viernes, 5 de agosto de 2011

MENTE ABIERTA, CORAZÓN ABIERTO: Thomas Keating


He observado que a pesar del ambiente secularista que nos rodea, la experiencia de la oración contemplativa ejerce en muchos hombres y mujeres de nuestro tiempo una especial fascinación.

Se ha querido excluir a Dios de la cultura contemporánea, por lo menos aquí en Europa, pero seguimos teniendo hambre de espiritualidad. Creyentes, y no creyentes también.

Añoramos momentos de silencio y de presencia, de escucha e interioridad. En definitiva, de contemplación

Es que en medio del ruido de la vida diaria, de la ingente cantidad de estímulos que nos invaden continuamente, de las preocupaciones que nos sacuden y acogotan nuestro ánimo, nos sentimos dispersos, desconcentrados, y anhelamos, a veces en lo secreto del propio corazón, encontrarnos con nosotros mismos, y pacificarnos por dentro.

Vivimos con frecuencia anclados en la externalidad, desconectados de nuestro centro.

Es nuestra vocación más íntima la que grita: hemos sido creados para experimentar la presencia del Dios vivo, y como decía el bueno de Agustín de Hipona, inquieto estará nuestro corazón hasta que no halle su descanso y su centro en Dios.

En la contemplación se revela nuestro "yo" más verdadero, conocemos el misterio de nuestra "identidad": Hijos e hijas amados de Dios, creados por él a su propia imagen y semejanza, llamados a compartir su santidad y su gloria por medio de su Hijo único Jesucristo, en el Espíritu Santo que ha sido derramado en nosotros.

El libro de Thomas Keating, monje cisterciense, es una respuesta a esta necesidad. A través de sus páginas, basadas en su propia experiencia como orante, se nos invita a seguir el itinerario del corazón, por medio de la llamada oración centrante, que hunde sus raíces en la larga tradición espiritual de la Iglesia, especialmente a través de los padres del monaquismo cristiano.

Oración centrante, una llamada del Espíritu Santo para que volvamos al corazón, pacifiquemos nuestros pensamientos, y gustemos el manantial de agua viva que brota del interior, y que es camino y experiencia de transformación y de comunión con el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.

En medio del alboroto de esta sociedad de consumo, hay que decirlo muchas veces: la felicidad no está en las cosas, la felicidad está dentro de nosotros mismos. En nuestro interior están los tesoros más valiosos que podemos vivir y compartir: el amor, el perdón, la fortaleza, la alegría.

Recuerdo el estribillo de una canción que se cantaba en mi grupo de oración, allá por los años ochenta: "Sólo Dios hace al hombre feliz, sólo Dios hace al hombre feliz..."

Qué el Espíritu Santo no de a conocer esta felicidad, e infunda en nosotros el atractivo por buscar al Señor en la contemplación. Amén.


2 comentarios:

  1. Gracias Marcelo por el libro! necesitaba leerlo... Ánimo con tu profesión de alto riesgo! Que somos varios en el batallón!! Bendiciones

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    1. Amigo, gracias a ti por tu comentario, ¡Qué el Señor colme tu vida de bendiciones y nos ayude a todos en la "batalla" de cada día! Saludos desde Tenerife,

      Marcelo

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