domingo, 8 de diciembre de 2019

Fiesta de la Inmaculada Concepción: Oración a María Inmaculada


Te saludamos, María Inmaculada, tú eres la llena de gracia, tú eres aquella que ha hallado gracia en la presencia del Señor Altísimo.

Te saludamos, María Inmaculada, tú desbordas de gozo con el Señor que te ha envuelto en un manto de triunfo, como novio que se pone la corona o novia que se adorna con sus joyas.

Te saludamos, María Inmaculada, tú eres la mujer vestida de sol, que tiene la luna como pedestal, y lleva una corona de 12 estrellas.

Te saludamos, María Inmaculada, elegida desde antes de la creación del mundo para ser santa e inmaculada delante de él por el amor, para ser Alabanza de Gloria del Dios uno y trino.

Te saludamos, María Inmaculada, tú eres la nueva Eva que con su obediencia nos ha abierto de nuevo las puertas del paraíso. Por ti nos ha venido la vida, Jesús, el más hermoso entre los hijos de los hombres, aquel en cuyos labios la gracia se derrama.

Te saludamos, María Inmaculada, tú fuiste cubierta bajo la sombra del Espíritu Santo y sin menoscabo alguno de tu integridad virginal diste a luz al Mesías , a Jesús, el Hijo Unigénito de Dios.

Te saludamos, María Inmaculada, Virgen de la victoria, tú aplastas bajo tú pie la cabeza de la serpiente maligna que acecha tu talón.

Te saludamos, María Inmaculada, tú te entregaste al Señor como su humilde esclava, te ofreciste a tu creador como una hostia viva, santa, agradable a Dios, ese fue tu culto razonable, tu culto en espíritu y en verdad.

Te saludamos, María Inmaculada, tú eres la imagen de la nueva Jerusalén que baja del cielo ataviada como una novia para el esposo, en ti se contempla con regocijo toda la Iglesia llamada a participar contigo de las bodas del Cordero.

Te saludamos, María Inmaculada, tú creíste que en ti se cumpliría lo que se te anunció de parte de Dios. Por tu fe han sido bendecidas todas las razas de la tierra, Dios multiplicó tu linaje como las estrellas del cielo, como la arena de las playas marinas.

Te saludamos, María Inmaculada, mujer del vino y la vida doméstica, tú adelantas para nosotros la hora de la gracia, para que sea confirmada nuestra fe en Cristo Jesús, y demos gloria y alabanza al Dios viviente que hace maravillas en favor nuestro.

Te saludamos, María Inmaculada, y nos unimos a todas las generaciones de la tierra, a los incontables hombres y mujeres de toda raza, lengua, pueblo y nación, que han proclamado, proclaman, y proclamarán siempre tu bienaventuranza.

Te saludamos, María Inmaculada, tú eres verdaderamente nuestra Madre, tú nos acogiste a todos como a hijos e hijas a los pies de la cruz de Jesús. En la persona del discípulo amado del Señor estábamos todos.

Te saludamos, María Inmaculada, nadie como tú ha experimentado tan gran misericordia, porque Dios quiso salvarnos a todos, a ti te perdonó, en virtud de los méritos de Jesucristo, el pecado de Adán ¡Qué gran misericordia del Señor contigo y con nosotros! ¡Qué insondable su sabiduría, qué profundos sus designios de salvación para con la estirpe de Adán!
 
Ruega por nosotros, María, que vivamos plenamente nuestra condición de imagen y semejanza de Dios, conforme a la dignidad de nuestro bautismo: incorporados a Cristo, hijos e hijas adoptivos de Dios, y hermanos y hermanas entre nosotros.

María, Madre, que sepamos reconocer los rasgos adoloridos de Cristo en el hombre o la mujer que se encuentra en situación de necesidad. Que tengamos entrañas de misericordia ante todo sufrimiento humano.

María, Madre, inflama en nosotros el mismo fuego de caridad que  ardió siempre en tu Inmaculado Corazón.

Enséñanos tú el camino real del amor que santifica, el amor que es paciente, servicial y sin envidia, que todo lo cree, lo excusa, lo espera y lo soporta. El amor que borra multitud de faltas, el amor por el cual sabemos que hemos pasado de la muerte a la vida, de las tinieblas a la luz, el signo por el cual seremos reconocidos los seguidores de Jesucristo.

El amor nos hará parecernos a ti, Señora nuestra, y vivir nuestro destino: ser santos e inmaculados delante de Dios.

