La fe es una certeza, una seguridad total y absoluta de que
algo se va a realizar apoyándose en el poder de Dios.
En la Biblia hay una frase de Jesús que suena como un
auténtico reto para el que lo quiera tomar, se encuentra en Marcos 11, 22-24.
La voy a leer. Tened fe en Dios, yo os aseguro, que quien diga a éste monte:
"quítate y arrójate al mar"; y no vacile en su corazón, sino que crea
que va a suceder lo que dice, lo obtendrá. Por eso os digo, todo cuanto pidáis
en la oración, creed que ya lo habéis recibido, y lo obtendréis. Lo más
importante es esta expresión: y no vacile en su corazón... no dude, sino que
crea que va a suceder lo que dice.
Muy pocos aceptan el reto, algunos de ustedes puede que lo
hayan aceptado alguna vez; y podrían decirme realmente que lo que dice Jesús,
es exacto.
Personalmente yo les puedo asegurar, que cuando tuve fe como
un grano de mostaza, me salieron las cosas. Es una ley espiritual, que funciona
a la manera de las leyes físicas y que se podría formular brevemente así:
"Puedes, si crees que puedes". Los santos, todos, tienen esa fe. Por
ejemplo, San Pablo decía: "no soy nada, pero todo lo puedo en Cristo que
me conforta".
¿Qué es esta fe y como funciona?
La fe es una certeza, una seguridad total y absoluta de que
algo se va a realizar apoyándose en el poder de Dios y como consecuencia en el
poder que Dios nos ha dado a nosotros. Es una ley que Dios ha puesto a
disposición del que quiera usarla como ha puesto tantas otras cosas.
Por ejemplo, pensemos en la ley de la gravedad. Si yo tengo
en la mano un reloj y lo suelto, no se queda, ya sé que no se va a quedar
flotando, se va al suelo y, si hay mucha distancia, lo normal es que se eche a
perder. Como sabemos eso, no cometemos el error de lanzarnos por la ventana de
un quinto piso, porque sabemos taxativamente que nos vamos a dar un golpe y
posiblemente muramos.
Es una ley espiritual que funciona con la misma exactitud.
Podríamos decir que la fe consiste en creer algo que no se ve, que no es
evidente; pero que lo acepto porque alguien digno de crédito, de confianza, me
lo asegura, es decir, Dios. Hay una fe que llamaríamos humana; por ejemplo,
creer en quien es mi mamá, yo no lo pude testificar porque en ese momento que
yo nacía, no sabía nada; pero me lo han asegurado personas de crédito. Mi misma
mamá, mi papá, mis demás parientes. Luego hay una fe teologal o sobrenatural
que significa creer, por ejemplo, que en una hostia consagrada, en una misa, ya
no hay un pedazo de pan; sino que está realmente Jesucristo. ¿Por qué? Porque
Él así lo dijo y yo me fío de Él.
A mí no me interesa saber dónde está la frontera entre una
fe humana y una fe sobrenatural. Lo que sí me interesa saber; y lo sé, es que
ambas funcionan. El que tiene una fe humana suficiente logra las cosas. Y no se
diga del que además tiene la fe sobrenatural. Como la fe es una total
seguridad, con una lógica natural y contundente, así contundente, te forzará a
poner los medios necesarios. Te inspirará caminos para obtener resultados, te
abrirá los ojos para encontrar ayudas y encontrar ideas. La fe, de hecho,
estimula todas las facultades del hombre, estimula la imaginación. La fe pone
en marcha sobre todo la voluntad, una voluntad tenacísima que no desistirá
hasta alcanzar el objetivo. Estas personas de fe, hacia fuera, hacia los demás,
dan la impresión de ser soñadoras, idealistas y, además, tercas.
¿Cómo se adquiere este hábito de la fe? Repitiendo muchas
veces y con total convencimiento actos de fe, sobre todo en las cosas que a mí
me parecen muy difíciles o de plano imposibles.
Les voy a contar un ejemplo de mi propia experiencia. En una
ocasión yo tenía que viajar a Madrid, partiendo de México y no pude encontrar
boleto. Tenía que pasar por Miami, revisé materialmente todas las compañías del
aeropuerto; y solo encontré en Pan American un pequeño vuelo hasta Santo
Domingo en Puerto Rico. Me dijeron esto: "Usted verá si puede y cuándo
puede salir". Bien, llegué a Santo Domingo y me dirigí a las reservaciones
de vuelos para Madrid. Me dijeron con firmeza: "No hay boleto para Madrid.
