
algunos valores humanos fundamentales: el respeto, la honestidad, la preocupación por el asunto del pobre,...
Pero no siempre esta experiencia de encuentro con los no
creyentes ha sido positiva o enriquecedora, cada vez con más frecuencia me
tropiezo, particularmente en Internet pero también en la vida real, con lo que
algunos llaman los "nuevos ateísmos", una corriente de pensamiento
heredera de la crítica a la religión de la modernidad, representada en los
llamados "maestros de la sospecha": Nietzsche, Marx, Freud, etc., y
que en las últimas décadas ha derivado hacia posturas ideológicas muy radicales
y beligerantes, especialmente hacia los cristianos.
Bastan unos pocos contactos con este nuevo espécimen de ateos para darnos cuenta del germen fuertemente intolerante de su pensamiento. Intentar dialogar es poco menos que imposible. Atrincherados en sus dogmas anti-religiosos, sólo reconocen como legitimo su modo de entender el mundo y la realidad.
Bastan unos pocos contactos con este nuevo espécimen de ateos para darnos cuenta del germen fuertemente intolerante de su pensamiento. Intentar dialogar es poco menos que imposible. Atrincherados en sus dogmas anti-religiosos, sólo reconocen como legitimo su modo de entender el mundo y la realidad.
Con ánimo de ayudar a reconocer y a comprender este fenómeno
tan presente en nuestra cultura contemporánea, me propongo compartir con ustedes, a título de
ensayo, las 5 características más comunes que he observado
en los "nuevos ateísmos":
1. Desconocimiento del cristianismo real y de su pensamiento
2. Cientificismo excluyente e ingenuo como fuente única de lo verdadero
3. Visión tendenciosa de la Iglesia y anti-clericalismo radical
4. Reduccionismo explicativo: la religión es la causante de todos los males del mundo mundial
5. Talante fuertemente agresivo e intolerante
Aunque no siempre se presentan simultáneamente, o con la misma intensidad, en mis encuentros con los "nuevos ateísmos" estos son los rasgos que se repiten una y otra vez. En próximas entregas de esta serie iré desarrollando cada uno de ellos.
Apenas habrá cristiano o cristiana, sobre todo en su vida virtual, que no haya sufrido alguna vez los embates de los neoateos. En este sentido, cualquier comentario que enriquezca la reflexión que he presentado, será bienvenido.
@MarceloMartín
@MarceloMartín
excelente reflexión !! gracias por compartir !!!
ResponderEliminarGracias Bea, un abrazo grandote desde aquí
EliminarHola Marcelo.
ResponderEliminarSigo tu blog con creciente interés. empecé buscando la forma de introducir la música cristiana en la clase y he seguido leyendo muchas de tus entradas.
Por desgracia he leído la primera parte de tu artículo y me he sentido inmediatamente identificado.
En los últimos 12 años (los mismos que llevo dando clase en este colegio), he visto y sentido a esos nuevos neoateos, que no permiten ni acepta nada que no sean su forma de pensar o creencias.
El acoso hacia la asignatura de religión y hacia mi persona es constante. Reducción de horas, agrupamientos hiperflexibles, rechazo de ciertas actividades...
Hay momentos en los que caigo en la desesperanza y pienso que vencerán y que acabaremos siendo una especie en extinción.
En fin compañero. Gracias por tus reflexiones me ayudan mucho, no sólo en clase si no de forma personal.
Un abrazo y que Dios nos de fuerzas para continuar en esta difícil labor.
Gabriel
Mi querido amigo Gabriel muchas gracias por tus palabras que me han llegado y por compartir parte de tus luchas, un combate en el que estamos todos dentro. Los profesores de Religión nos vemos metidos en el fragor de la tormenta porque justamente somos una contradicción frente a quienes pretenden excluir la presencia de lo religioso de la vida pública, y concretamente del sector educativo. Pero no hemos de desanimarnos, en realidad signo es de nuestro seguimiento a Jesucristo el padecer persecución por llevar a cabo su obra y cumplir la misión que nos encomienda. Deberíamos temer cuando la gente hable bien de nosotros y nos aplauda porque el Señor mismo nos advirtió de ello en el Evangelio. Somos signo de contradicción, nos viene de marca de fábrica.
EliminarBusquemos la fortaleza que viene de Dios, en la oración, en la amistad con Jesús, allí está todo, en él hayamos paz y fortaleza, seamos muchos o seamos pocos, da igual, sigamos adelante. Su bondad cubre nuestra vida. Un abrazo grandote y que el amor de Dios llene siempre nuestro corazón. La alegría de Dios es nuestra fortaleza.
Marcelo