El discípulo observaba atento al venerable anciano ante el
icono de Nuestra Señora. Era la hora del amanecer, cuando toda la comunidad se
dedicaba a la lectura de la Palabra de Dios.
Sí, la Lectio Divina,…
un tiempo de silencio para orar
la Palabra, rumiarla en el corazón, contemplarla,…
Ya en la tarde, al finalizar el trabajo en los campos y antes
del canto de las Vísperas, el novicio pidió hablar con el abad.
- Pasa, hermano, adelante,… ahora disponemos de unos minutos
– Las palabras del anciano eran francas y amables.
- Padre, su bendición – dijo el joven inclinándose –verá,
desde esta mañana quiero hacerle una pregunta,…
- Tú dirás – repuso el anciano.
- ¿Por qué cuando va a comenzar la Lectio Divina pasa usted primero un rato de oración ante el icono
de Nuestra Señora?
- Ah, claro,… muy sencillo, hijo, ¡Ella es la maestra de la Lectio! – al decir esto sus ojos se
iluminaron de una extraña alegría –
Luego prosiguió hablando, despacito, pero con unción:
- Mira, la Palabra por la cual, en la cual y para la cual se
hizo todo cuanto existe, tomó nuestra carne mortal en María. Ella la ha
contemplado en su corazón, la ha conservado en la memoria, la ha rumiado en el
silencio de Nazaret, la ha proclamado en el canto del Magnificat. La Virgen ha
rendido su vida ante la Palabra, la ha creído, ha esperado en ella, y en ella ha dado
el fruto más precioso: Jesucristo, Señor Nuestro.
Estaba hablando cuando sonó el primer toque de campanas
anunciando las Vísperas, la oración del atardecer. El anciano continuó:
- María es el árbol plantado junto a la cascada, que da
fruto en su sazón, cuyas hojas están siempre verdes. La
Palabra encontró en ella una tierra buena, abonada de fe y de humilde escucha,
y por eso en María la semilla dio el ciento por uno.
El anciano abrió la puerta de su celda, los pájaros del
jardín celebraban la caída del sol. E invitando a caminar al joven con un
gesto, añadió:
- Hace años comprendí que la misión de María es atraernos a
la Palabra, para que ella se encarne en nosotros, para que se convierta en
plegaria y en vida, para que seamos transformados por su gloriosa carrera en
nosotros ¿Comprendes lo que te digo?
- Sí, padre – respondió el joven. Ya se iban aproximando a
la iglesia del monasterio.
- Toma este consejo: Cada vez que vayas a leer la Biblia, encomiéndate
a la Virgen María, y verás cómo se alejan de ti las sequedades y distracciones,…
Nuestra Señora te ayudará a comprender la Palabra, a orarla y contemplarla, y, sobre
todo, a vivirla.
- Así, lo haré, ¡gracias por su consejo!, deme su bendición –
pidió el novicio
- Dios te bendiga, hijo, y María te conceda la gracia de que
te enamores cada día más y más de la Palabra, que es su propio hijo
Jesucristo. Amén.
Enseguida sonó el segundo toque de las campanas. Los hermanos,
en orden, fueron entrando en la iglesia y ocupando su lugar en el coro. Los
pájaros, con sus trinos, seguían su propia liturgia vespertina, mientras el día
moría en las estribaciones del valle.
Justo en ese momento, nacía la noche.
Marcelo
Monasterio cisterciense Nuestra Señora de las Escalonias - Córdoba (España) |
sI ASI ES GRACIAS POR COMPARTIR , UN ABRAZO
ResponderEliminarGracias, Beatriz, la Virgen María nos colme hoy y siempre de grandes bendiciones y nos ayude a vivir el Evangelio, la Buena Noticia de Jesucristo. Amén.
EliminarUn abrazo en Jesús, María y José, la familia de Nazaret
Marcelo
Hola. Me ha gustado mucho esta reflexión. Santa María, sede de la sabiduría. Es un extracto de algún libro o es de su "puño y letra"? Muchas gracias.
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