Santa María, Madre Inmaculada, nos consagramos a ti y con nosotros a la Iglesia y a la humanidad entera. Ruega siempre por todos delante de Jesús, el lucero radiante del Alba, el único mediador entre Dios y los hombres, para que juntos compartamos el banquete al que somos invitados por el Dios-con-nosotros, el Emmanuel, por los siglos de los siglos. Amén.

@elblogdemarcelo

martes, 16 de abril de 2019

Miércoles Santo: El catolicismo español y las procesiones


Estamos ya en el corazón de la Semana Santa. Media España sale en procesión con sus imágenes, sus cirios y sus capirotes, mientras la otra media mira de soslayo al cortejo y se desentiende.

Así son las cosas

Lo reconozco, a veces me cuesta un montón entender el catolicismo español. Quizás porque observo en él la herencia tremenda de una cierta espiritualidad que nos viene de la contrarreforma, y que dejó su huella indeleble en la evangelización de la América Latina.

Por esas paradojas de nuestro catolicismo, he tenido compañeros que adversan, por ejemplo, la asignatura de Religión en la escuela pública o que me han dicho que son ateos, y a renglón seguido me aclaran que pertenecen a la cofradía del Cristo de su ciudad, y que hasta lo llevan en hombros los días festivos señalados.

Una cosa no tiene nada que ver con la otra, dicen, es algo de tradición familiar, añaden.

¡Vaya por Dios! 

A ver si me aclaro. No es que no me gusten las cofradías y procesiones, que tienen un hondo significado espiritual y bíblico, ni las imágenes que el pueblo español venera con auténtica devoción. No se trata de eso.

Se trata de toda la parafernalia que rodea al asunto, del exagerado énfasis que ponemos, por ejemplo, en engalanar las imágenes de Nuestro Señor, la Santísima Virgen y los santos, trajes, joyas, adornos,...de la centralidad que tienen las procesiones y los pasos como si constituyesen el eje de la Semana Santa. En una palabra, del peso de una tradición que sufre los embates de una sociedad cada vez más secularizada.
 
Lo quiero recordar: el centro de gravedad de la Semana Santa es el Señor Jesucristo. Y punto. Volvamos a la esencia.

La teología católica siempre ha reflexionado sobre la necesidad de los signos externos para expresar la experiencia de la fe. Es una cuestión antropológica. Pero no son un fin en sí mismos, responden a un tiempo y a una cultura, a una comunidad que los vive y que comprende su sentido y significado.

A veces, al cambiar las circunstancias, pueden convertirse en una mera tradición cultural y hasta turística. La Semana Santa española, en mi opinión, corre ese riesgo.

Alguien dirá que al menos, en medio del secularismo feroz que sufre la sociedad española, pervive la Semana Santa. Algo es algo. 

Creo que no debemos conformarnos con ese algo, hay que ir más allá de lo externo y de lo tradicional, de la materialidad de la imagen y de los usos, hay que redescubrir el significado de lo que celebramos y sintonizar espiritualmente con el misterio que representa: Jesús Crucificado, la Dolorosa, el Santo Sepulcro,...

En síntesis, evangelizar. Una tarea no sólo de los curas, sino de todos los que formamos la comunidad cristiana. Los que hemos conocido la buena noticia de Jesucristo, los que hemos sido ungidos con el don del Espíritu Santo.

Necesitamos en España urgentemente una catequesis sobre lo que significa participar y asistir a una procesión. No vamos de mirones, ni comiendo pipas, sino a un acto religioso que tiene sus propias claves y sentidos, una expresión comunitaria, pública y personal, de la fe vivida y confesada.

El significado de ir de procesión lo encontramos en la Palabra: el pueblo de Dios que peregrina por el camino; que participa del misterio del camino; que hace camino con el Señor Jesús y  se solidariza con sus dolores y sufrimientos; una comunidad que escucha y contempla los misterios de la salvación; que reza, pide perdón, canta, hace silencio, y entrega el corazón en cada paso, dando testimonio público de su fe en Jesucristo.

Eso, y mucho más, significa ir de procesión.

Volvamos estos días, volvamos todos y todas, con el auxilio del Espíritu Santo, al Evangelio, descubramos allí el corazón de Dios en las palabras de Dios, como dice Gregorio Magno.

Padre Santo que la vivencia de la Semana Santa nos ayude a vivir cada día más en la persona de Cristo, tu Hijo, por quien nos ha venido toda bendición y toda gracia. Amén.