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jueves, 8 de octubre de 2015

Ciencia y religión: Me declaro científico y creyente. Inteligencia, admiración y fe


¿Ciencia y religión se excluyen mutuamente? ¿Son enemigos irreconciliables? De vez en cuando me he tropezado, en compañeros profesores e incluso en algunos alumnos despistados, con objeciones del tipo: "es que yo soy científico, sabes, a mi esto de la religión pues no me va,..." A veces no digo nada, a veces respondo con alguna ironía del tipo: "Y claro, seguramente yo vivo en el Medioevo, tío".

Este prejuicio en contra de la religión es tan fuerte que por más que lo explique, y lo vuelva a explicar, y lo re-diga por activa y por pasiva, reflorece todos los años en las mentes de los jóvenes. Por cierto, ¡qué virus tan espantoso son los prejuicios de cualquier estirpe! Los expulsas por la puerta y se te cuelan por la ventana. Claro, no tienen un fundamento racional, no se atienen a razones ni a conceptos claros y distintos, son míticos en sentido estricto, es decir, creencias generalizadas que no se someten a la razón crítica y que terminan condicionando la valoración que hacemos de los hechos.

Quiero declarar desde mi fe católica que amo entrañablemente la ciencia y el conocimiento, que bendigo a Dios por la biología molecular, la física, la geología, la química, que me declaro devotísimo del método científico y del experimento, de las hipótesis y los estudios estadísticos. 

Y porque los católicos amamos la ciencia y el conocimiento, porque sentimos con particular apremio la necesidad de cultivar todas las ramas del saber humano, la Iglesia promueve la educación alrededor del mundo, patrocina universidades, institutos de investigación, academias, y  entre sus filas hay matemáticos, físicos, astrónomos, lingüistas, historiadores, sociólogos, médicos, etc.

Asumimos este nuestro amor al conocimiento y al quehacer de la inteligencia humana desde una mirada creyente, es decir, pensamos que el orden causal, las determinaciones, que descubrimos en los fenómenos que estudia la ciencia no son fruto del azar o de la mera casualidad, sino que responden a un propósito, tienen un sentido y un significado. Investigar este por qué primero, indagar sobre las preguntas últimas, es tarea de la filosofía y también de la teología.

Que conste que no necesito conocer cara a cara a Leonardo Da Vinci, por ejemplo, para saber que alguien, se llame como se llame, dibujó y pintó la Mona Lisa. Creer que este célebre cuadro se ha pintado solo, o por casualidad, entre millones y millones de posibilidades que había en el universo, lo siento pero atenta contra mi razón. Porque, además, basta mirar la pintura para darse cuenta que la obra tiene una intención, esa sonrisa tan enigmática, esos colores, esa mirada,... No señor, nada es casual, detrás está la mano de una inteligencia creadora.

A mí me asombra, lo digo como lo siento, que haya gente que se plante frente a la maravillosa "pintura" de la naturaleza, pensemos por ejemplo en la belleza helicoidal del ADN molecular, y afirme que todo ha surgido por simple azar. Y que argumenten que cómo no han conocido en vivo y en directo al "Leonardo Da Vinci" que pudiera estar detrás, pues han llegado a la conclusión de que, sencillamente, no existe.

No le falta razón al diablo cuando le aconseja a su bisoño compañero, en el conocido libro de C. S. Lewis "Cartas del diablo a su sobrino", que procure alejar a su paciente humano de todo tipo de argumento o razonamiento que busque la verdad pura y dura de las cosas, esas razones de peso que no se conforman con la jerga que está de moda.

En este debate ciencia-religión es bueno puntualizar que ni la Biblia ni la Tradición cristiana (con T mayúscula, please) dan respuesta alguna al cómo se suceden los fenómenos, no son manuales de ciencia ni son leídos o interpretados literalmente. Son textos esencialmente religiosos, su clave hermenéutica es distinta, testimonian verdades profundas que ha vivido, y celebrado, el pueblo de Dios a lo largo de su caminar en la historia.

Nuestra fe en Dios se alimenta de nuestro amor a la ciencia y al conocimiento, investigar y desentrañar los secretos del cosmos suscita en nosotros sentimientos de admiración y de estupor. Tantas maravillas, tanta belleza, tanta sabiduría. Lo que existe, lo que descubrimos con nuestra inteligencia testifica la presencia del creador: "Porque lo invisible de Dios, desde la creación del mundo, se deja ver a la inteligencia a través de sus obras: su poder eterno y su divinidad,..." (Rom 1, 20)

Tengo en la memoria algunas críticas que meses atrás algunos medios dirigieron al programa de Religión porque se proponía como objetivo, entre otros, suscitar en el alumno sentimientos de admiración ante la maravilla de lo que existe. A estos criticones de oficio les mandaría a leer los primeros párrafos de la Metafísica de Aristóteles, allí el filosofo nos habla de que es, precisamente, la admiración, la sorpresa frente a la novedad cotidiana del amanecer, el origen de todo conocimiento.

Sobre este tema tan debatido siempre me queda la sensación de que no he dicho lo suficiente, así que volverá a aparecer, ya lo verán, y diré más cosas, que no termino nunca de explicarme, y ya saben algunos como casi siempre me pilla el timbre con la palabra en la boca.

Celebremos está feliz amistad de la ciencia y la religión, cada una, eso sí, con su autonomía, pero llamadas a dialogar y a complementarse mutuamente.

Auf Wiedersehen!

@elblogdemarcelo


sábado, 22 de agosto de 2015

"On the road" de kerouac: la búsqueda de una generación,... ¿tiene sentido el camino?



Siendo un estudiante universitario leí la novela de Jack Kerouac, "En el camino", la historia de un joven de Nueva York que emprende un viaje a través de Estados Unidos, transportándose casi siempre a dedo, hasta alcanzar la ciudad de San Francisco ("Frisco" en el argot juvenil del momento), el epicentro del movimiento hippie de los sesenta. Entreverado con la historia, aparecen los amigos del protagonista, unos personajes underground, inadaptados, que lo acompañan en su travesía, y que comparten su búsqueda del sentido y del significado del camino.

Los temas se suceden en la novela con verdadero vértigo: el amor libre, las drogas, el jazz, el budismo, la experiencia mística, Nietzsche, Dios, la amistad, la libertad, el sentido y la experiencia de vivir. De fondo, la metáfora del camino, que en sí mismo ya es parte del destino de cada caminante.

"Ponerse en camino", traduce una actitud de ruptura frente a las verdades cómodas, el espejismo de nuestras seguridades y convencionalismos, nuestros viejos valores y creencias que, sinceramente, aburren, y ni nos mueven ni nos ilusionan.

Hay una frase mágica que se repite en varios lugares del relato, to be excited with the life, "estar entusiasmado con la vida", lo que significa estar "flipado" con la experiencia alucinante de estar vivo y de respirar. Para mí, sin duda, el mejor testimonio de Dios mismo, pues ¿qué mayor revelación de lo divino que sentirse vivo y palpitando?

