El libro Effetá, de José H. Prado Flores y Ángela M. Chineze, me ha parecido, sencillamente, excelente. A través de diversos pasajes de la Escritura, leída con ojos nuevos, se tocan temas tan profundos como la autoestima, la actitud frente al fracaso, la fe como llave para el crecimiento personal, y nuestra respuesta frente a los obstáculos en la vida. Subyace de fondo, la convicción de que la Palabra de Dios trae vida nueva y victoria para los creyentes, y que el mismo Señor nos empuja a que tengamos una respuesta "proactiva" ante los retos de la vida, sin resignarnos frente al estado de cosas, intentando generar cambios en las situaciones, apoyándonos en la oración y en el testimonio de la misma Palabra de Dios.
Iluminar la vida desde la Palabra de Cristo, actualizándola desde nuestro hoy situado, bajo la guía del Espíritu Santo, libera nuestro inmenso potencial como hijos adoptivos de Dios, creados a su imagen y semejanza, templos vivos del Espíritu Santo. No tenemos porqué vivir aplastados bajo la adversidad, sino, por lo contrario, a ejemplo de Jesús, actuar transformando circunstancias de muerte y oscuridad, en experiencias de salvación y de gracia, a todos los niveles: personal, familiar, en el trabajo, en la vida social.
A veces he observado que muchos cristianos, la mayoría excelentes personas, viven su fe, como si fuera una experiencia más de su vida, un "asunto" que atienden quizás los domingos y poco más. Y lo noto porque cuando hablan de sus problemas personales, de su vida "real", Dios no aparece en el horizonte, como si el Evangelio sólo se ocupara de asuntos estrictamente "religiosos", y no fuera una respuesta para los problemas de la propia vida, una fuerza salvadora, una gracia, una luz, un amor, que sostiene, que guía, y que está siempre actuando. Necesitamos un avivamiento de esa presencia profunda del Espíritu Santo en nosotros, que renueve nuestra experiencia de la salvación, la cual alcanza a todos los aspectos de la vida humana, porque Jesús asumió en su encarnación toda nuestra humanidad.
Que la lectura de Effatá nos ayude a encontrar a Cristo en la vida personal, para que respladezca en ella la victoria de Jesús Resucitado.
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