Voy a reflexionar sobre el domingo, el día del Señor, y para amenizar la letra, nada mejor que el canto gregoriano del salmo 33: "Gustad y ved, ¡qué bueno es el Señor!, ¡dichoso el que se acoge a Él!"
El domingo
es una creación del cristianismo, que ha transformado el antiguo precepto del descanso sabático: "Guardarás el día del sábado
para santificarlo,...Seis días trabajarás y harás todas tus tareas, pero el día
séptimo es día de descanso para Yahveh tu Dios" (Det. 5, 12-14), convirtiéndolo en el memorial semanal de la Pascua de Cristo, quien con su resurrección ha inaugurado la nueva creación.
El domingo es una Buena Noticia. Su celebración forma parte de la tradición apostólica.
Sin su referente cristiano, el domingo se limita a ser
un simple día de asueto, una ocasión
para huir de la alienación cotidiana
del trabajo, por decirlo así, y saborear lo “bueno de la vida”, aquello
que sucede justo cuando acaba el horario
laboral.
Sobre esta visión negativa del trabajo, ya hemos
hablado aquí: ¡Trabajar no es un castigo!: una teología positiva del trabajo
He visto, incluso,
gente que se aburre como una ostra los domingos,
o lo que es aún peor, si cabe, que se deprime,...
tal es la sensación de vértigo que
les invade cuando los días y las horas se vacían
de contenido, y van arrastrando el corazón,
de distracción en distracción.
En la soledad del domingo, las penas se
hacen más pesadas, porque nuestras ocupaciones diarias nos sirven de tapadera, manteniendo los sentidos
ocupados. Al llegar el fin de semana, sin horarios ni despertadores, estamos
más expuestos al silencio, y algunos
vislumbran su vacío interior.
Es una sensación
humana muy incómoda, por lo que no
es de extrañar que algunos no sean muy amigos del domingo. Cualquier cosa
es preferible, antes de tener que "verse"
y "sentirse" a sí mismos.
En nuestro camino
de discipulado cristiano hemos de
recuperar el sabor festivo del
domingo, y disponernos a vivir a
plenitud la experiencia del día del Señor.
Si queremos
convertir el domingo en un
acontecimiento de vida, y de renovación humana y espiritual, conviene
recordar 5 razones básicas:
1. Centralidad de la Eucaristía: todos los
domingos del año son memorial de la Pascua del Señor, de su victoria
sobre el pecado, y sobre la muerte. El centro
celebrativo de este misterio es la
Eucaristía, que nos congrega como asamblea en torno al pan de la Palabra, y
al pan del Cuerpo y la Sangre de Cristo. Este es el sentido fundante del domingo, su significado más hondo.
2. Encuentro con familiares y amigos: este
día es ideal para compartir con
nuestra familia, y también, por qué
no, con los amigos, fomentando los
lazos de unión y de fraternidad, disfrutando la alegría de estar juntos testimoniándonos recíprocamente el amor. Muchas familias durante la
semana apenas tienen tiempo para verse y dialogar, el domingo debería ser una buena oportunidad para encontrarse.
3. Tiempo para orar y leer la Palabra de Dios:
en el domingo, libres de nuestras ocupaciones cotidianas, podemos dedicar más tiempo al encuentro con el
Señor, en la oración y en la lectura de la Palabra de Dios,
profundizando en la amistad con
Jesucristo, dando gracias por
los dones recibidos, y encomendando nuestras
vidas en sus manos.
4. El descanso: hagamos del domingo un
tiempo de verdadero descanso,
cambiemos las actividades diarias, y optemos por un ocio que nos enriquezca como personas.
No lo dejemos como tiempo muerto. Las posibilidades son infinitas: pasear, encontrarse con la naturaleza, practicar
algún deporte o hobby, escuchar
música, leer, ver alguna película, etc.
5. Preparación de la agenda semanal: al
final del domingo, conviene apartar un tiempo para preparar la semana que se avecina, fijando las tareas y los objetivos
a cumplir,... Esta pequeña planificación
nos beneficia enormemente, pues llegamos al lunes con una visión clara de la ruta que hemos de transitar en la semana.
Vivamos el día del Señor no como una ley, sino como una gracia,
un tiempo que se nos da para encontrarnos con Dios, con nuestra familia
y amigos, con la asamblea cristiana; un alto
en el camino para orar, agradecer, y descansar.
¡Qué el Espíritu Santo nos ayude a vivir el misterio salvador del día del Señor! Amén.
Para seguir profundizando en este tema, aquí les ofrezco un material interesante sobre la celebración del domingo: la Carta Apóstolica de Juan Pablo II "Dies Domini", un pequeño libro de Julián López Martín, y material catequético
EL DOMINGO : DESCARGAR
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