Jack Kerouac fue el autor emblemático de la llamada generation beat, la cual no es sólo un modo de concebir la literatura, ligada al automatismo del lenguaje y a la escritura como búsqueda espiritual. Los escritores “beat” representaron, además, la experiencia de toda una generación que quiso rebelarse frente a las ataduras de una sociedad de consumo, estereotipada, que idiotiza a sus nuevas generaciones con sus mensajes/masajes que disfrazan sus injusticias e incoherencias.

Fue, básicamente, en los sesenta cuando los valores tradicionales, entre ellos también los religiosos, se resquebrajaron. El reclamo fue un modo de vida alternativo, en ruptura con lo establecido: el amor libre, la experiencia con las drogas, el rock, la libertad frente a todo autoritarismo, la vuelta a la naturaleza, la comuna, la búsqueda de lo espiritual en las religiones orientales.

En medio de este reclamo por volver a la libertad primera del hombre "natural", ¡qué anhelo tan acuciante por hallar un sentido, por encontrar una raíz espiritual que centre la vida!

El movimiento juvenil de los hippies fue devorado, y domesticado, por la voracidad del mercado capitalista, que convierte todo en mercancía y fetiche de intercambio. Pasan las décadas, muchos de nuestros jóvenes del siglo XXI, despolitizados, hipnotizados por la cultura instantánea del ordenador y el móvil, atrapados en un hedonismo narcisista, entre los libros de autoayuda y los reality shows, dan la impresión de estar bien "adaptados" bajo el régimen de sus mayores.

Cuando, por fin, bajan al planeta tierra, y dejan de soñar en convertirse en "famosos" o en estrellas de fútbol, su anhelo más humilde es llegar a conseguir un empleo que les permita vivir, o sobrevivir, decentemente. De rebeldía, la mayoría, nada de nada.

En mis estudios de teología, un "saber" sobre Dios en "diálogo" con los hombres, tuve como interlocutor a Jack Kerouac y su historia. De hecho, en mi trabajo final sobre el tema de la revelación, inserté un párrafo de la novela donde se habla de la certeza de Dios, por la contemplación del misterio mismo de la existencia, aunque su demostración racional nos resulte a algunos oscura o problemática.

Yo, que también vivo On the road, estoy encontrando el sentido de mi viaje existencial en el profeta Jesús de Nazaret, en quien he ido descubriendo al Hijo del Dios vivo, aquel que buscaban sin saberlo los colgados de la novela.

El Dios de Jesús, un Padre bueno que ama la vida y que nos convoca a “desinstalarnos”, a ponernos en camino hacia el San Francisco del cielo, viviendo, a trancas y barrancas, el santo Evangelio e intentando practicar, en lo prosaico de cada día, el mandamiento nuevo del amor fraterno.

Y es que, por distintas sendas, todos caminamos a San Francisco, con flores en nuestra cabeza.

@elblogdemarcelo


lunes, 10 de agosto de 2015

De nuevo fe y razón: una respuesta al escritor Juan Goytisolo



El pasado domingo me tropecé en El País con un artículo de opinión de Juan Goytisolo, escritor, flamantemente titulado: “Fe y razón”.

Lo leí enseguida pues el tema me interesa sobremanera, me figuraba una fina disquisición sobre un debate que ha marcado todo el pensamiento occidental, desde los presocráticos hasta Heidegger, pasando por la ilustración y toda la filosofía del siglo XIX.

¡Vaya desilusión! Lo que me encontré fue una diatriba panfletaria en contra de la fe de los cristianos, plagada de prejuicios e inexactitudes, un artículo dirigido claramente a ridiculizar a los creyentes, tratados aquí como si fueran borregos que repiten y repiten verdades sin entenderlas.

No voy a señalar punto por punto los dislates que he encontrado en el escrito, sencillamente estoy cansado de ésta mi vocación tardía de apologeta,  yo quisiera hacerme el desentendido,… si yo iba para poeta y para hippy,… Pero esta vez voy a responder, algo quedará de lo que diga.

Comienzo comentando que el estudio del origen del universo es un problema científico y a la vez un tema religioso. La ciencia, con los métodos que le son propios, indaga las causas y los procesos que han dado lugar al surgimiento de la materia y de la vida, a su posterior desarrollo y a sus transformaciones. Aquí la fe no tiene nada que decir, estamos en el campo de las explicaciones científicas, fundadas en las evidencias y en los hechos.

Paralelamente, que no en contra, la religión, a la luz de la razón y de sus propias tradiciones que llamamos revelación, reflexiona sobre el principio y el para qué último de todo lo que existe, indaga si la existencia del universo tiene algún sentido y significado.

En este tema hay muchos interrogantes abiertos.

La teoría científica del bing bang postula que hubo una explosión primera como origen de todo. Pero esto no responde a todas las preguntas porque para que ocurra un evento de esta naturaleza tiene que existir previamente un “algo” capaz de explotar. Además, si todo ha sucedido azarosamente, ¿cómo se explican el orden y la regularidad que predominan en el universo?

Podemos renunciar, si les parece, a estas preguntas, o darlas por incontestables. Pero es propio del ser humano inquirir sobre el significado de lo que existe e ir más allá. La pregunta por el sentido está en el corazón mismo del hecho religioso.

De todas maneras da la impresión de que el señor Goytisolo no sabe diferenciar una explicación científica, sujeta a lo que los hechos demuestran, de una explicación religiosa, que reflexiona sobre el sentido o significado de lo que acontece. Yo ni siquiera espero al bachillerato, se las explico a mis alumnos de 1º ESO en el primer trimestre, y créanme, a pesar de mis deficiencias como profe, la mayoría logra comprenderlo.

Queda aclarado que no se está introduciendo el creacionismo en las aulas como una forma de combatir el evolucionismo, tal y como maliciosamente afirma el escrito. El evolucionismo, como cualquier otra teoría científica, no contradice la fe en un Dios creador, la Biblia no es un manual de ciencias, no nos dice cómo fueron las cosas, sino que utilizando un lenguaje en ocasiones mítico comunica verdades muy profundas vividas por el pueblo de Dios desde sus orígenes.

Es cierto que en el cristianismo de tradición protestante ha habido una corriente muy fuerte que ha opuesto el creacionismo a la teoría de la evolución, pero el pensamiento católico ha ido por otros derroteros. Decir que es un “esfuerzo desesperado” por combatir la evolución es falso y no se corresponde ni con los contenidos ni con la visión de la asignatura de religión.

Otro asunto que me interesa abordar es acerca de lo irracional que le resulta a Goytisolo creer en ciertas historias del Antiguo Testamento que a él le parecen francamente míticas e infantiles: la existencia de Adán y Eva, el diluvio con su arca, etc. Dejando aparte que la lectura fundamentalista de los textos bíblicos no es propia de la teología católica, más allá de la verificación histórica de estos eventos, lo que interesa aquí es la hermenéutica, es decir, la interpretación que hacemos de unos relatos del Antiguo Testamento que contienen verdades muy profundas acerca del ser humano, y de la eterna lucha entre el bien y el mal.

Desconoce, o parece desconocer, Goytisolo, los avances en el campo de los estudios bíblicos, una disciplina que se cursa en universidades del mundo entero, y que comprende, entre otras cosas, el estudio de los modernos métodos exegéticos, el análisis histórico-crítico de las formas, los géneros literarios, la historia crítica del antiguo Israel, los estudios culturales, literarios, arqueológicos, etc.

