Después de dar más vueltas que un trompo, ayer sábado, ¡por
fin!, he montado la Navidad en mi
salón.
¿Qué significa montar
la Navidad?, no sé para ustedes, pero en mi caso implica pasar un rato
revisando el altillo de los armarios, bajar las cajas, probar las luces, armar
el puzle del arbolito, comprado en los chinos hace cuatro años, poner las
bambalinas, las guirnaldas, y acto seguido, la hazaña más difícil, acomodar las
luces en las ramas.
Luego viene el belén, este año he optado por uno pequeño,
pero que por lo menos está completo. Tengo otros dos: uno que viajó conmigo de
Venezuela, pero que sinceramente ya está, el pobre, todo descascarado. No lo
boto, porque soy un sentimental.
El otro es también fruto de una de mis compras a los chinos,
y aparte de que el ángel apareció roto, requiere más espacio del que dispongo.
Claro, este año se han quedado en su bolsa el montón de ovejitas de plástico,
las casitas de cartón, dos gallinitas y unas vacas criollas que son más grandes
que San José y la Virgen juntos.
Total, les resumo, opté por un modelo de nacimiento más escandinavo, el
misterio, los tres reyes, y dos pastorcitos muy modosos. Para que la austeridad
fuera completa, dispuse todo sobre un paño que compré allá en el pre-cámbrico
en un mercadillo londinense.
Después de mil ensayos, de sortear todo género de
distracciones, barrer, trapear, reacomodar el altillo del armario, misteriosamente
más pequeño que en la mañana, y vuelta al árbol, a cambiar bambalinas de lugar,…
terminé mí tinglado navideño a las nueve
de la noche.
Para muchos de nosotros, montar la Navidad, es en cierta forma,
un pasadizo al paraíso de la infancia,
como el espejo de Alicia, un traspasar
el umbral de las cosas para llegar al corazón de la experiencia.
Sin duda, lo exterior ayuda a la vivencia interior.
El arbolito, el pesebre, la guirnalda, son signos de la fiesta
que estamos a punto de celebrar: el nacimiento de Jesús, el Señor, en Belén. Y,
por supuesto, claro que son importantes.
Aunque estos días previos no tengamos mucho tiempo, o nos
sintamos desanimados por los problemas, o por lo que sea,… ¡Venga!, ¡estamos a
tiempo!, montemos nuestra Navidad lo mejor que podamos, especialmente
si hay niños en casa, preparemos un entorno propicio para la siembra de una memoria feliz en los corazones de
nuestros queridos hijos e hijas.
Contemplado la simpleza de mi pequeño salón, evoco mis
navidades infantiles en Caracas ¡Qué importante es, pienso, que nuestros niños
y niñas tengan recuerdos felices de fechas tan entrañables como la Navidad!
Como dice Alíoscha, el inolvidable personaje de Dostoievski, en el último capítulo
de Los
hermanos Karamazov:
“Habéis de saber que
nada hay más elevado, fuerte y sano, ni más provechoso para el ulterior curso
de la vida, que algún buen recuerdo, y especialmente los que arrancan de la
infancia, (…) un recuerdo así de bello, así de santo, conservado desde la
infancia, puede que sea la educación mejor.”
Te ha quedado todo muy lindo. Lo siento por tu nacimiento de Vzla, pero el que nos muestras esta muy lindo. Debes guardar al niño, por si algún venezolano te visita, y quiera "robárselo" sino cúbrelo con un pañito, que todavía no ha nacido. El árbol muy colorido como me gusta a mi. Felicidades te doy 20 puntos.
ResponderEliminarQUE BELLO TE QUEDO JOOOOOO ME ENCANTÓ
ResponderEliminarMaría Auxiliadora: ¡¡Gracias!!, el de Venezuela tengo que arreglarlo como sea, porque tiene un valor sentimental. Y lo del Niño Jesús, te cuento que ha sido llegar mi Madre y regañarme porque el Niño tiene nacer el 24 en la noche,...y lo guardó¡, ¡bendita sean las tradiciones de Navidad!!
ResponderEliminarUn abrazo desde aquí y que estos previos al Nacimiento del Señor sean de mucha bendición para ti y los tuyos,
Marcelo
Beatriz, me encantan tus UFFFF, y tus signos de admiración que dicen tanto,...un abrazo grandote y que el Señor te dé su bendición y su paz,
ResponderEliminarMarcelo
Jajajaja , mira q yo siempre hacia lo mismo, pero este año dije, no que va, colocalo ya,y aqui sigue conmigo acompañandome desde ese momento,saludos
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