
Quizás la fuerza que tiene este libro es su inmenso valor testimonial, y es que me parece que en el tema de la oración, más que teorías, necesitamos tropezarnos con hombres y mujeres de Espíritu, hermanos de intensa vida de oración, y cuyo ejemplo nos contagie.
Los maestros de esta escuela, donde estamos apuntados también nosotros, son nada menos que Abraham, Jacob, Moisés, David, los Anawin, María, Pablo, los cristianos de la edad media, Teresita del Niño Jesús, Bonoeffer,...y por supuesto, Jesús de Nazaret, el Maestro de los maestros, en cuya oración está incluida la humanidad entera.
Que la lectura de este libro despierte en nosotros el deseo de Dios, esa sed por profundizar en el diálogo incesante que el Espíritu Santo suscita en nosotros, y que nos mueve a sumergirnos en el misterio del Dios Vivo que nos inhabita por dentro,... para que podamos hacer nuestras las palabras del salmo 41: "Como busca la cierva corrientes de agua, así mi alma te busca a ti, Dios mío"
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