No me extraña que ciertos relatos de la Escritura le parezcan infantiles, claro, él se figura que leemos la Biblia como los cuáqueros protestantes que llegaron a América en el "Mayflower".

Cita luego la famosa frase de Tertuliano (160-220 d.C.): “Creo porque es absurdo”, y la aplica indiscriminadamente a todos los creyentes, incluyendo, para mi asombro, a la pobre Santa Teresa de Jesús, una mujer abanderada de las letras y con un fino sentido de lo real y de lo humano.

Olvida el escritor, o no dice, que el pensamiento cristiano no se desarrolló a lo largo de la historia con base a la postura de Tertuliano, que la reflexión sobre las relaciones entre fe y razón han ido por caminos muy distintos de la mano, por nombrar a dos grandes, de san Agustín y de santo Tomás.

La teología católica siempre ha buscado comprender a la luz de la razón la fe que profesamos. En esta búsqueda ha dialogado siempre con la filosofía y con la cultura, ha utilizado incluso sus conceptos y su lenguaje, y lo hace, precisamente, porque piensa que es posible razonar los contenidos de la fe cristiana. Me viene ahora a la cabeza, por ejemplo, una magnifica encíclica de Juan Pablo II: “Fides et Ratio” (1998), le vendría bien a don Goytisolo leerla, le vendría bien, para que conozca lo que piensa la Iglesia sobre este importante tema, y que lo de Tertuliano no ha tenido mucha resonancia a lo largo de la historia.

Por último, un clásico, el artículo presenta a los cristianos repitiendo de carrerilla un credo que no entienden, por puro amor al misterio. No, mire, qué pena, entiendo que en su esquema necesita presentarnos así como gente aborregada y pacata, pero eso no es cierto, entre los creyentes habrá de todo, por supuesto, pero me consta que la Iglesia procura explicar a los fieles los contenidos de la fe, y eso desde los tiempos apostólicos.

En mi caso personal, yo no los repito por repetir, me los he pensado muy seriamente, y como yo, muchos, más de los que imagina.

Esa imagen de los cristianos como gente simple que cree lo que está mandado, y que no reflexiona sobre su fe, no se corresponde con la realidad actual, es una caricatura muy al gusto de cierta crítica que se difundió con la ilustración.

He escrito esto por los amigos creyentes que visitan este blog, y no tanto por el autor del artículo que vivirá en el feliz reino de las monadas leibnizianas. Estos intelectuales tienen su parnaso particular, una especie de Olimpo desde el cual miran desdeñosamente al resto de los mortales, rodeados de su corifeo de aduladores y entusiastas.

Seamos respetuosos, yo lo soy, con los no creyentes, pero respondamos con la verdad a estos ataques contra la fe, máxime cuando descubrimos que lo que afirman son disparates dichos con toda malicia para ridiculizarnos.

Estamos, forzosamente, y como tantas veces a lo largo de la historia, en un tiempo recio para la fe. No tengamos miedo, pidamos discernimiento y sabiduría, y testimoniemos la verdad.

@elblogdemarcelo

Como este es un blog muy animado, aquí le dedico a Don Goytisolo una chirigota de Los Defensores de Luis: "Cada vez que digo que yo soy creyente"



martes, 4 de agosto de 2015

La presencia de Dios: Una memoria que sostiene la fe

"Man Sleeping", James Tovey

Durante el verano con frecuencia experimento cierto desorden en mis horas de sueño. Me despierto de madrugada, cierro los ojos, me levanto, me acuesto,.... y, luego, a media tarde, inopinadamente, estoy como zumbado, me quedo dormido por los rincones. En fin, así me va.

En esos ratos de vida noctambula, a veces, me da por pensar en la presencia de Dios.

Siempre, estemos conscientes de ello o no, estamos en la presencia de Dios. Tener delante de los ojos esta verdad es un acto de fe desnuda.

No sé si logro explicarme. Es una fe que no se apoya en lo que pueda sentir o experimentar, en lo que capto con mi inteligencia, en lo que imagino, Dios está presente, y no sé nada más. 

Me sostiene, eso sí, lo que he vivido en mi historia, la experiencia de revelación/salvación que ha acontecido en mi vida. Esos momentos de gracia y misericordia en que he visto claramente en mi conciencia la verdad que supera toda verdad: Dios.

He experimentado, inmerecidamente, el amor gratuito que me ha creado y que es fuente de todo lo que existe. No sé puede pasar por el fuego, y luego decir que no te has quemado.

El asunto de Dios, aunque no es contrario a la razón, no se resuelve con conceptos y silogismos. Su forma de revelarse a los humanos es manifestando su salvación/amor en su historia, tanto a nivel personal como colectivo.

Siempre que Dios se revela a sí mismo, nos salva; y cuando nos salva, se revela.

Israel conoció a su Dios a través del acontecimiento histórico de la liberación de Egipto. No fue un consuelito para soportar las penas de la vida, como dice cierta crítica moderna, ni mucho menos, fue una experiencia tremenda de ruptura de las cadenas de la esclavitud, de conquista de la tierra y de su dignidad como un pueblo libre.

Del mismo modo, conocemos a Jesús Resucitado cuando su amor salvador se manifiesta en nuestra historia. El ciego, el leproso, Jairo, la viuda de Naím, ... el evangelio continuamente nos muestra lo que sucede en la vida de las personas que se encuentran con él, son sanadas y liberadas, y a través de la gracia que reciben, comienzan a reconocer la identidad del Mesías

Es imposible conocer a Jesucristo, y no sentirse salvado por él.

Luego vendrá la teología, los conceptos, las explicaciones, el diálogo con la razón y la cultura, pero lo primero es siempre la experiencia, el encuentro con Jesús que nos llama por nuestro nombre, y al llamarnos, nos salva/sana y nos libera.

Si has sido leproso, y te has curado, cada vez que veas tu piel sana, te acordarás de tu médico.

Necesitamos tener en la memoria las maravillas que Dios ha hecho en nuestra vida. Porque vienen momentos de oscuridad, momentos en que no encontramos asideros humanos que sostengan nuestra débil fe. Es entonces cuando recordamos lo que hemos vivido, cómo nos llamó el Señor, cómo nos manifestó su inmensa misericordia, la luz y el gozo que inundaron nuestros corazones.

A veces nuestras crisis de fe, son crisis de la memoria

De hecho la liturgia cristiana es un permanente recordar las maravilla Dei en la historia, y al recordarlas, al celebrarlas continuamente, las hace presente, las actualiza en la vida de los creyentes.

Más allá de nuestros esfuerzos humanos, la fe es siempre un don de Dios, una gracia que hemos de pedir con humildad en nuestra oración.

Saber que Dios está presente, que conoce nuestros corazones, que siempre nos mira con amor de Padre es un gran consuelo. Caminemos en su presencia en el país de la vida, y confiemos totalmente en su gran misericordia. Amén.

@elblogdemarcelo

lunes, 27 de julio de 2015

Una imagen para pensar: Cuando venga el Hijo del Hombre,...

