Ven, Señor Jesús, una canción de la Hermana Glenda, invitando a Jesús a venir, y a llenar, con su presencia, la propia vida.
Jesús, amado, y encontrado, como el sentido definitivo de la existencia.
Buscamos con ardor a Jesucristo, porque él nos buscó primero. La experiencia personal de su amor marca la vida de cada discípulo o discípula.
Su amor nos salva y nos libera, su amor nos pacifica, su amor nos ilumina, su amor nos transforma y nos hace nacer de nuevo ¡Qué grande es el amor de Jesucristo!
Buscamos con vehemente deseo a Jesucristo, porque hemos descubierto que sólo él tiene palabras de vida eterna.
Buscamos con fe a Jesucristo, movidos por el Espíritu Santo, que hemos recibido como primicia, y que nos atestigua que él es el Cristo, el Mesías, el Hijo de Dios, bendito por los siglos.
La religión cristiana no está centrada ni en una moral, por más sublime que pueda parecer, ni en la práctica del culto, ni en el cumplimiento de unos mandamientos. Todo eso es importante, pero no es el centro.
El centro del cristianismo es la persona y el misterio de Jesús de Nazaret, su vida, sus palabras y acciones, su pasión, su muerte en cruz, su resurrección.
Ser cristiano es un modo de vida en seguimiento a Jesús, el Hijo de Dios, el Salvador.
Escuchamos esta bella canción y nos surgen preguntas: ¿Es Jesucristo, el Hijo de Dios, el centro de nuestra vida? ¿Hemos rendido nuestra vida al Señorío de Jesús? ¿Confesamos a Jesús como el Mesías, el Cristo, el Hijo de Dios bendito?, ¿Y eso que significa?,...
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