domingo, 31 de octubre de 2010

LA FIESTA DE TODOS LOS SANTOS: Un misterio de fraternidad

El 1 de noviembre celebramos la solemnidad de Todos los Santos.

Los santos y santas, que comparten la gloria del Cielo, viven en comunión de amor con nosotros y nosotras.

Esto se llama en cristiano la comunión de los santos. Un festín de fraternidad.

A veces pienso que los hermanos y hermanas de otras iglesias cristianas, cuando nos critican por venerar a los santos y santas del cielo, no comprenden la verdad de fe, de fe apostólica, que significa la comunión de los santos.

El único mediador entre el Padre y nosotros, es Jesucristo, Señor Nuestro. En esto estamos de acuerdo todos y todas: ¡ Gloria a Dios!


Los hermanos y hermanas que han pasado de este mundo al Reino eterno, participan, por su unión con Cristo, cabeza del Cuerpo, en la oración del Resucitado ante el Padre. Son intercesores ante el único intercesor, intercesores "en" Cristo, por los otros miembros del pueblo de Dios, que aún peregrinan por estos valles nuestros.

Así lo vemos en el libro del Apocalipsis: "Se le dieron muchos perfumes para que, con las oraciones de los santos, los ofreciera sobre el altar de oro colocado delante del trono". (Apoc. 8,3)

La Iglesia cristiana, desde sus orígenes, ha dado culto a aquellos cristianos, que por el testimonio de su vida, han muerto en comunión de fe y amor con Cristo. Al principio fueron los mártires, los confesores de la fe, luego los apóstoles, las vírgenes, los doctores, y así una pléyade de hombres y mujeres, que han engalanado a la esposa de Cristo en el decurso de los siglos.

Para Dios, todos y todas están vivos. Puedo pedirle a un cristiano que rece por mi, y de hecho en muchas iglesias existe un ministerio de intercesión: hermanos y hermanas que oran por las necesidades de otros hermanos y hermanas.

Del mismo modo, cuando pedimos a algún santo o santa que interceda por nosotros, nos estamos encomendando a la plegaria de un miembro del Cuerpo místico de Cristo, que ya ha llegado a la patria celestial. Ello de ningún modo desdice de la única mediación de Cristo, porque, de hecho, la oración de los santos está unida a Cristo, y todas las gracias de Dios las recibimos en Cristo Jesús, y por Cristo Jesús.

Nosotros veneramos a los santos pues son un modelo en el seguimiento de Jesucristo, han vivido con fidelidad el santo Evangelio, y nos encomendamos a sus oraciones, porque para nosotros la Iglesia de la gloria, está unida a la Iglesia que peregrina aquí en la tierra. La ligadura entre ambas es el amor, que no pasa nunca.

Hoy también recordamos a tantos santos y santas anónimos, amas de casa, obreros, gente trabajadora y sencilla, que han vivido su fe en Cristo en una vida "normalita", y que han dejado una estela de luz allí donde han vivido su seguimiento de Jesús. Casi en cada familia encontramos estos santos escondidos, una abuelita liada con unos nietos, el sacrificio de unos emigrantes, un chico que dedica su tiempo libre a trabajar en una ONG. Tantas historias.

Gentes incluso que no han tenido una experiencia de fe en Cristo, pero que trabajan por la justicia, son solidarios, se conmueven por el sufrimiento y la necesidad de sus semejantes. A su modo, son santos.

La santidad es la vocación humana vivida a plenitud. El santo o la santa son hombres y mujeres plenamente humanos: imagen y semejanza del Dios vivo, hijos e hijas muy queridos de Dios, hermanos y hermanas de los hombres.

La santidad en la Iglesia es un misterio de fraternidad. El cielo, es el cielo, si en él encuentro a mis hermanos y hermanas, a mis alumnos y alumnas, a mis compañeros y compañeras de trabajo, a mis familiares, a mi madre, a mi hermana, a mis amigos y amigas. Por lo menos yo, cuando llegue al encuentro con el Señor, pienso meter a un montón de gente junto conmigo. No me voy a pasar la vida eterna lejos de la gente que he querido tanto durante mi vida terrena.

Sí, es verdad, esta fiesta también me hace recordar mi fe y mi esperanza en la vida eterna.

Sí, creo con todo mi corazón en el cielo. No tengo ni idea cómo será, pero me entra un gozo en el cuerpo sólo el pensar en ver a Cristo y a la Santísima Virgen. Oremos todos para que vivamos de tal manera, que merezcamos tanta dicha. Es decir, para que seamos santos, que es vocación universal de todos los bautizados en Cristo.

Lo voy a decir como lo siento: un cristianismo sin escatología es, sinceramente, una estafa. Entiendo que mucha gente vive como si no existiera un más allá definitivo, y eso me estremece, toda su esperanza esta puesta en la vida presente, ...un morirse, ¡bum!, y ya está,... se acabo todo. ¡ Qué triste!

De allí la insistencia de la cultura contemporánea en vivir el momento, agotarlo, porque,... claro,... luego les parece que no hay nada más. Y esto me lo han repetido los chicos en mis clases montones de veces. A mi, cuando los oigo, me desgarran por dentro, porque percibo la ausencia de un marco que haga referencia a la trascendencia, es decir, a una vida en Dios que supere la fugacidad de la vida presente.

Por eso, por eso, precisamente, quiero confesar a los cuatro vientos mi fe y mi confianza en la promesa de Cristo: "Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mi, aunque muera vivirá. Y todo el que vive y cree en mi, no morirá para siempre, sino que tendrá la vida eterna" (Jn. 11, 25).

Acompañando este post les presento el Leccionario del Oficio de Lectura, con textos de los santos y santas de la Iglesia: comentarios de la Palabra, reflexiones sobre la fe, espiritualidad, etc., para cada día del año. Que sirva de alimento y de motivación en nuestro seguimiento de Jesús, para que todos y todas, juntos, alcancemos la vida eterna, viviendo el mandamiento nuevo del amor.

LECCIONARIO DEL OFICIO DE LECTURA: DESCARGAR


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