"El espejo: cuando venga el Hijo del Hombre,  ¿hallará fe sobre la tierra?", Vladimir Kireyev



Esta pintura me conmovió. Se trata de un espejo en una calle del Moscú de hoy. En él aparece reflejado un Jesús, triste y cabizbajo, caminando en medio del gentío que transita por la acera. Rostros indiferentes, cabezas metidas en su propio laberinto, nieve, frío.

Sobresalen un chico joven hablando por el móvil, unos pájaros devorando restos de comida, una madre que aprieta contra su pecho a su bebé.

El título del cuadro hace referencia a la frase de Jesús al concluir la parábola de la viuda inoportuna y el juez impío: "Pero, cuando el Hijo del Hombre venga, ¿encontrará la fe sobre la tierra?" (Lc. 18, 8).

El fin de la parábola de Jesús era inculcarles a sus discípulos, "que era preciso orar siempre y sin desfallecer" (Lc. 18, 1). La oración perseverante es un asunto de fe, del combate de la fe, especialmente cuando las circunstancias son adversas, cuando humanamente sentimos que Dios parece darle largas a nuestras demandas. 

La gran batalla del cristiano no es con cañones y tanques, es la que se libra en la oración perseverante, que es oración de fe desnuda, aquella que se apoya en la más absoluta confianza en Dios y en sus planes de amor y misericordia. Como Jesús en el huerto de Getsemaní en la noche de su pasión. Igual.

Jesús ha unido esta oración de combate, oración de fe, con su Segunda Venida.

Toda la tradición del Nuevo Testamento nos anuncia esta manifestación final del Cristo glorioso, que estará precedida por una serie de signos, entre los cuales se destaca la apostasía: "Primero tiene que venir la apostasía" ( 2 Tes 1, 3). Apostatar es renegar o abjurar de la fe recibida. Existe un movimiento, por lo menos en España, que promueve que los bautizados en la fe católica renuncien de manera explícita a ella, a fin de que sus datos no aparezcan en el censo de la Iglesia.

Esta apostasía hasta ahora, aunque ha tenido cierta resonancia en los medios de comunicación, ha sido un movimiento francamente minoritario. Pero existe otra mucho más preocupante y extendida: es la que muchos viven en su cotidianidad, donde la referencia existencial y práctica a la fe cristiana ha desaparecido.

Gentes que viven, aunque no se declaren formalmente como ateos, como si Dios no existiera, como si no hubiera nada más allá de la muerte. 

A esto sumamos la campaña mediática en contra de la Iglesia y la influencia en la legislación, española y europea, de las tesis de un laicismo radical que pretende excluir todo referente religioso de la vida pública.

A mi nunca me han gustado las teorías conspirativas, pero es evidente que se quiere expulsar a Cristo de la cultura y de la vida de los pueblos.

Occidente se encuentra inmerso en una apostasía generalizada. No hace falta que nos lo diga una revelación particular, basta abrir los ojos y darse cuenta de lo que sucede. 

¿Significa esto que está cerca la Segunda Venida del Señor? Nadie lo sabe. Sólo Dios conoce el devenir de nuestra historia, pero hemos de estar vigilantes, con los lomos ceñidos y las lamparas encendidas. 

Intuyo, simplemente, que se acercan fuertes tormentas para los cristianos en Europa. Basta observar los nubarrones que se han ido acumulando sobre el horizonte en estos últimos años.

La Biblia se nos ha dado como consuelo y guía en el camino. Ella nos ayuda a discernir los signos de los tiempos. Hoy más que nunca tenemos que apoyarnos en la sabiduría que viene de la Palabra de Dios, a su luz podemos preguntarnos, por ejemplo: ¿qué ha sucedido con las naciones que han renegado de Dios a lo largo de la historia de la salvación? Pues eso. 

Esta es la hora que nos ha tocado vivir. Sigamos el consejo de Jesús, oremos sin desfallecer y estemos preparados, para que llegado el momento, sepamos dar cuenta, con valentía, de las razones de nuestra fe: "siempre dispuestos a dar respuesta a todo el que os pida razón de vuestra esperanza" (1 Pe. 3, 15)


@elblogdemarcelo


viernes, 3 de julio de 2015

Dios gobierna el mundo: una lectura creyente de la historia

"Daniel en el foso de los leones", Henry Osawa Tanner

A veces tenemos la impresión de que estamos a merced de las fuerzas del mal que están actuando en nuestra historia, tanto a nivel personal como colectivo.

Guerras, crisis económicas, violencias, paro, muerte, enfermedades, catástrofes naturales, desahucios, pobreza, injusticias, totalitarismos, persecuciones, leyes impías, separaciones,,...

Y Dios parece no enterarse de nuestro sufrimiento. Como dice el salmo: "¿Hasta cuándo, Señor, seguirás olvidándome? ¿Hasta cuándo me esconderás tu rostro?" (Sal. 12)

Este aparente silencio de Dios frente al triunfo de la maldad es para algunos fuente de verdadero escándalo: "Tú llevas la razón, Yahvé, cuando discuto contigo; no obstante, voy a tratar contigo un punto de justicia ¿Por qué tienen suerte los malos, y son felices todos los traidores?" (Jer. 12,1)

Y sin embargo la Biblia no cesa de repetirnos esta verdad: Dios gobierna el mundo, todo lo que acontece o es querido por él, o él lo permite para el mayor bien de sus hijos e hijas: "Por lo demás, sabemos que en todas las cosas interviene Dios para bien de los que le aman; de aquellos que han sido llamados según su designio" (Rom. 8, 28)

Esto es una lectura creyente de la historia, la que nos enseña Israel en las páginas de la Biblia: desde la experiencia fundante de Abraham hasta la llegada del Mesías. Incluso la misma tribulación tiene un sentido en el plan de Dios: "Aunque vosotros pensasteis hacerme daño, Dios lo pensó para bien, para hacer sobrevivir, como hoy ocurre, un pueblo numeroso" (Gn. 50, 20)

Pero hay que tener una mirada de fe y no siempre es fácil. Necesitamos sabiduría para interpretar lo que ocurre a la luz del plan de Dios. Santiago nos ánima en su carta, precisamente, a pedirla: "Si alguno de vosotros está a falta de sabiduría, que la pida a Dios, que da a todos generosamente y sin echarlo en cara, y se la dará" (Stg. 1, 5)

A mi me ha servido de gran consuelo el libro del Apocalipsis. En el capitulo 4 el vidente cae en éxtasis y contempla la Gloria de Dios que gobierna el mundo desde su trono, y a los 24 ancianos con vestiduras blancas que postrados le rinden alabanza, reconociéndolo como origen y fuente de todo lo que existe: "Eres digno, Señor y Dios nuestro, de recibir la gloria, el honor y el poder, porque tú has creado el universo; por tu voluntad, no existía y fue creado" (Apoc. 4, 11).

En tiempos de tribulación, que no decaigan las rodillas vacilantes, mantengamos firmes la esperanza. No hagamos casos de los que conspiran contra la ciudad de Dios, del aparente triunfo de la maldad, nuestro ojos fijos en el Señor, Dios nuestro, de él viene nuestro auxilio, él es la defensa de nuestras vidas (Sal. 26).

Confiemos totalmente en su misericordia: "Caeremos en manos del Señor y no en manos de los hombres, pues como es su grandeza, tal su misericordia" (Ecle. 2, 18)

@elblogdemarcelo

miércoles, 24 de junio de 2015

La entrevista de Risto Mejide al padre Fortea: La siembra del odio ¿a dónde nos llevará?


