Un domingo, principios de los
ochenta, al salir de misa, tenía yo unos 17 años, compré un librito que llamó
mi atención. Se llamaba Recuerdos y trataba sobre la vida y el mensaje de Sor Isabel de la Trinidad, una joven carmelita francesa que había fallecido
en 1906, a los 26 años.
En realidad la obra incluía además
de la biografía, los principales escritos de la religiosa, pequeños tratados
espirituales, cartas, algunas poesías, oraciones, pensamientos, etc.
Desde el principio de la lectura
quedé cautivado. Reconozco que ha sido de los libros cristianos que mayor huella
han dejado en mí vida.
Ella, desde muy joven, se sintió atraída a contemplar dentro de sí, en
lo profundo del corazón, el misterio de los misterios, la Santísima Trinidad, Dios Padre, Dios Hijo, Dios Espíritu Santo,
presentes en lo escondido de su propio ser.
Esta experiencia, que constituye
el eje de su vida espiritual, la conduciría al Carmelo. Enamorada de su vocación en la Iglesia, Isabel no tendrá otra aspiración que vivir como templo vivo donde habita la Gloria de Dios, sumergiéndose cada vez
más y más en el silencio y en la sencillez de su vida de fe y de unión con Dios.
Isabel significó para mí el
descubrimiento de una dimensión nueva: el camino del recogimiento interior, el llamado a entrar dentro de sí, para encontrar esa fuente de agua viva que es Dios
mismo morando en cada uno de nosotros.
Esta hermana del Carmelo nos
enseña a buscar a Dios en el silencio,
a adorarle en su misterio trinitario, a identificarnos con Cristo, camino que nos conduce y nos une al Padre, a dejarnos
inundar por el gozo del Espíritu Santo,
a convertirnos en perfecta alabanza de la Gloria de Dios
En una palabra, a dejarnos transformar por Dios, a unirnos estrechamente
con Él, a vivir la experiencia de la contemplación, sea cual sea nuestro estado
de vida, o nuestra vocación en la Iglesia.
Sor Isabel de la Trinidad fue
beatificada por Juan Pablo II en 1984. Su fiesta se celebra el 8 de noviembre
de cada año.
¡Qué alegría descubrir la gran dignidad
del ser humano, que por el bautismo se convierte en templo vivo de la Gloria de Dios, tabernáculo donde mora el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo!
Qué la hermana Isabel cumpla en
cada uno de nosotros aquella misión que ella misma dijo que tendría en el
cielo:
“Me parece que mi misión en
el cielo consistirá en atraer las almas al recogimiento
interior, ayudándolas a salir de sí mismas para unirse con Dios a través de
un sentimiento sencillo y amoroso. Procuraré mantenerlas en ese profundo
silencio interior que permite a Dios imprimirse en ellas y transformarlas en Él".
Aquí les dejo una selección
de textos que he reunido de la propia Isabel de la Trinidad, así como ensayos y
comentarios sobre su experiencia y mensaje espiritual
BEATA ISABEL DE LA TRINIDAD: DESCARGAR
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