miércoles, 23 de octubre de 2013

Los nuevos ateísmos III: cientificismo versus ciencia


Los nuevos ateísmos profesan una fe cuasi religiosa en la ciencia, en su versión más comtiana y positivista, cuyo ideal son las matemáticas y las ciencias naturales. Argumentan que las verdades de la fe no están sustentadas en hechos demostrados y comprobados científicamente (siempre según el modelo de las ciencias puras y de la naturaleza)

Esta crítica se basa en un concepto de ciencia bastante ideologizado que choca, por ejemplo, con una teoría crítica del conocimiento que cuestiona aspectos tan fundamentales como la objetividad y la neutralidad del saber que producen los científicos.




Critican ferozmente la religión desde una concepción acrítica e ingenua de la ciencia y el conocimiento. Esa es la paradoja.

En esta visión están ausentes otros modelos más acordes con las ciencias sociales y las humanidades, modelos que utilizan, por ejemplo, los métodos histórico-críticos, la hermenéutica, el análisis literario, los estudios de caso, la investigación cualitativa, etc.

Históricamente en la crítica del positivismo a la religión cristiana ha jugado un papel fundamental el creer que los cristianos interpretamos la Biblia textualmente, como si fuera un libro de respuestas científicas. Pues es bueno que se sepa que no es así, la Biblia es un libro religioso, ofrece verdades religiosas, no es un manual de biología o de ciencias naturales.

Llegados a este punto, no pocas veces ridiculizan el pensamiento cristiano como si se basará en una serie de relatos míticos sin fundamento histórico alguno, una especie de “falsa conciencia” que tendría por objeto el aborregamiento de las masas indefensas para su mejor explotación por una casta dominante.

El caso es que se equivocan.

El credo cristiano se basa en hechos históricos perfectamente comprobables: la aparición del cristianismo hace dos mil años, el testimonio de las comunidades apostólicas recogido en los escritos del Nuevo Testamento, la expansión de las iglesias en los primeros siglos, y la misma existencia histórica de Jesús de Nazaret.

La tradición judeo-cristiana se basa en hechos históricos y no en mitos.

Si alguien tiene alguna duda con respecto a esto, ahí están los testimonios históricos, le invito a hacer un estudio científico de los mismos. Comprobará que no es fácil negar las evidencias, porque si una tradición está bien documentada en la historia es la cristiana.

Los dogmas que resumen nuestra fe no son una lluvia de meteoritos caídos del cielo, son el fruto de un largo proceso de reflexión sobre lo que la comunidad de fe ha creído y vivido en su caminar histórico, generación tras generación.

Este proceso "histórico" de la fe, que los católicos llamamos Tradición,  se puede estudiar. Los resultados remitirán siempre a acontecimientos históricos incontestables, cuyo significado puede interpretarse de diversas formas.

Las verdades de fe son propuestas de sentido de lo que una comunidad ha vivido y creído frente a acontecimientos que fueron interpretados como experiencias de revelación/salvación de Dios.

Ciencia y fe, aunque son autónomas, se complementan mutuamente. La ciencia tiene sus métodos y sus fines, y también sus limitaciones. Decir que lo verdadero se reduce a aquello que la ciencia puede demostrar en un laboratorio es de un reduccionismo absurdo que excluye la legitimidad de otras experiencias humanas de conocimiento tales como el arte, la filosofía o la religión.

Los hombres dotados de razón y entendimiento estamos llamados a conocer y explorar el mundo, a explicar los misterios de la vida, a buscar soluciones racionales a los problemas. En este sentido, el trabajo científico es inherente a la vocación humana.

La ciencia, que es un bien en sí mismo, es un importante factor de progreso, sobre todo cuando sus resultados dignifican a la persona humana y contribuyen a la construcción de un mundo más justo, fraterno y humano.

La Iglesia no es enemiga de la ciencia ni del conocimiento. En 2.000 años de existencia no ha cesado de dialogar con el mundo de la cultura y del conocimiento. En la actualidad ella misma sostiene y patrocina  cientos de universidades e institutos de investigación científica por todo el mundo.


En fin, nadie que conozca a fondo el pensamiento y la cultura cristiana actual se le ocurre afirmar que el cristianismo es enemigo de la ciencia y el conocimiento.

@MarceloMartín

2 comentarios:

  1. Muy buena y esclarecedora entrada, amigo Marcelo. Algunos, sabemos sus nombres, utilizan la ciencia para que exprese todo aquello que escapa de su método. Un científico riguroso y académico descubre mediante la ciencia un orden central que no sólo existe, sino que impulsa y, que además, es la razón de posibilidad para la ciencia. Lamentablemente, la pseuociencia no es coto exclusivo de los positivistas, sino que un mal favor también nos lo hacen los llamados creacionistas y defensores del Diseño Inteligente. Por suerte, quien es llamado por la incesante búsqueda de la verdad descubre que Dios está al principio de toda reflexión y al final de cualquier investigación científica. Gracias amigo, un saludo.

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    1. Gracias, Joan, coincido contigo en que la controversia con los fundamentalismos creacionistas, particularmente importantes en la tradición protestante, han contribuido a crear una imagen falaz de los cristianos como si nuestros planteamientos se enfrentaran al quehacer de la ciencia. Considero, en ese sentido, que la teología católica ha sido más equilibrada y ha buscado el diálogo con la ciencia. En efecto, la fe en un Dios creador, fuente y origen de la vida, alienta nuestro trabajo por conocer y explorar el mundo. Un saludo fraterno desde aquí

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