Anoche después de ver la entrevista de Risto Mejide, un personajillo de la TV española, al padre Fortea, me puse a revisar por Internet la propaganda que hizo el nazismo para predisponer a la opinión pública alemana contra los judíos.

Aunque el odio a los judíos ya tenía antecedentes, la ideología nazi lo promovió directamente, justificando el antisemitismo con mil argumentos y argucias.

La persecución empezó con viñetas y artículos de prensa, y terminó, años más tarde, en los campos de concentración y en el Holocausto. Entretanto el pueblo alemán, sometido a una especie de lavado de cerebro colectivo, miraba para otro lado.

Alguno dirá que estoy exagerando, que no es para tanto,  pero es que percibí en Risto Mejide un odio tan grande a los cristianos, una intención tan maleva en sus ojos, en sus palabras, en la escenografía misma del plató, de humillar y ridiculizar al  sacerdote entrevistado, que fue inevitable relacionar una cosa con otra.

Ese odio del presentador lo conozco, lamentablemente me he topado con él bastantes veces en España.

Ese odio, que se ha sembrado y que se está sembrando, ¿a dónde nos llevará? No hace falta tener el don de profecía para anticipar las tempestades que nos aguardan a los cristianos que vivimos en España. Al tiempo.

Todos los días, desde hace años, por poner un ejemplo, "El País", uno de los principales periódicos en lengua española, ofrece una noticia en contra de la Iglesia. Continuamente, sin ningún pudor ni respeto a la verdad, tergiversan lo que dicen los obispos y representantes de la Iglesia.

No es extraño que estos medios hayan logrado convertir a los obispos y sacerdotes en personas odiosas de cara a la opinión pública. La campaña mediática contra ellos ha sido particularmente virulenta e implacable. Se silencia todo lo positivo que pueda haber en sus palabras y en sus gestos, se enfatiza y retuerce hasta el infinito todo lo negativo.

No es extraño tampoco que el laicismo haya ido calando en la opinión pública. He visto con estupor estos días a varios políticos jurar sus cargos manifestando expresamente su ideología laica. La pretensión es, sencillamente, eliminar todo referente cristiano de la vida ciudadana e imponernos a todos una visión única de la vida, de la familia, de la persona humana, de la sociedad, de la moral, etc.

La meta es que los cristianos desaparezcamos de la vida social y nos convirtamos en ciudadanos de segunda clase. Percibo, ojalá me equivoque, que cada vez más vivimos bajo una dictadura basada en el relativismo anti-cristiano. 

En este contexto que anticipo, me hago muchas preguntas: ¿dónde quedará la libertad de conciencia?, ¿y la libertad religiosa?, ¿y la libertad para manifestar públicamente mis convicciones?, ¿y la libertad de los padres para educar a sus hijos según sus creencias?, ¿y la libertad para llevar una cruz en el pecho?, ¿y la libertad para salir en procesión pública y festivamente con nuestros santos? ¿y la libertad para predicar el evangelio?, ¿y la libertad para celebrar el culto sin que unos desalmados lo interrumpan violentamente?,… ¿Serán respetadas estas libertades?, ...¿sí o no?

Porque esta es la gran cuestión: la libertad, el don  más sagrado del ser humano.

A pesar de que nos prometen una sociedad más abierta, yo no percibo ni tolerancia, ni respeto, ni pluralismo, ni amor a la verdad, lo que siento es animosidad, odio, intolerancia, irrespeto y fanatismo anti-religioso.

¿Cuál debe ser nuestra actitud como cristianos en medio de este contexto que se vive en España?

Creo que lo primero es evitar ser ingenuos. Me parece que la asistencia de Fortea al programa de Risto Mejide fue un acto de ingenuidad que hemos pagado todos. Y lo digo en plural porque cuando se ofende y humilla a un sacerdote, ofenden y humillan la fe de cada cristiano. Ni más ni menos.

Lo segundo es no tener miedo de declararnos cristianos públicamente, aunque socialmente nos desaprueben. Es nuestro derecho como ciudadanos. Precisamente lo que quieren es que nos callemos, que disimulemos nuestra pertenencia a la Iglesia, que vivamos nuestra fe en el armario, que muramos socialmente. No cedamos en esto.

Participemos activamente en la vida ciudadana, demos nuestra opinión, ejerzamos nuestro derecho a expresar lo que pensamos. Los cristianos tenemos una palabra que decir, y, por lo pronto, se nos permite hacerlo. No sabemos por cuánto tiempo. Evitemos, eso sí, las discusiones inútiles con gente intolerante que no respeta ni la fe ni las ideas ajenas. Suelen ser bastante agresivos y no buscan el diálogo sincero. Risto Mejide sería un buen ejemplo.

Apoyemos todas las causas socialmente justas, la defensa de los derechos humanos, el trabajo por la justicia social. Testimoniemos proféticamente la solidaridad que brota del Evangelio y colaboremos en el bien común. Vivamos la opción por los más pobres, como nos exhorta el Papa Francisco.

Amemos a nuestros enemigos, como nos enseña el Evangelio, no devolvamos mal por mal, ni caigamos en la tentación del odio. Recordemos que lo propio del cristiano es el perdón.

Finalmente, es tiempo de conversión, de vivir intensamente el Evangelio, de dar testimonio y, sobre todo, de oración, de mucha oración.

Todo esto que he escrito lleva bastante tiempo incubándose dentro de mí.

Me siento hijo de esta Iglesia Católica española que ha soportado en su larga historia de dos milenios varias persecuciones, que ha testimoniado la fe con la sangre de los mártires. Me siento solidario con ella y la amo a pesar de todo su pecado y de todas sus miserias. Es la comunidad que me ha engendrado a la vida nueva en Cristo por la predicación de la Palabra y los sacramentos.

Que el Señor Jesús, que ha prometido estar con nosotros todos los días hasta el final de los tiempos, nos guarde siempre en su misericordia. Amén.

@elblogdemarcelo


lunes, 1 de junio de 2015

Las pruebas de esta vida: ¿Experiencias de misericordia?

El tema de esta canción, Blessings (bendiciones), me ha dejado pensando: Las pruebas y sufrimientos de la vida ¿son manifestaciones de la divina misericordia de Dios?

Para quien no interprete su historia personal a la luz de la fe, esto puede resultar francamente escandaloso. 

Lo cierto es que muchas veces clamamos al Señor en medio de nuestras noches particulares, y tenemos la impresión que nuestro Padre celestial se desentiende de nosotros. 

Por la fe sabemos que en todas las circunstancias de nuestras vidas, incluso en las más dolorosas, Dios interviene para nuestro mayor bien. Es por eso que se nos invita, incluso, a dar gracias por nuestros problemas y necesidades, a gloriarnos en el amor del Señor aún en la tribulación y la angustia.

¿Por qué Dios permite las pruebas en las vidas de sus hijos e hijas? Para acrisolar nuestra fe, para que crezcamos en  la virtud de la humildad, para purificarnos de nuestros apegos y falsas seguridades, para que adquiramos un corazón misericordioso y compasivo como el suyo.

