sábado, 26 de octubre de 2013

Los nuevos ateísmos IV: Visión tendenciosa de la Iglesia, anti-clericalismo radical


Los nuevos ateísmos ofrecen una visión tendenciosa de la realidad eclesial, enfatizando las sombras y manchas que hay en su historia bimilenaria, y omitiendo a posta sus luces y sus aportes a la cultura y a la sociedad. 

Esta concepción negativa de la Iglesia es fruto de una historiografía que nace con la modernidad ilustrada, aunque tiene sus antecedentes en la reforma protestante.

Lo importante es que nos demos cuenta del sesgo fuertemente ideológico de esta visión que se nos ofrece de la Iglesia. La interpretación tendenciosa que se hacen de los datos de la historia eclesial, y de su papel en la sociedad, ni es neutral, ni objetiva, ni científica, sólo es una versión de los hechos acorde a la ideología anti-religiosa dominante.





En realidad ninguna historia es neutral, porque aunque los datos están ahí, y se pueden verificar, la interpretación que hacemos de los mismos responde siempre a la cosmovisión que tengamos del mundo y de la vida.

Con lo dicho no quiero negar, ni mucho menos, las lacras y miserias de la Iglesia a lo largo de los siglos: la inquisición, las guerras, la acumulación de riquezas, la connivencia con el poder civil, los abusos de poder, etc.

Como cristiano me duele y avergüenza todo cuanto contradice al proyecto originario de Jesús, tal y como nos lo ha transmitido el Evangelio, y el testimonio de las comunidades cristianas del Nuevo Testamento.

Reconozco la realidad tremenda de pecado que ha habido, y hay, en la Iglesia.

Últimamente los casos que han salido a la luz pública de pederastia y abuso de menores por parte de algunos miembros del clero, me resultan particularmente dolorosos. Es una herida para todos los que militamos en la filas de la Iglesia.

Dicho todo esto, quiero aclarar que nuestra adhesión de fe a la Iglesia Católica no depende ni de la vida moral del clero, ni de los avatares históricos de la institución eclesiástica.

Nuestra pertenencia a la Iglesia Católica, en realidad, es una vocación que tiene su raíz en la persona de Jesucristo, vivo y resucitado. 

Él nos ha llamado a ser parte de su Iglesia.

Porque a Jesús de Nazaret lo conocemos, y lo seguimos, en la Iglesia. 

Sí, en la Iglesia, santa y pecadora,... ella es el pueblo santo de Dios, la esposa de Cristo, su cuerpo místico.

Ella es pecadora en su miembros enfermos, necesitada siempre de conversión, y, al mismo tiempo, santa e inmaculada, porque tiene a Cristo-Jesús por cabeza, el Señor resucitado que se entregó por ella hasta la muerte, y muerte de cruz.

A pesar de todo el pecado que puede existir en la Iglesia, ella nos ofrece la experiencia de salvación/liberación, experiencia de gracia, que brota del manantial bendito de la Pascua.

Cristo Jesús es la garantía. 

En la Iglesia encontramos abundantes testimonios de luz y de santidad de vida, en ella también brilla la ciencia, el arte, la belleza, la entrega, la fraternidad, el trabajo por la justicia y la solidaridad, el martirio. Todo esto es lo que maliciosamente se silencia.

Particularmente importante para nuestro mundo de hoy es su defensa a ultranza de algunos valores como la dignidad de la persona humana, la libertad de conciencia, el derecho a la vida, la defensa de una cultura para el diálogo, la paz y la justicia social.

Siento decirlo pero percibo en los nuevos ateísmos, especialmente en España, un verdadero odio a la Iglesia de Cristo, un anti-clericalismo radical y fanático, que se ha ido transmitiendo de abuelos a nietos, y que afecta la convivencia social y el ejercicio de algunos derechos, especialmente la libertad religiosa.

Si les parezco exagerado prueben a confesarse públicamente como cristianos católicos, en su trabajo, en su centro de estudios, y escuchen las reacciones de intolerancia de la gente. Es mucho el odio que se ha sembrado.

Un odio, una intolerancia, que en determinados momentos de la historia reciente ha generado cruentas persecuciones contra cristianos y cristianas.

Algunos pretenden que seamos católicos en lo escondido, es decir, que desaparezcamos socialmente.

Pidamos al Señor fortaleza y sabiduría para que testimoniemos con valentía nuestra adhesión de fe y amor a la Iglesia, aún en medio del rechazo social y la intolerancia. 

Porque más allá de los avatares de la historia, la promesa de Jesús sostiene nuestra esperanza:

"Y he aquí que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo" (Mt. 28, 20)

PD: Para los que quieran seguir profundizando en el tema, aquí un recopilatorio de los ataques a la libertad religiosa sucedidos en España en el 2012: Observatorio para la libertad religiosa y de conciencia

@MarceloMartín

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