¿No le han dicho que tiene que irse al hotel? La compañía le paga el hotel, no
se preocupe." Yo no me fui al hotel, bajé a la sala de espera donde salía
un avión para Madrid. Hablé con el señor que estaba en el mostrador, y me
contestó un tanto molesto: "¿No le han dicho que tiene que irse al hotel?
No, no, no hay ni un solo lugar". Yo no me fui al hotel, me quedé en la
sala.
Motivándome a mí mismo, y haciendo un acto de fe, de que,
aunque era imposible, iba a salir a Madrid. Se vació la sala. Yo le leía los
pensamientos del señor que estaba frente al mostrador, porque hacían ruido.
"Este curita está loco". Yo luchaba contra mis propios pensamientos,
contra todo lo que me decía: "Efectivamente estás loco, ¿qué haces aquí?
Vete al hotel, te lo han dicho; no hay sitio". Pero yo seguía ahí. Pasaron
quince minutos. A medida que pasaban los minutos, yo sentía más golpeteo en mi
mente: "Vete, estás loco", y más fe tenía de que iba a salir. A los
quince minutos salió por el túnel una persona de uniforme, cruzó unas palabras
con el que estaba en el mostrador; y de repente me dijo: "Padre, ¿Usted
está buscando salir hacia Madrid?", "Efectivamente", le dije -
"Pues hay un lugar aquí, puede usted subir al avión". Curiosamente en
ese avión, en ese vuelo, iba un grupo de setenta gallegos. Generalmente cuando
va un grupo compacto es difícil que se pierda uno. Pues uno, no llegó. Entré al
avión. Me acuerdo perfectamente del asiento, me puse el cinturón de seguridad.
De seguro muchas personas pensaron: "¿quién es ése que nos ha hecho
esperar quince minutos?" Ciertamente agradecí mucho aquel gallego, recé
por él, por sí le había pasado algo, pero gracias a eso llegué a Madrid.
Es un caso curioso si ustedes quieren, un caso donde se ve
claramente que la evidencia era "no hay sitio, no vas a ir a Madrid, vete
al hotel". Y la fe me dijo: "sí hay sitio, vas a ir a Madrid." Y
llegué a Madrid.
Es uno de los tantos ejemplos que podría poner de mi propia
vida, me da un poco pena hacerlo, pero por esos ejemplos yo he llegado a creer
en la fe y a saber que, cuando Cristo pone ese reto, nos dice la pura verdad.
Fuente: Catholic. net
COMO REFERESCA LEER ESTO SIEMPRE HACE FALTA RECORDAR LA PALABRA DE DIOS MUY BUENO
ResponderEliminarGracias Beatriz, así es, ahora lo importante es pedir esa fe sobrenatural, que excede nuestra debilidad humana, y enfrentar los problemas diarios con esa actitud de confianza,...¡Para que las montañas empiecen a moverse!
EliminarAmigo, que encantador testimonio sobre la fé, gracias por compartirlo, Feliz año 2013, que el Señor te siga bendiciendo junto a tus seres queridos.
ResponderEliminarGracias, amiga, un abrazo grandote, que el 2013 venga cargado de bendiciones para todos y que el Señor nos conceda esa fe fuerte que desafíe los problemas y nos ayude a vivir cada día la victoria de Cristo.
EliminarMarcelo
Saludos Marcelo, muchas gracias por este testimonio. Lo que puede hacer la confianza, no tiene límite. Gracias.
ResponderEliminarAmigo, muchas gracias, este artículo apareció en una página: Catholic.net y me llamó la atención, porque es un tema que me trae de cabeza, por eso lo quise postear y compartir. Un abrazo fraterno desde esta esquina del Atlántico
EliminarMarcelo
wow!!! yo tengo muchos testimonios de fe, ciertamente DIOS nos habla, hay que saber escucharlo para que nos lleve el espíritu por el camino correcto.
ResponderEliminarow!!!! tenemos un DIOS extravagante y todo es para su gloria, son tantos los testimonios, eso es lo que hace que la fe suba a niveles incomparables por el oír, compartir lo maravilloso que ha generado en nuestras vidas.
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