Para que le busquemos con mayor ardor, y, como dijo el santo Job, conozcamos el rostro de nuestro creador: "Yo te conocía sólo de oídas, más ahora te han visto mis ojos" (Job 42, 5)

Para que tengamos presente, como dice la canción, que nuestro hogar definitivo no es este mundo que pasa. Oído al tambor: somos peregrinos, nuestro destino es el cielo.

Una cosa es segura: Dios nos ha prometido su socorro, él es nuestro alcázar de refugio, por eso hemos de pedir, buscar, tocar a la puerta. Como la vieja majadera frente al juez impío, o el amigo inoportuno que viene a despertar al vecino a la medianoche.

Si sufres, hermano, si el dolor o la angustia te visitan, arrójate en los brazos de Dios, no queda otra, ríndete, abandona tus cargas y aflicciones en el océano infinito de su divina misericordia.

Porque a veces las mayores bendiciones del cielo se esconden detrás de las lágrimas, vienen envueltas en las estrellas de las noches más oscuras.

Además, si tu espera se prolonga, si el cielo parece tardarse en responder a tus plegarias, recuerda que Dios tiene un plan para contigo, su tiempo no es el nuestro, en su debido momento, cuando convenga, el Señor te levantará de tu postración y daras testimonio de su bondad y gracia.

Nunca confiaremos demasiado en la misericordia de Dios.


domingo, 2 de noviembre de 2014

Fieles difuntos: Educar emocionalmente frente a la muerte



Estos días me he estado preguntando sobre cómo deberíamos educar, creyentes y no creyentes, a nuestros adolescentes frente a la realidad ineludible de la muerte. 

Si no somos creyentes inculcándoles algunos valores básicos sobre la dignidad de la vida, sobre la necesidad de vivir acordes a nuestra conciencia, de enfrentar el fin de la existencia con entereza, respeto, testimoniando el amor, el mejor legado que podemos dejar a los que se quedan aquí.

Sí somos creyentes, además de todo lo anterior, ofreciendo un horizonte de esperanza que apunta a la resurrección y a la vida eterna, con el consuelo y la fortaleza que nos ofrece la fe en el amor de Dios, y que compartimos con nuestros hermanos y hermanas.

Deberíamos educar emocionalmente a los chicos para que asuman con inteligencia esta realidad que nos concierne a todos.

Inmersos en la cultura de la inmanencia que lo invade todo, actuamos como si no existiera la muerte. Esto es lo que vivimos muchos adultos, creyentes o no, y lo que observan los jóvenes, por más discursos que hagamos de cara a la galería. 

Celebraciones como el Halloween, con su parafernalia de brujas, espectros y calaveras, convierten la realidad de la muerte en un juego de disfraces macabros, en un divertimiento que trivializa el significado del fin de la existencia, y lo asocia a emociones como el miedo, el terror y el mundo de lo oculto

¿Qué mensaje sobre la muerte transmitimos a los chicos cuando les organizamos una fiesta de Halloween? Dejo sin comentar lo que pensé al ver ayer en las noticias a un grupo de maestros con disfraces terroríficos asustando a sus alumnos de infantil y primaria,.... ¡Manda narices!

Del tema de Halloween ya hemos hablado en este blog: Halloween,... ¿qué hacemos? y Halloween,..¿una celebración inofensiva?

Yo, por mi parte, frente a la realidad de la muerte y el más allá, no me canso de afirmar: ¡creo en el cielo!, creo con todo mi corazón que en la resurrección de Jesús la muerte ha sido vencida. Creo que ese es mi destino último: la vida eterna con Cristo Resucitado

Estoy convencido que si realmente creyéramos en el cielo, nuestra concepción de la vida y de la muerte serían distintas.

La fe en el cielo, y en la vida eterna, trastoca por completo nuestra visión de la existencia. ¿Se nota en tu vida que crees en el cielo? Esa es la pregunta.

Venimos del amor que nos ha creado a través de nuestros padres; volvemos al amor que desde siempre y para siempre nos ha amado. 

He encontrado un vídeo que lo expresa de una manera admirable: el nacimiento de un bebe en paralelo al fallecimiento de una abuela. El ciclo de la vida en ese amor que se prolonga más allá de los límites del tiempo y la vida física.

Nos unimos hoy a toda la Iglesia en su plegaria por el descanso eterno de nuestros hermanos difuntos.

@elblogdemarcelo




lunes, 13 de octubre de 2014

Pedir la fe que mueve montañas, la del grano de mostaza



Hay días en los que quisiera tener la fe del grano de mostaza, la fe que mueve montañas y traslada palmeras (Mt. 17, 20 y Lc. 17, 6)

Días en los que siento que las montañas que hay que mover son más pesadas e imposibles que nunca, y ni hablar de las palmeras, ahí están, quietecitas, ni la más ligera brisa las bambolea.

Cada quien tiene sus montañas y palmeras que le urge trasladar al mar: ¿las reconoces en tu vida?

Cuando recorro los relatos del Evangelio me tropiezo con lo mismo: los milagros de Jesús son la respuesta a la fe expectante de las personas que acuden al Maestro: la hemorroísa, el centurión romano, la mujer cananea, el leproso, el ciego a la entrada de Jericó,...

Siempre recuerdo que Jesús no pudo hacer muchos milagros en Nazaret, la aldea donde se había criado, porque no encontró allí mucha fe (Marco 6, 1-6). También tengo delante de los ojos lo que le dijo a Jairo cuando vinieron a contarle que su hijita había muerto: "No temas, solamente ten fe" (Marcos 5,36)

O cuando reprendió al padre del muchacho epiléptico: "¡Qué es eso de que si puedes!, ¡todo es posible para quien cree!". El hombre, que entendió de que iba Jesús, gritó con todo su corazón: "Creo, ayuda a mi poca fe"  (Marcos 9, 23-24)

Hago mía la plegaria de este buen hombre. Su humildad me conmueve. 

Sí, porque esta fe que transforma la situaciones, esta fe que logra lo que humanamente parece imposible, no es fruto de nuestros esfuerzos, es puro regalo de Dios, don de Dios.

Esta fe es hermanita de la humildad más profunda. Por eso van juntas de la mano. Es cuando te arrojas en los brazos del Señor y te rindes a sus pies, e insistes como la vieja majadera ante el juez impío, (Lc. 18, 1-8),  o como el amigo inoportuno molestando a la medianoche (Lc. 11, 5-13)

Aunque hayamos estudiado teología, aunque seamos personas muy religiosas, aunque llevemos años en los caminos del Señor, aunque dediquemos largas horas a la oración, nada de eso garantiza que tengamos la fe del grano de mostaza.

Y esta noche se la pido a Dios: Dame, amigo, este carisma de la fe del grano de mostaza. Es urgente, las montañas que tu sabes parecen más pesadas que nunca, pero tú lo puedes todo.

Nunca confiaremos demasiado en tu poder. Ayer como hoy, tú eres el mismo, y lo serás siempre (Hb. 13, 8). Para ti nada hay imposible.

Cómo es tu grandeza, así es tu misericordia (Ecl 2, 18). Amén.

