Más allá de lo que confiesa la tradición cristiana sobre el
Señor Jesucristo, el Hijo de Dios, desde la sola perspectiva histórica-crítica,
¿qué sabemos sobre Jesús de Nazaret? La pregunta ha sido, y es, de primerísima importancia
para la teología y la cultura contemporánea.
Asombra constatar la audacia con la que muchos,
desconociendo olímpicamente los estudios serios de especialistas en la materia,
hacen afirmaciones sobre la persona de Jesús que carecen del mínimo rigor
científico, asegurando, por ejemplo, el carácter mítico del Mesías cristiano, o
interpretando a su capricho las fuentes en las que se fundamenta la fe en
Jesús, añadiendo especulaciones que contradicen lo que realmente sabemos sobre la
vida, y el mensaje del fundador del cristianismo.
En cambio, lamentablemente, los resultados de los estudios
especializados suelen ser conocidos únicamente por un pequeño segmento de
lectores iniciados, por lo que el público en general ni se imagina hasta qué
punto son capaces estos autores de falsear los datos, distorsionar a su
capricho la interpretación de las fuentes, presentar información sesgada e
incompleta, manipular la tradición, etc.
Estas interpretaciones tendenciosas sobre Jesús de Nazaret,
que contradicen los resultados de los estudios de los expertos e
investigadores, y, lo que es peor, lo que ha confesado la comunidad cristiana
en los últimos dos mil años, están en el ambiente de nuestros alumnos y alumnas, a veces transmitidas
incluso por algún profesor o profesora que intenta, por este medio, desacreditar
la fe cristiana.
Lo dicho no sólo compete a teólogos y especialistas, últimamente
he sentido que desde la asignatura de Religión hemos de afrontar también esta
situación, que cuestiona los fundamentos mismos de la Revelación, y afrontarla más
que como un problema, como una oportunidad
para la transmisión de la fe en Jesucristo.
Quizás sea mi impaciencia, pero estoy comenzando a cansarme de
tantos preámbulos para hablar del Señor a mis alumnos y alumnas, por eso lanzo directamente
a la clase la pregunta sobre lo que sabemos y lo que no sabemos de Jesús de
Nazaret, y dejo que la cuestión flote
en medio del aula, en los ojos vivaces de los adolescentes, en ese instante de
silencio que precede a la palabra.
He constatado el interés que puede despertar el tema en los jóvenes,
especialmente cuando situamos la discusión desde la perspectiva actual, y
partimos del imaginario juvenil, de sus inquietudes y preguntas.
Mi talante más que apologético quiere ser preventivo. Antes
que venga algún desaprensivo a contarle a mis chicos especulaciones
calenturientas sobre Jesús de Nazaret, quiero darles en clase criterios racionales
de juicio, no sólo en base a la virtud teologal de la fe, sino también desde el
ángulo de la ciencia histórica y el conocimiento crítico.
Para el logro de este objetivo, he preparado un material
didáctico, dirigido sobre todo al bachillerato y a los últimos cursos de la ESO, que quiero compartir con todos y todas a través del enlace que ofrezco a
continuación.
Pidamos al Espíritu Santo, prometido por Jesús, que seamos sus
testigos y le anunciemos con fidelidad a esta generación que el mismo Señor, en
su bondad, nos confía. Amén.
JESÚS DE NAZARET:
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