Paso en casa el último domingo de febrero, y pinchando aquí y allá, me tropiezo con este vídeo alucinante de la conocida canción de los Beatles: Lucy in the sky with Diamonds, ...una estética muy original, deudora sin duda del pop, un verdadero derroche de ingenio e imaginación.
A veces, no sé si a ustedes les ocurre lo mismo, observo la falta de creatividad de muchos productos audiovisuales: los mismos efectos mecánicos, la repetición de clichés, el recurso fácil al erotismo más crudo, el mismo estilo de baile pre-fabricado, repitiendo casi siempre los mismos movimientos aburridos.
Pero aquí hay otra cosa, ha vencido la fantasía, ese privilegio singular de la especie humana, y dibujo y color son un feliz reflejo del mundo entre infantil y onírico a que alude la letra de la canción.
Y yo que soy un amante del color y de la vida, no puedo menos que disfrutar de esta magia, que aguza mis sentidos interiores, que reinventa la realidad, la recrea, y me arrastra a su propio universo, liberando las energías creativas que el Creador de todas las cosas me ha confiado.
Esta canción toca mi cerebro derecho, tan poco estimulado en nuestro sistema educativo, ese "yo" artista e intuitivo que cada uno de nosotros lleva por dentro.
Estoy convencido que nuestra tarea como educadores no se limita a comunicar rutinariamente unos contenidos para que sean repetidos simplemente; hay un más allá de ingenio e intuición, un más allá que nos convoca a formar personas "sensibles" y "despiertas", capaces de descubrirse a sí mismas en la magia de la creación, el poder que tenemos los humanos de reinventar una y mil veces los mundos de la vida.
Pero para estimular la creatividad en el alumno o la alumna, hemos de vivirla nosotros mismos, venciendo todo aquello que pretende estandarizarnos, sacudiéndonos la molicie, reinventándonos cada mañana.
Que el Espíritu Santo, el viento de Dios que soplaba sobre el caos primitivo (Gn. 1,2), haga nuevas todas las cosas.
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