@elblogdemarcelo

miércoles, 1 de octubre de 2014

Nuevos caminos del otoño: Admirar, educar la mirada











Nuevos caminos del otoño, nuevos senderos que atraviesan la tarde en medio de la hojarasca naranja y la umbría sombra de los arboles sacudidos por el viento.

La ciencia, el arte, la filosofía, las cimas más acabadas del espíritu humano, nacen siempre de la admiración, una experiencia de sobrecogimiento interior que hermana la emoción y el intelecto.

Víctimas de una estética que rinde culto a lo feo, que ha dado la espalda al ser, que vive del grito y de lo efímero, necesitamos urgentemente reencontrarnos con lo bello.

En realidad, tenemos hambre de lo bello, nostalgia de lo bello.

Y para curarnos hemos de volver a nuestros propios ojos, aprender a ver de nuevo, educar la mirada.

En clase he percibido alguna vez la indiferencia de los jóvenes ante las maravillas de la naturaleza: una puesta de sol, el oleaje del mar, el color de las montañas,... Son jóvenes de vista cansada, de corazón distraído, los mismos que cuando les hablas de un viaje te dicen que quieren ir a Ibiza para sumergirse en una fiesta interminable, pum-pum-pum,..¡a tope, tío!

Quizás han pasado demasiados años encerrados en las asépticas aulas de nuestras escuelas, embelesados en el mundo virtual de sus móviles, de sus ordenadores,... 

Quizás nosotros mismos, los maestros, hemos dejado de mirar.

El estudio del paisaje compete al profesor de ciencias, al de literatura, al de plástica, y, también, al de religión.

Las maravillas de la naturaleza testimonian la presencia del Creador, como dice San Pablo: lo invisible de Dios se hace visible por sus obras (Rom 1,20). Constatar la existencia de un ordo universis que hace posible el trabajo de la ciencia es, en sí mismo, el mayor de los milagros.

Aquí les ofrezco esta galería, no sólo para nuestro solaz, sino como un recurso para esa educación en la mirada, esa siembra de lo bello en nosotros,... que seamos capaces de admirar, de hacernos preguntas, de escuchar,....

Abonando la mirada y el corazón para que brote la experiencia de la fe.

@elblogdemarcelo

sábado, 9 de agosto de 2014

Persecuciones a los cristianos del Medio Oriente: ¿Un llamado a la conversión?



Cristianos y cristianas del mundo, no sé si comparten mis sentimientos, pero, en lo personal, estoy impresionado por la espantosa persecución que están padeciendo nuestros hermanos del Medio Oriente, especialmente en Siria y en Irak.

Se trata de un genocidio en toda regla, llevado a cabo con extrema violencia y crueldad. Con razón los llamados urgentes que estos días ha hecho el Papa Francisco para que se detenga esta matanza salvaje, para que nos unamos en oración por la paz, para que no se siga pisoteando la dignidad humana.

¿Por qué permite Dios estas desgracias?, nos preguntamos con el corazón en un puño.

Cuando vinieron a contarle al Maestro sobre los galileos cuya sangre había sido derramada en los sacrificios paganos de Pilatos (Lc. 13, 1-5), nos dijo que no pensáramos que estos hombres eran más pecadores que los demás galileos por haber padecido esta desgracia, es decir, que no se trataba necesariamente de un castigo.

El sentido último de lo que ocurre se nos escapa ¿Quién conoció la mente del Señor? Sus designios son inescrutables.

Pero a renglón seguido añadió algo muy importante: que si no nos convertíamos y hacíamos penitencia todos pereceríamos de la misma manera. 

Tremendo.

En otras palabras, nos invitó a vivir los acontecimientos adversos como un llamamiento a la conversión.

Y, lo reconozco, eso es lo que he sentido al contemplar las imágenes de hombres, mujeres y niños torturados y decapitados, ¡tenemos que convertirnos!, me he dicho, ¡tenemos que volver al Evangelio!, ¡tenemos que hacer penitencia por nuestros pecados!, y aceptar de nuevo el Señorío de Cristo Jesús en nuestras vidas.

No basta con conmovernos, o con unirnos en oración, personal o comunitaria, por estos hermanos, hemos de escuchar la voz de Dios en nuestro corazón, creer en la Buena Noticia que se nos ha anunciado, renovar nuestro bautismo por el cual hemos vuelto a nacer del agua y del Espíritu.

La conversión está en el corazón del mensaje de Jesús. Desde que comenzó su actividad pública en Galilea, "El tiempo se ha cumplido, el reinado de Dios está cerca, conviértanse y crean en la buena noticia" (Mc. 1,15), pasando por sus palabras, por las señales que realizó, ¡conviértanse!, ... por eso increpa a Betsaida, a Corazín, a Cafarnaúm, ciudades que contemplaron los milagros que realizó pero que no se arrepintieron de los males cometidos, ni se volvieron a Dios.

Fue la conversión lo que predicaron los apóstoles cuando los envió de dos en dos por las ciudades y pueblos por donde él iba a pasar.

Y cuando explicaba en privado a los discípulos el sentido de las parábolas del Reino, era para que comprendiéndolas se convirtieran, y recibieran la salvación.

Convertirse, rendir la vida al Señor, sabiendo que hemos recibido en el bautismo una vestidura blanca, que somos su propiedad personal entre todos los pueblos de la tierra. 

Convertirse, vivir según Cristo Jesús y no según las vanas filosofías de este mundo, poseyendo nuestro cuerpo con santidad y con honor, y no dominado por las pasiones como hacen los gentiles que no conocen a Dios, conscientes de que somos templos vivos del Espíritu Santo.

La conversión, claro está, es siempre un don de Dios, por eso hemos de pedirla diariamente, pidan y se les dará, dice el Señor. Él puede actuar en nosotros más allá de lo que podamos pensar o desear. Suya es la victoria sobre nuestros vicios y pecados, suya entera. Sus heridas nos han curado.

Renovemos nuestra conversión a Jesucristo, hagamos honor al nombre de Nazarenos, él nos arrancó del dominio de las tinieblas y nos trasladó al reino de la luz, para que fuéramos conciudadanos de los santos y miembros de la familia de Dios.

La voz del Señor, potente y magnifica, la voz que descuaja los cedros y retuerce los robles, nos está hablando a través de los rostros sufridos de estos hermanos, convirtamos nuestros corazones y volvamos a la Palabra, ofrezcamos nuestras vidas y dejémonos transformar por la renovación de la mente. Vivamos el fuego de la caridad, practiquemos el mandamiento nuevo del amor.

Y es bueno que sepan los que nos persiguen y matan, los que nos injurian y dicen con mentira toda clase de mal contra nosotros que los seguidores de Jesús de Nazaret, los Nazarenos, no tenemos miedo, pues Aquel que caminó sobre las aguas encrespadas del Mar de Galilea sigue diciéndonos: "¡Ánimo!, que soy yo; no teman" (Mt. 14, 27). Él es el Testigo Fiel, el Resucitado, él permanece con nosotros todos los días hasta el final de los tiempos.

@elblogdemarcelo

viernes, 8 de agosto de 2014

Sobre Religión y algunos moscones:.... el testimonio de una profesora de Jerez


A veces corre por ahí una visión de los profes de Religión como si fuéramos gente pacata, unos buenazos pre-modernos con mucho aserrín en la mollera,... es por eso que me ha alegrado la mañana encontrar el testimonio de Almudena Colorado, compañera de Jerez y química de profesión, que este verano ha dado una conferencia: "Ser profesora de Religión hoy (y no morir en el intento). Por qué tiene sentido esta asignatura" . 

