Una canción de la francesa Zaz resuena con su magia entre el río de las calles, trastocando lógicas, subvirtiendo el orden de los "quereres" establecidos, con desparpajo y arte, con talento y gracia.
Profecía y proclama poética.
En un mundo de espantosas desigualdades, de soledades que no terminan de encontrarse, de agendas apretadas que siempre se quedan por cumplir, he aquí el reclamo de la soberana gratuidad del buen humor, una diversión que se expande, y se convierte en medicina para el alma.
¿De qué vale el oro del mundo si no tengo el amor de la gente: amigos, compañeros, pareja, hijos, hermanos,...?
El reto: vivir, pero vivir de verdad, a fondo, con el corazón en la mano, recuperando la libertad de los hombres y las mujeres de bien.
Amando a los demás.
Recuperar las raíces de nuestra humanidad, ser persona, comunicarse, abrazar a nuestros amigos, perdonar, y pasar un kilo de los prejuicios y las caretas que ahogan la vida.
Seamos felices hoy y aquí, con lo que tenemos. No lo posterguemos para mañana.
La medida de nuestra felicidad, es la felicidad que damos a los otros. Y no digo más
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