Uno de los rasgos propios de la espiritualidad del Adviento es la vigilancia.
En el Evangelio Jesús nos exhorta en distintas ocasiones a velar y a orar, es decir, a permanecer despiertos, atentos, con los lomos ceñidos y las lamparas encendidas, hasta que Cristo vuelva.
La vigilancia es escuela de conversión, pues nos dispone y purifica para que recibamos las gracias que necesitamos: salir del "sueño" del pecado, revestirnos de las armas de la luz, y estar preparados para el combate cristiano.
La vigilancia es escuela de escucha de la Palabra de Dios, para que su semilla no caiga a lo largo del camino, y la picoteen los pajaritos, ni caiga entre espinas, ni en terreno lleno de piedras. Vigilar ahonda en nosotros la capacidad para oír la voz de Dios, y ser esa tierra buena que da sabrosos frutos.
La vigilancia es escuela de humildad, que nos lleva a reconocer nuestra pobreza y debilidad delante de Dios, y cuan necesitados estamos de la misericordia divina.
La vigilancia es escuela de oración y contemplación, pues cuando oramos en actitud vigilante, y penetramos el misterio del silencio, nos unimos al murmullo del Espíritu que no cesa de gemir en nosotros, y se acrecienta el deseo de Dios.
La vigilancia es escuela de fe, esperanza y caridad. Si perseveramos velando con el Señor se aviva nuestra confianza en él, y, como la Virgen en Caná de Galilea, estamos despiertos para descubrir como acontece Dios en el día a día de nuestra vida, y nos "damos cuenta" de las necesidades de los hermanos y hermanas, como la vigilante María pendiente del vino de la fiesta.
Si oramos y vigilamos dejamos de centrarnos en nosotros mismos, y en nuestros problemas, y ponemos nuestra atención en Cristo Jesús, que lleva nuestras cargas cada día, y es nuestro descanso. Es una verdadera liberación.
Cada uno de los discípulos del Señor esta llamado a vigilar, cada quien según su vocación en la Iglesia, pero todos hemos de vivir esta actitud que brota del mismo Evangelio, y de la que Jesús nos dio tan abundantes testimonios.
Vivamos el Adviento a fondo, cultivemos la atención a Dios, y, para ser más concretos, hagamos algún acto sencillo que nos ayude a estar "despiertos": levantémonos unos minutos antes de lo acostumbrado para dedicarlo a la oración, por ejemplo, o estemos vigilantes durante el día a las "venidas" de Dios, a través de diversos acontecimientos, y, especialmente, de sus "llamados" por medio de las necesidades de los que nos rodean.
Que el Espíritu Santo inspire a cada quien como quiere el Señor que velemos y oremos en este Adviento del 2010.
Para ayudarnos en este camino les ofrezco dos recursos: varios artículos recopilados sobre la espiritualidad de este tiempo litúrgico, y un comentario sobre la liturgia de las ferias de Adviento y Navidad.
Que la Navidad nos pille a todos bien "despiertos", para que, como los pastores en medio de la noche, llegado el momento, vayamos corriendo hasta Belén.
En el Evangelio Jesús nos exhorta en distintas ocasiones a velar y a orar, es decir, a permanecer despiertos, atentos, con los lomos ceñidos y las lamparas encendidas, hasta que Cristo vuelva.
La vigilancia es escuela de conversión, pues nos dispone y purifica para que recibamos las gracias que necesitamos: salir del "sueño" del pecado, revestirnos de las armas de la luz, y estar preparados para el combate cristiano.
La vigilancia es escuela de escucha de la Palabra de Dios, para que su semilla no caiga a lo largo del camino, y la picoteen los pajaritos, ni caiga entre espinas, ni en terreno lleno de piedras. Vigilar ahonda en nosotros la capacidad para oír la voz de Dios, y ser esa tierra buena que da sabrosos frutos.
La vigilancia es escuela de humildad, que nos lleva a reconocer nuestra pobreza y debilidad delante de Dios, y cuan necesitados estamos de la misericordia divina.
La vigilancia es escuela de oración y contemplación, pues cuando oramos en actitud vigilante, y penetramos el misterio del silencio, nos unimos al murmullo del Espíritu que no cesa de gemir en nosotros, y se acrecienta el deseo de Dios.
La vigilancia es escuela de fe, esperanza y caridad. Si perseveramos velando con el Señor se aviva nuestra confianza en él, y, como la Virgen en Caná de Galilea, estamos despiertos para descubrir como acontece Dios en el día a día de nuestra vida, y nos "damos cuenta" de las necesidades de los hermanos y hermanas, como la vigilante María pendiente del vino de la fiesta.
Si oramos y vigilamos dejamos de centrarnos en nosotros mismos, y en nuestros problemas, y ponemos nuestra atención en Cristo Jesús, que lleva nuestras cargas cada día, y es nuestro descanso. Es una verdadera liberación.
Cada uno de los discípulos del Señor esta llamado a vigilar, cada quien según su vocación en la Iglesia, pero todos hemos de vivir esta actitud que brota del mismo Evangelio, y de la que Jesús nos dio tan abundantes testimonios.
Vivamos el Adviento a fondo, cultivemos la atención a Dios, y, para ser más concretos, hagamos algún acto sencillo que nos ayude a estar "despiertos": levantémonos unos minutos antes de lo acostumbrado para dedicarlo a la oración, por ejemplo, o estemos vigilantes durante el día a las "venidas" de Dios, a través de diversos acontecimientos, y, especialmente, de sus "llamados" por medio de las necesidades de los que nos rodean.
Que el Espíritu Santo inspire a cada quien como quiere el Señor que velemos y oremos en este Adviento del 2010.
Para ayudarnos en este camino les ofrezco dos recursos: varios artículos recopilados sobre la espiritualidad de este tiempo litúrgico, y un comentario sobre la liturgia de las ferias de Adviento y Navidad.
Que la Navidad nos pille a todos bien "despiertos", para que, como los pastores en medio de la noche, llegado el momento, vayamos corriendo hasta Belén.
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FERIAS DE ADVIENTO Y NAVIDAD: DESCARGAR
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