La lucidez de sus palabras para describir lo que se hace en el aula día a día, su honestidad para evaluar su trabajo, su visión de la asignatura de Religión en diálogo con la ciencia y el arte, y con la realidad misma de los alumnos,  me parecen el mejor testimonio de la profesionalidad de este colectivo docente, superando las memeces de los estereotipos que les endilgan, y que reflejan una visión tendenciosa y llena de prejuicios sobre los profesores y sobre los contenidos de la asignatura.

¡Los profesores de Religión no somos gente encapotada!, a ver si se entiende, por eso me ha gustado el desparpajo y el sentido del humor de la profesora para presentarse en público. Algunos quieren que estemos siempre con la lanza en ristre, o que pidamos perdón por enseñar Religión a los chicos, y que hablemos con voz bajita y que no hagamos ruido al caminar por los pasillos del centro,... ¡ya está bien, hombre, por favor!

A continuación, transcribo el artículo sobre la conferencia de Almudena:

Sobre Religión y algunos moscones


Almudena Colorado
Hay un frase infalible para ahuyentar a los moscones en las discotecas o bares: "soy profesora de Religión". Durante un tiempo, hasta que encontró a su actual marido, Almudena Colorado la utilizó para evitar conversaciones de besugo con tipos pesados. Y funcionó. Pero, bromas aparte, esta joven jerezana se toma muy en serio su profesión, tan en serio, que piensa que hay que quitarle al asunto tanta seriedad. Y es que Colorado ofreció días atrás una conferencia en el agradable patio de San Juan de Letrán, dentro del ciclo 'Veranos Nazarenos', titulada 'Ser profesora de Religión hoy (y no morir en el intento). Por qué tiene sentido esta asignatura', en la que habló de su experiencia de diez años como maestra en Las Josefinas. "Hoy, por dar clases de Religión, te dicen que o estás loca o te preguntan que qué estás haciendo con tu vida. De ahí eso de 'no morir en el intento'. Cuando comencé estaba muy ilusionada, pero nadie me entendió porque yo estudié Ciencias Químicas. En el colegio me animaron a dar también esta asignatura por la escasa vocación y acepté. Había que tirar del laicado ya que las monjas ya estaban muy mayores", cuenta. 

Una trayectoria profesional que en cierto modo ha estado llena de contradicciones, como la misma Colorado reconoce. "Los dos primeros años fueron muy bien, pero luego me planteé si lo que hacía iba a algún sitio o estaba predicando en el desierto, tanto por las respuestas de los chavales, que son muy respetuosos y necesitan preguntar y dialogar, como por saber qué estaba haciendo realmente con mi carrera". Tras mucho reflexionar, "me di cuenta de que sí tiene sentido dar clases de Religión. Hay que cambiar la visión de estas clases, eso de rezar y cantar el Aleluya... Yo no hago nada de eso. Hay que dar historia, filosofía, arte, literatura de la Biblia, y como creyente, doy mi opinión, pero no imparto catequesis. De hecho estoy matriculada en Ciencias Religiosas". 

La profesora considera que la clase de Religión, "es un espacio en el que los chavales preguntan cosas, y no es porque crean o dejen de creer. Alguno me ha preguntado que si por ser ateo le iba a suspender. ¡Y no se trata de eso!, sino de que se entienda que existe un fenómeno, una realidad que es la religión que ha existido a lo largo de la historia y que nos ha influido y no se puede dejar a un lado. El niño se cuestiona el sentido de la muerte, por qué existe el sufrimiento, el mal y si existe Dios, cómo es ese Dios, la homosexualidad, las relaciones prematrimoniales... La asignatura hay que vivirla así y no a base decir que esto es pecado, esto no lo hagas... Hay que transmitir que hay que pensar, que hay que buscar en aquello que crees y que la religión es una opción. Aquí no se obliga a nada. Y si decides no creer, antes debes conocer en qué no crees". Una forma de dar clases "en la que tengo total libertad, nunca me han dicho cómo tengo que hacerlo". 

Almudena Colorado asegura que a lo largo de las décadas "no se ha impartido esta asignatura como debiera, es decir, desde el diálogo con la cultura. De hecho, los chavales me preguntan que cómo siendo química, doy Religión. Pues hay que enseñar que el pensamiento es muy amplio. Hay que mostrarlo como un fenómeno humano, como algo natural, no desde el miedo". "Yo -añade- como creyente, que vivo esta opción de verdad, no puedo hablarles a los niños desde la imposición, el miedo, el pecado..., porque de eso me asusto hasta yo. Y ahí nos hemos equivocado, es un mensaje de alegría que no hemos sabido transmitir. La Iglesia ha tenido sus errores de los que también hay que hablar".

Asimismo, habla del "cacao" que tienen muchos de estos niños, "algunos son ateos pero luego comulgan en misa, creen en Cristo y a la vez en la reencarnación... Creo que hay que orientarlos, ya sean ateos o no. Pero que elijan no porque sea una moda. En la adolescencia el ateísmo es una forma de rebelarse, pero hay que saber antes qué es. Hay que argumentarlo todo. Para dar clases a estos chicos hay que estar muy preparado, no sólo porque parezcas buena gente. El niño sabe cuándo hablas sabiendo". 

Y aunque hay que impartir un temario, "es el tiempo de dar respuestas y de hablarles incluso de las grandes cinco religiones, aunque nos centremos en este colegio en el cristianismo. Pienso que hay que hacerlo porque saber que hay otras formas de vida en la sociedad, hace a la persona más tolerante. Hay que verlo todo desde la tolerancia si queremos que lo sean con nosotros otras culturas". Colorado recomienda a los futuros profesores de Religión que se preparen en profundidad la asignatura, que estudien, "porque el niño te va a preguntar de todo y hay que dar una respuesta adaptada al tiempo que vivimos, pero sin ocultar, ni cambiar la verdad". 

¿Y cómo es eso de explicar primero el átomo y luego a la hora siguiente hablar de Dios? "Pues porque no está reñida una cosa con la otra, hay que estar preparado para ambas. Pienso que la Ciencia es una maravilla, tanto como la Religión. No hay lucha. La Ciencia ha respondido muchas preguntas y la Religión te habla del sentido de la vida. No todo es casualidad, hay algo más". ¿Le gusta la imagen que da cuando dice que es profesora de Religión? "¡Uy, no! (ríe). Lo digo e inmediatamente me ponen el hábito de monja, y piensan que con esta no se puede hablar, no sale, no tiene novio, no va a fiestas... ¡Que soy un ser humano normal! Pero es cierto que tu estilo de vida tiene que estar de acuerdo con lo que crees. Es de lógica. No soy prisionera de nada. El catolicismo no es así y se ha enseñado lo contrario". "Aunque suene muy a monja lo que voy a decir (ríe), Cristo rompió muchas barreras y por eso en parte lo mataron. Iba en contra de muchas normas. Se trata de ir paso a paso". 

Fuente: A. Cala del diariodejerez.es