Te saludamos, María Inmaculada, tú eres la llena de gracia, tú
eres aquella que ha hallado gracia en la presencia del Señor Altísimo.
Te saludamos, María Inmaculada, tú desbordas de gozo con el
Señor que te ha envuelto en un manto de triunfo, como novio que se pone la
corona o novia que se adorna con sus joyas.
Te saludamos, María Inmaculada, tú eres la mujer vestida de
sol, que tiene la luna como pedestal, y lleva una corona de 12 estrellas.
Te saludamos, María Inmaculada, elegida desde antes de la
creación del mundo para ser santa e inmaculada delante de él por el amor, para
ser Alabanza de Gloria del Dios uno y
trino.
Te saludamos, María Inmaculada, tú eres la nueva Eva que con
su obediencia nos ha abierto de nuevo las puertas del paraíso. Por ti nos ha
venido la vida, Jesús, el más hermoso entre los hijos de los hombres, aquel en cuyos labios la gracia se derrama.
Te saludamos, María Inmaculada, tú fuiste cubierta bajo la
sombra del Espíritu Santo y sin menoscabo alguno de tu integridad virginal
diste a luz al Mesías , a Jesús, el Hijo Unigénito de Dios.
Te saludamos, María Inmaculada, Virgen de la victoria, tú
aplastas bajo tú pie la cabeza de la serpiente maligna que acecha tu talón.
Te saludamos, María Inmaculada, tú te entregaste al Señor
como su humilde esclava, te ofreciste a tu creador como una hostia viva, santa,
agradable a Dios, ese fue tu culto razonable, tu culto en espíritu y en verdad.
Te saludamos, María Inmaculada, tú eres la imagen de la
nueva Jerusalén que baja del cielo ataviada como una novia para el esposo, en
ti se contempla con regocijo toda la Iglesia llamada a participar contigo de
las bodas del Cordero.
Te saludamos, María Inmaculada, tú creíste que en ti se cumpliría
lo que se te anunció de parte de Dios. Por tu fe han sido bendecidas todas las
razas de la tierra, Dios multiplicó tu linaje como las estrellas del cielo,
como la arena de las playas marinas.
Te saludamos, María Inmaculada, mujer del vino y la vida
doméstica, tú adelantas para nosotros la hora de la gracia, para que sea
confirmada nuestra fe en Cristo Jesús, y demos gloria y alabanza al Dios
viviente que hace maravillas en favor nuestro.
Te saludamos, María Inmaculada, y nos unimos a todas las
generaciones de la tierra, a los incontables hombres y mujeres de toda raza,
lengua, pueblo y nación, que han proclamado, proclaman, y proclamarán siempre tu
bienaventuranza.
Te saludamos, María Inmaculada, tú eres verdaderamente nuestra
Madre, tú nos acogiste a todos como a hijos e hijas a los pies de la cruz de
Jesús. En la persona del discípulo amado del Señor estábamos todos.
Te saludamos, María Inmaculada, nadie como tú ha
experimentado tan gran misericordia, porque Dios quiso salvarnos a todos, a ti te
perdonó, en virtud de los méritos de Jesucristo, el pecado de Adán ¡Qué gran
misericordia del Señor contigo y con nosotros! ¡Qué insondable su sabiduría,
qué profundos sus designios de salvación para con la estirpe de Adán!
Ruega por nosotros, María, que vivamos plenamente nuestra
condición de imagen y semejanza de Dios, conforme a la dignidad de nuestro bautismo: incorporados a Cristo, hijos e hijas adoptivos de Dios, y hermanos y hermanas entre nosotros.
María, Madre, que sepamos reconocer los rasgos adoloridos de
Cristo en el hombre o la mujer que se encuentra en situación de necesidad. Que
tengamos entrañas de misericordia ante todo sufrimiento humano.
María, Madre, inflama en nosotros el mismo fuego de caridad
que ardió siempre en tu Inmaculado Corazón.
Enséñanos tú el camino real del amor que santifica, el amor
que es paciente, servicial y sin envidia, que todo lo cree, lo excusa, lo
espera y lo soporta. El amor que borra multitud de faltas, el amor por el cual
sabemos que hemos pasado de la muerte a la vida, de las tinieblas a la luz, el
signo por el cual seremos reconocidos los seguidores de Jesucristo.
El amor nos hará parecernos a ti, Señora nuestra, y vivir
nuestro destino: ser santos e inmaculados delante de Dios.
Santa María, Madre Inmaculada, nos consagramos a ti y con
nosotros a la Iglesia y a la humanidad entera. Ruega siempre por todos delante de Jesús, el lucero radiante del Alba, el único mediador entre Dios y
los hombres, para que juntos compartamos el banquete al que somos
invitados por el Dios-con-nosotros, el Emmanuel, por los siglos de los siglos.
Amén.
@elblogdemarcelo
Un verdadero placer el leerte y el haberte hallado
ResponderEliminargracias
Muy linda esa fiesta y la Virgen hermosa.
ResponderEliminarBesitos dulces
Siby