Recuerdo,
como si fuera ayer, sólo tenía 17 años, al sentir por primera vez la
divina presencia, me decía, ¡no puede ser! , ¡qué sensación tan
especial!, ¡deja paz y frescura a la vez! El alba anunciaba que
sería un día soleado y primaveral. Estaba
en mi habitación a solas, orando, y en el momento de mi meditación,
postrándome ante él, me repetía una y otra vez: ¡debe ser mi imaginación!,… Mi corazón empezó a latir distinto, sabía
y sentía que era él: el Amor de los Amores, nuestro Señor Jesús.
Mientras,
a mi mente venía una imagen, mil veces repetida, era una mirada
dulce y tierna, la mirada de un Padre. Una
voz interior me decía: “Soy yo, hija mía”. Al principio sentí
miedo, y pensé: ¡no!, ¡qué
locura!, ¡no lo merezco!, ¡no es él!, ¡soy yo misma!, ¡qué invento!
Sin embargo, se hacía cada vez más fuerte la sensación de su presencia, empecé a sentir un dulce olor como si de una
flor se tratase, un olor que nunca logré reconocer, y volví a escuchar en mi corazón: “Beatriz, hija
mía, soy yo”,… Al instante, sentí el deseo urgente de salir de mi
habitación, pues nuevamente el miedo me
había invadido.
Recuerdo
que dije en voz alta, ¡pero monja no
quiero ser!,… “No, - volvía la voz interior- de monja no te quiero,
más necesito tus palabras, tus
manos y tu corazón, para así darme a conocer”.
Viví
esta experiencia una sola vez en mi vida, pero me dejó marcada el alma para el resto de mis días.
Al finalizar mi oración experimenté una gran paz, y le pedí a la Virgen que me guiara, que
no se despegara de mí, e invoqué la presencia pura e inmaculada de Nuestra
Señora, me aferré a ella, y la abracé
desde mi corazón.
Este
primer encuentro con el Señor no sólo dejó huella, sino que marcó el rumbo de
mi vida. Fue un llamado, desde mi realidad concreta de mujer, amiga, esposa, trabajadora, en definitiva, ser humano, para intentar, en el camino de cada día, sembrar su alegría,
su solidaridad, una palabra de consuelo, allí mismo, en los pequeños y grandes
escenarios de mi historia personal. Al
fin y al cabo es él en mí, ¡no soy yo!, sólo soy un instrumento que le permite a nuestro
Señor Jesús darse a conocer.
Por
esos días, cuando la gente me preguntaba de dónde sacaba tanta fortaleza, por qué
siempre estaba tan contenta, siempre
respondía: es el Espíritu Santo, que
hace de las suyas, es su fortaleza, la
gracia de la fe que me ha dado, por pura misericordia de él, más nada.
En
los primeros años, luego de este encuentro, me incorporé a una parroquia, a
distintas actividades sociales: visitas
a los albergues de menores, catequesis, en fin,… Todo lo cual me ayudó a crecer como ser humano,
a aprender a dar y a recibir, a
compartir mi testimonio con otros jóvenes, recordando siempre aquellas palabras
suyas: “…no quiero que seas monja, pero necesito de tu voz, de tus manos, que
la gente sepa en realidad cuánto les amo”.
Han
pasado ya 30 años de aquel primer encuentro con Jesús, gracias a él, he podido
vivir, con mis aciertos y errores, con
mis éxitos y fracasos, básicamente, feliz, serena y confiada. Él nunca me
abandona. Por encima de las cruces del camino, de las crisis, de la soledad, de
la oscuridad, del no ver nada, del desconcierto de verme alguna vez como perdida,
e incluso de llegar a recriminarle el por qué ha permitido esto o aquello,… siempre
viene a mi memoria aquel primer
encuentro, y me digo: ¡Él está conmigo!, por lo que en el fondo sé que las cosas pasan
por algo, y que al final del túnel está la luz.
En
este momento de mi vida soy una más de la larga lista de parados de este país.
Muchas veces miro al cielo y le pregunto por qué ha permitido que esté sin
trabajo tanto tiempo, casi dos años, yo que siempre trabajé, y tuve buenos empleos,
y éxito en mi desempeño profesional, ¿por qué esto?, ¿por qué?,…
Aún
así, también le doy gracias infinitamente, porque si no fuera por mí situación
laboral actual, jamás hubiera descubierto, entre otras cosas, esta pasión de
escribir. Mis trabajos siempre fueron muy estresantes de hasta 10 y 12 horas de
dedicación, y, como es fácil imaginar, en esas condiciones, ¡imposible detenerme
en escribir una letra!
Más
allá de los avatares de la vida, aquel encuentro fue determinante, y aunque nunca
más volví a escuchar aquellas dulces palabras, todos los días cuando me detengo
a ver el mar, las evoco, y regreso a
casa a plasmar lo que mi alma y mi piel me piden desde mi soledad, aquí mismo, en mi balcón, el balcón de Bea.
Beatriz
Martín,
Tenerife, España
29/Abril/12
uufff Marce jaja se me suben los colores a mis mejillas ,pero gracias por compartir con los tuyos mi experiencia ojala le legue a la gente y que Jesús toque corazones gracias, un abrazo muy fuerte
ResponderEliminar¡Amén!, hoy más que nunca estamos llamados a dar testimonio del amor del Señor y nuestras vidas. Dios es real, y nos ama, y esa experiencia no se puede callar. Gracias por compartir con nosotros tu testimonio
EliminarMarcelo
HERMOSO querida nena.....
ResponderEliminarYo conoci al Senor a los 13 y a los 14 fui bautizada....en las aguas...Muchas cosas pasaron...tambien me decia..IR A PREDICAR....la palabra lo dice...ID Y PREDICAD EL EVANGELIO...
Desde mis versitos le doy a conocer.COMO TU....AMIGA ...
DESDE CUALQUIER ANGULO..PODEMOS HACERLO.....TE QUIERO
Gracias Mildred por tu hermoso comentario y testimonio. Concuerdo contigo, por muchos caminos servimos a Dios en el día a día de nuestra vida cotidiana, con los dones y talentos que él, en su bondad, nos ha confiado. Un abrazo desde la isla de Tenerife, Canarias
EliminarMarcelo
Indudablemente, que la bella Beatriz, es una escogida por Dios, èl se manifiesta de diferentes formas, y a pesar de la pruebas que hoy pasa, Dios la guarda y cuida de ella.
ResponderEliminarPrecioso su testimonio,dado a conocer por tus bellas letras. Gracias querido amigo por compartirlo con nosotros.
Un gran abrazo para ambos, que siempre el Señor los acompañe y Bendiga.
Gracias, Irene, por tu hermoso comentario, por esa grandeza también de tu corazón, que sabe ser generoso y reconocer las maravillas de Dios en cada uno de nosotros, por distintos caminos y sendas,...
EliminarUn abrazo grandote,
Marcelo