Uno de las experiencias más radicalmente importantes
de la vida es, sin lugar a dudas, la amistad.
Especialmente los jóvenes, basta haber estado
cerca de ellos para darse cuenta que, en su vida diaria, privilegian esos ratos
que pasan con sus amigos y amigas, compartiendo unas horas, hablando de sus
cosas, dando una vuelta por ahí, haciendo deporte, o disfrutando el placer de
reír, o llorar, juntos.
Pero no sólo ellos. También los adultos
necesitamos vivir la experiencia de la amistad.
Tener buenos amigos y amigas,
es un factor que define la calidad de
vida de las personas, tanto como el acceso a la sanidad o a la educación.
Siempre he pensado que, precisamente, la amistad,
tan humana y universal, sirve de pedagogía para comprender, desde la propia experiencia,
el tipo de relación que Dios quiere tener con cada uno de nosotros, sus queridos
hijos e hijas.
Dios es amistad.
Precisamente, Teresa de Jesús define la oración
como un tratar de amistad con quien
sabemos que nos ama.
Orar es, en ese sentido, una experiencia, un
ejercicio, de amistad en que dedicas momentos y espacios para estar con el amigo, confiarle tus cosas, o
simplemente escucharle, en un silencio “amistoso” que te humaniza profundamente,
y te hace encontrar el manantial interior
del corazón.
De esta experiencia sales fortalecido para vivir
con renovado empeño el compromiso del amor fraterno.
ORANDO CON TERESA DE JESÚS
De la mano de Teresa de Jesús, te propongo este
pequeño ejercicio de oración:
- Elige un lugar tranquilo y silencioso donde puedas disponer a solas de un tiempo para estar con Jesús.
- Lee despacio un texto de Evangelio que hayas seleccionado previamente, y que sea significativo para ti en este momento. Te sugiero, por ejemplo, el pasaje del encuentro de Jesús con la mujer samaritana (Jn. 4, 5-27).
- Pon tu atención interior en la sagrada humanidad de Jesús, toma conciencia de su presencia a través de su Palabra y de su presencia junto a ti en este momento. Él está contigo ahora, te escucha y te llama a experimentar su amor y su amistad.
- Con tus propias palabras, ya sea en voz alta o en silencio, cuéntale aquello que te preocupa, confíale tus cargas, pídele perdón por tus faltas o dale las gracias por los beneficios recibidos. Sencillamente, conversa con Él.
- Reserva unos minutos para el silencio, mira, que te mira decían los santos carmelitas. Y el “mirar” de Dios es siempre amar y hacer “mercedes”.
- No te olvides de pedir por tus hermanos, especialmente los pobres y los que sufren. Exprésale a Jesús tu deseo de vivir el mandamiento nuevo del amor.
- Finalmente, da las gracias por este ejercicio de amistad con el Señor.
Si estos pasos tan sencillos te ayudan en tu
camino de amistad con Jesús ¡enhorabuena! En cualquier caso, déjate invitar y
guiar por Él, recuerda que cada experiencia de amistad es única y tiene sus
propios caminos.
Como complemento a este post, te presento el libro
de Segundo Galilea La amistad de Dios, una reflexión desde la
experiencia teresiana sobre el cristianismo y la oración como un camino de amistad
LA AMISTAD DE DIOS:
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