miércoles, 16 de mayo de 2012

¡Trabajar no es un castigo!: una teología positiva del trabajo



Hay gentes que viven el trabajo de cada día como si fuera un castigo, una suerte de maldición que pesa como una losa sobre sus hombros.

Su expectativa de ser felices se reduce a las vacaciones anuales, y a los fines de semana.

Es cierto que, en los tiempos que corren, muchos de nosotros y nosotras padecemos los efectos de sistemas laborales inhumanos e injustos: bajos salarios, tareas repetitivas, sobre-explotación, precariedad laboral, ambientes desmotivadores,…

Incluso no es infrecuente que, por necesidad, nos veamos precisados a ocupar puestos de trabajo que no se corresponden con nuestro nivel de formación técnica y profesional.

Muchos y muchas, sencillamente, se dedican a actividades que no les satisfacen. Su única recompensa es la obtención de una remuneración que les permita vivir, o sobrevivir, según el caso, y poco más.

No es de extrañar que, en esas condiciones, los niveles de productividad sean francamente bajos.

Todo esto es cierto. Pero hay algo que podemos hacer.

La clave está en la actitud.

Hemos de recuperar la Buena Noticia cristiana sobre el trabajo.

El trabajo es inherente a la dignidad humana, mediante el mismo nos unimos a toda la humanidad que se levanta temprano, y se gana el pan de cada día con el sudor de su frente.

Trabajar es vivir en comunión con los otros y las otras.

El trabajo es una forma concreta de servir a la comunidad, de contribuir al bien común: un médico, un profesor, el dependiente de una tienda.

Trabajar es usar, y multiplicar, los dones recibidos de Dios, y participar en el milagro continuo de la creación.

Y aunque es cierto que exige esfuerzo, disciplina, negación de sí mismo, dedicación, trabajar es el camino que nos ha marcado Dios para que realicemos plenamente nuestra vocación humana.

Los cristianos y las cristianas, sea cual sea la tarea a la que nos dediquemos, estamos llamados a trabajar bien. Ello forma parte de nuestro testimonio como discípulos de Jesús.

Se nos pide que seamos organizados y previsivos, que asumamos una actitud  proactiva en el logro de nuestras metas, que seamos creativos, que mejoremos continuamente la calidad de nuestro desempeño profesional.

Trabajar mucho, y bien, y confiar mucho, y siempre, en Dios. ¡Ambas cosas a la vez! Es el famoso ora et labora de san Benito.

Reza y trabaja.

Es el camino que han seguido los grandes santos de nuestra Iglesia. Han dedicado largas horas al trato asiduo e íntimo con el Señor, y, paralelamente se han comprometido en un trabajo muchas veces intenso, con entusiasmo, con un gran sentido de la responsabilidad, dedicando su tiempo, su pasión, sus ganas, a la tarea encomendada.

Recordar estas verdades tan básicas del cristianismo es fundamental en los tiempos tan difíciles que nos toca vivir.

Es una cuestión de valores. El trabajo debería estar en el centro de toda la llamada cuestión social.

Es más, lo afirmo, cualquier proyecto de felicidad que no se relacione con el trabajo, yo lo tengo siempre por sospechoso.

1 comentario:

  1. El análisis de este trabajo ha sido muy bien enfocado en cuanto al cristianismo. Gracias.

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