Acabo mi jornada, y un regusto triste me sube por el cogote.
Los Estados Unidos han anunciado la muerte de un conocídisimo terrorista mundial, en una operación especial que parece sacada del guión de un thriller hollywoodense, con su kit de efectos especiales, sofisticados sistemas de espionaje, y tíos súper cachas.
El impacto mediático de la noticia ha sido notorio, comentaristas de turno, gente avezada en temas de política exterior, pequeños intelectuales de oficio, o simples periodistas, todos han hecho un seguimiento al detalle de los pormenores del caso, de sus previsibles consecuencias en la seguridad mundial, del sentimiento de logro de quienes han padecido en sus propias fronteras el flagelo del terrorismo.
Todo eso está muy bien,... pero, lo siento, no me han convencido.
Yo no puedo alegrarme por el asesinato de un ser humano, y de las personas que le acompañaban. Arrestarlo, sí, por supuesto; someterlo al dictamen de las leyes y sentarlo en un tribunal, y que pague por sus delitos, sí, claro, eso hubiera sido lo mejor.
Es curioso, pero esta tarde cuando veía por la tele a algunos líderes mundiales, muy conmovidos, decir: "Se ha hecho justicia", me preguntaba a que clase de "justicia" se referían. Temo acertar cuando digo que se aproxima mucho a la Ley del Talión: "Ojo por ojo, diente por diente".
La justicia de Jesús de Nazaret nos libera de la trampa de la venganza, de las estrecheses de la Ley del Talión.
Jesús nos conmina a amar a nuestros enemigos, a bendecir a quienes nos maldicen, a orar y ayunar por quienes nos persiguen y calumnian. Jesús nos manda a perdonar, a devolver bien por mal.
Por supuesto, la enseñanza del Maestro no nos exime de defendernos si somos atacados, y de acatar las leyes que regulan la convivencia social, incluyendo el derecho penal.
Por eso me he sentido triste, en mi tarde televisiva las enseñanzas del Evangelio sobre el valor y la dignidad de los seres humanos no han aparecido. Yo he hecho, interiormente, una pequeña oración por el descanso eterno de las personas que han fallecido en este acto, incluyendo al terrorista en cuestión, que también era mi hermano, creado a imagen y semejanza de Dios, redimido por la sangre de Cristo.
Hace unos años, justo cuando iba a comenzar la guerra de Afganistán, el presidente de un pequeño país dijo que si todo el empeño y los recursos que se invierten en luchar contra el terrorismo, se empleasen en lograr un mejor reparto de la riqueza mundial, en disminuir la pobreza y las desigualdades entre regiones y países, se erradicarían las condiciones históricas que sirven de caldo de cultivo para el surgimiento del terror y la violencia.
Estoy totalmente de acuerdo con este planteamiento.
Para acompañar mi post les traigo la canción Por estas calles, del cantante venezolano Jordano, y que era el tema principal de una conocida novela de la década de los 90 en Venezuela. A mi la canción, que habla también de la violencia y las injusticias, me evoca esos años difíciles que precedieron a la llegada del chavismo al escenario político venezolano.
Estas son las reflexiones de un cristiano parlanchín al filo de la madrugada. Al terminar el día encomiendo este planeta, y a sus sufridos habitantes, al amor del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
@MarceloMartín
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