Un canto muy alegre, un vídeo lleno de color y vida, un estribillo que se repite,...así, sencillamente, alabamos juntos a Dios, ...no sólo con nuestros labios, también con nuestras manos, que se alzan para orar, para proclamar la gloria del Señor,...
Aunque el canto parece dirigido a los niños, de hecho se puede usar para animar la catequesis o la clase de Religión de primaria, cualquier creyente puede sentirse atraído por el Espíritu Santo a orar con estas canciones de ritmo pegadizo, que saben a fiesta y a vida nueva.
Cuando cantamos movidos por el Espíritu Santo no sólo reflexionamos intelectualmente sobre el contenido del canto, sino que nos unimos intuitivamente a los sentimientos y actitudes que reflejan la letra y la melodía juntas. Nuestro corazón se adueña de la experiencia de fe y vida que transmite la canción, la hacemos nuestra, y se convierte en oración para nosotros.
Así, para cantar como adulto en la fe, un sencillo canto de alabanza, hemos de sintonizar con las actitudes y los sentimientos que nos transmite dicho canto: alegría, confianza, reconocimiento de la grandeza de Dios, entrega, adoración,...
Vivamos lo que cantamos, y alabemos a Dios con nuestra vida, pues su misma Palabra dice: "¡Todo ser que respira, alabe al Señor, aleluya!" (Sal. 150, 6)
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