¡Qué agitados tiempos los de agosto del 2014! Guerras, y rumores de guerras, epidemias, bombas, desolación. No sabemos a donde volver la mirada.
Rostros rotos de niños atrapados en un conflicto ancestral, inermes entre la balacera y los gritos de los grandes.
Rostros de cristianos, de manos terrosas y ojos como mares, marcados con la "N" de nazarenos, victimas de un genocidio absurdo, como los judíos en el III Reich
Sí, de nuevo. El mismo crimen de exterminio de unos contra otros que se cometió en Bosnia-Herzegovina, en Ruanda, en el Irak de Saddam Hussein contra los Kurdos.
No aprendemos. La ciudad de Dios y la ciudad del diablo.
En medio del cansancio, la ira, el hambre, la desilusión, en países como España la banca celebra sus pingües ganancias, mientras la gente padece el rigor inmoral de la devaluación de los salarios, el paro, los desahucios,... y los políticos prosiguen la vacuidad de sus discursos chorros, bla, bla, bla,...
La raíz de todos los males es el afán por el dinero (1 Tim. 6,10)
Los cristianos sabemos que la historia no está a merced de la maldad de los hombres, por eso somos gente de esperanza. Vivimos los acontecimientos convencidos de que Dios nos habla siempre a través de ellos. Jesús mismo nos invitó a estar atentos a los signos de los tiempos, con los lomos ceñidos y las lamparas encendidas.
Las tragedias que padecemos, ya sean cercanas o lejanas, constituyen no sólo una invitación apremiante a la oración, también son un llamado a avanzar en nuestra conversión al Evangelio, a dar testimonio de profecía y caridad, denunciando las injusticias, aliviando el sufrimiento de nuestros prójimos, solidarizándonos, en la medida de nuestras posibilidades, con todas las victimas.
Conversión, oración, profecía, caridad. Así respondemos los cristianos frente a las desgracias propias y ajenas. Quien tenga oídos para oír que oiga.
En esta era de las comunicaciones y los vídeos, de las redes sociales y el intercambio instantáneo de imágenes, corremos el riesgo de convertir el sufrimiento de nuestros hermanos en un espectáculo que llega a la pantalla de nuestro ordenador, nos entretiene un rato, y luego desaparece de nuestra vista.
Pero el sufrimiento de los demás merece respeto, es un grito que sacude nuestra conciencia y remueve los despojos de humanidad que todavía no nos ha arrebatado el sistema. Los cristianos en cada hombre o mujer que sufre siempre tenemos delante a nuestro Redentor, en ellos vemos a Jesús prolongando los sufrimientos de su pasión y muerte en la cruz.
Acompaño estas palabras con la canción "Si" de la cantante francesa Zaz, que ya hemos presentado en este blog: ¡Quiero!, la letra nos habla de todas esas utopías de justicia y fraternidad que duermen en el corazón de los seres humanos.
Se trata, en lenguaje evangélico, del anhelo por la llegada del Reino de Dios, el cual no es una mera quimera fantasiosa, sino un don de Dios que pedimos cada vez que rezamos el Padrenuestro, y que vivimos en el día a día de nuestra vida cuando practicamos el mandamiento nuevo del amor fraterno: "Amaos los unos a los otros como yo os he amado" (Jn. 13, 34).
@elblogdemarcelo
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