miércoles, 17 de noviembre de 2010

MÉTODO DE ORACIÓN CONTEMPLATIVA

Propiamente hablando, la oración es una gracia, un don del amor de Dios, que se nos comunica en lo profundo de nosotros mismos, y que nos impele a buscar el rostro amoroso del Padre, por Jesucristo, en el Espíritu Santo.

Los distintos métodos oracionales sólo nos pueden ayudar a disponer nuestro corazón para recibir esta gracia. Cumplen la función de pedagogo, educan nuestros sentidos y actitudes interiores para, progresivamente, dejarnos conducir por el Espíritu Santo, y avanzar en nuestra amistad con el Señor.



El libro Método de oración contemplativa, de James Borst, nos ofrece, precisamente, un modelo, en base a la experiencia del autor y a su conocimiento de los caminos del espíritu, para introducirnos en la plegaria contemplativa, esa experiencia de la intimidad con Cristo, que en el seno de la Trinidad, nos va comunicando su entrañable presencia.

Necesitamos gustar el don de Dios.

El cristianismo se funda en la experiencia que cada discípulo vive con el Resucitado. Para ello, se nos invita al silencio, a la soledad, a apartar ratos durante el día para estar con Cristo, para conversar con él, para escucharle. Orar, ya lo decía Teresa de Jesús, es tratar de amistad con quien sabemos que nos ama.

La oración de fe, en el silencio de nuestro corazón, nos pacifica por dentro, hace crecer las virtudes, infunde calor, alegría, esperanza, fortaleza, sabiduría,...

La oración contemplativa nos ayuda a determinarnos para negarnos a nosotros mismos, tomar la cruz de cada día, y seguir a Jesucristo, nuestro Maestro, por el camino estrecho del Evangelio, viviendo el mandamiento nuevo del amor.

La oración de fe, en el silencio de nuestro corazón, nos cura de nuestros pecados, y nos obtiene la gracia para vencer en el momento de la prueba y de la tentación.

La oración contemplativa es la puerta para grandes bendiciones y gracias que el Señor quiere derramar en la vida de sus amados hijos e hijas. Es como quien se deja tostar por el sol del verano, y luego, claro, se nota el colorcito en el bronceado del discípulo.

La oración contemplativa es la fragua donde se acrisolan los apóstoles y profetas del Señor. Por ella, Jesús comparte con nosotros su ardiente caridad para con los hombres y la mujeres de nuestra historia, su amor a los pobres, su solidaridad con los que sufren.

La oración contemplativa nos ayuda a descubrir nuestra identidad más profunda, el hombre o la mujer buenos que Dios ha hecho a su propia imagen y semejanza.

Pidamos al Espíritu Santo que siembre en nosotros ese atractivo interior por la oración contemplativa.

"Si conocieras el don de Dios, y quién es el que te dice: "Dame de beber", tú le habrías pedido a él, y él te habría dado agua viva" ( Jn. 4, 10)

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